Capítulo 4

Floto detrás de mi madre mientras ella camina por los pasillos de la comisaría. Recuerdo brevemente una época lejana, cuando yo era pequeña, antes de que todo se rompiera.

Tenía siete años. Mi padre, el periodista de investigación más valiente de la ciudad, me llevaba sobre sus hombros. Mi madre reía, su rostro iluminado por el sol. Éramos una familia.

Ese recuerdo es como una vieja fotografía descolorida.

Todo cambió hace diez años. El día que mataron a mi padre.

Annabel me culpó. Dijo que yo, una niña de ocho años, le conté a alguien, a un amiguito de la escuela, a quién sabe quién, dónde se reuniría mi padre esa noche. Una reunión secreta para recibir información sobre el cártel de Trebor.

"Tu boca floja lo mató, Luciana", me siseó esa noche, sus ojos llenos de un odio que nunca desapareció.

Desde ese día, el amor de mi madre se convirtió en cenizas. Y de esas cenizas, nació su devoción por Scarlett, la huérfana que adoptó un año después de la tragedia. La hija del reemplazo.

La hija de Ricardo Trebor, el capo que mi padre expuso y que murió en el mismo tiroteo que él.

Annabel nunca supo la verdad. Nunca quiso saberla. Era más fácil odiarme a mí.

Y ahora, en el presente, su odio la ha vuelto completamente ciega.