"112, ¿cuál es su emergencia?"
La voz del operador era tranquila, profesional, un ancla en la oscuridad de la madrugada.
"Están muertas", dije, mi propia voz sonando extraña, como si perteneciera a otra persona. "Mis cinco compañeras de piso. Están todas muertas".
Hubo un silencio al otro lado de la línea, solo un segundo, pero se sintió eterno.
"Señorita, ¿puede darme su dirección?"
"Residencia Universitaria Carmen de la Victoria. En Granada. El piso de arriba".
Tragué saliva, mi garganta estaba seca como el desierto. "Anoche... anoche celebramos una 'última cena'. Por los exámenes finales. Había tapas, y Erica trajo una botella de orujo casero".
"¿Usted también bebió?"
"No. Me fui a dormir temprano. Tenía examen por la mañana. Cuando desperté... las encontré".
"De acuerdo, señorita. Mantenga la calma. La ayuda va en camino. No toque nada".
Colgué el teléfono. La calma que había fingido se rompió. Me senté en el suelo del pasillo, abrazando mis rodillas. A mi alrededor, el silencio era pesado, antinatural.
Scarlett, la líder, estaba en el sofá, con la cabeza echada hacia atrás y una sonrisa congelada en los labios. Rachel, la estudiosa, yacía sobre sus libros de derecho, como si se hubiera quedado dormida estudiando. Tessa, la influencer, tenía el móvil aún en la mano, a medio camino de hacerse un selfie. Erica, la fiestera, estaba junto a la botella de orujo vacía. Y Josie... Josie estaba en su cama, con las sábanas hasta el cuello, parecía que dormía pacíficamente.
Eran mis compañeras. Las chicas que me ignoraban, que se reían de mí en susurros. Las que me llamaban "la sombra".
Anoche, por primera vez, me habían invitado a su pequeña fiesta. Me sentí tan feliz. Scarlett incluso me pasó un vaso de orujo.
"Venga, Lina, una noche es una noche. ¡Por los exámenes!"
Pero yo no bebí. El olor era demasiado fuerte. Les dije que tenía que madrugar y me fui a mi cuarto.
Me dormí enseguida.
Ahora, el sonido de las sirenas se acercaba, rompiendo el silencio de la madrugada. La policía, los forenses, la seguridad de la residencia.
Un torbellino de uniformes y luces intermitentes llenó nuestro pequeño piso.
Y yo era la única que quedaba. La única superviviente. La única testigo.
La sombra que ahora estaba en el centro de todas las miradas.