Cuando tu Tía No Es Quien Crees
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Capítulo 1

Mi padre, Javier, un percebeiro, desapareció hace cuatro años en la Costa da Morte.

La Guardia Civil solo encontró su mochila y un diario personal empapado. Lo dieron por muerto.

Mi tía Elena y yo enterramos sus cosas en una tumba vacía, una forma de cerrar el capítulo.

Tres noches después, él regresó.

La puerta se abrió con un crujido. Estaba allí, en el umbral, empapado, cubierto de salitre y algas.

Sonreía de una forma que no era la suya, una sonrisa fija, inquietante.

Su cuerpo estaba helado, y un olor a marisma en descomposición llenó la casa.

"He vuelto, Sofía", dijo con una voz que era y no era la de mi padre.

Me quedé paralizada, incapaz de moverme, incapaz de gritar.

Mi mente repetía una y otra vez que era imposible. Habíamos enterrado sus cosas, habíamos llorado su muerte.

Él dio un paso hacia mí.

"¿No me vas a dar un abrazo, hija?".

Extendí la mano, temblando. Toqué su brazo. Estaba frío, duro como una piedra mojada. No había calor humano, solo el frío del océano profundo.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Esto no estaba bien.

Mi tía Elena bajó corriendo las escaleras, atraída por el ruido. Se detuvo en seco al verlo. Su rostro se puso pálido.

"Javier...", susurró, pero su voz era un hilo de puro terror.

El hombre que se hacía llamar mi padre la miró, su sonrisa se amplió.

"Elena. Cuánto tiempo".

Elena me agarró del brazo, su mano apretaba con fuerza. Me apartó de él.

"Sofía, sube a tu habitación", me ordenó, su voz temblaba pero era firme.

Antes de que pudiera obedecer, ella se interpuso entre nosotros y le susurró al oído, con una urgencia desesperada que me heló la sangre.

"Ese hombre no es tu padre".

            
            

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