En cuanto entré por las puertas de cristal, sentí el cambio en el ambiente. Las conversaciones se detuvieron en seco. Las cabezas se giraron. Sentí docenas de ojos clavados en mi espalda mientras caminaba hacia mi escritorio. Podía oír los susurros, como el zumbido de avispas.
"Ahí está..."
"Pobre hombre, ¿te enteraste?"
"Ella lo dejó por Alfonso... y se llevó a uno de los bebés."
"Qué vergüenza..."
Me senté en mi silla, fingiendo revisar correos electrónicos, pero las palabras flotaban a mi alrededor, envenenando el aire. Mi tragedia personal se había convertido en el chisme de la oficina, un espectáculo para que todos lo comentaran. Quería gritarles que se callaran, que me dejaran en paz, pero solo podía apretar los puños debajo del escritorio hasta que mis nudillos se pusieron blancos.
Más tarde ese día, Laura, una colega del departamento de contabilidad, se acercó a mi cubículo con una taza de café y una mirada de falsa compasión.
"Miguel Ángel, ¿cómo estás? Escuchamos lo de... todo."
"Estoy bien, Laura. Gracias," respondí, mi voz más áspera de lo que pretendía.
"Es que... la gente está diciendo cosas," continuó, bajando la voz. "Dicen que Clara te dejó por Alfonso y que ahora están comprometidos. ¿Es verdad?"
La pregunta directa me dejó sin aliento. Así que ya no eran solo susurros. Era un hecho conocido. Mi humillación era completa.
Asentí lentamente, incapaz de formar palabras.
Su rostro se torció en una mueca de lástima. "Lo siento mucho. Nadie merece pasar por algo así."
Pero sus palabras no ofrecían consuelo. Solo confirmaban que mi vida privada estaba expuesta para que todos la juzgaran.
La situación empeoró a la mañana siguiente. Un correo electrónico masivo llegó a la bandeja de entrada de todos los empleados. El remitente era Clara. Mi corazón dio un vuelco al ver su nombre.
El asunto del correo era: "Anuncio de Reestructuración del Proyecto 'Innovación Futura'".
Con manos temblorosas, abrí el correo. Mis ojos escanearon el texto hasta que encontraron el párrafo clave.
"...Para asegurar el éxito continuo de este proyecto vital, he decidido nombrar a un nuevo líder de proyecto, con efecto inmediato. Por favor, denle todos la bienvenida a Alfonso Reyes en su nuevo rol. Reportará directamente a mí y tendrá autoridad total sobre el equipo y los recursos del proyecto."
Era el proyecto en el que yo había estado trabajando durante meses. Era mi creación, mi bebé profesional. Y ahora, ella se lo había entregado en bandeja de plata a mi reemplazo, al hombre que había destruido mi familia. No solo me había robado a mi esposa, ahora también me estaba robando mi trabajo, mi carrera. Me estaba degradando públicamente, obligándome a trabajar bajo las órdenes del amante de mi esposa.
La injusticia era tan abrumadora que sentí náuseas.
Tenía que seguir. Por Leo. No podía permitirme el lujo de renunciar. Necesitaba el sueldo, el seguro médico. Así que tragué mi orgullo y me sumergí en el trabajo. Me convertí en una máquina. Llegaba temprano, me iba tarde. Apenas veía la luz del sol. Dejaba a Leo con una niñera de confianza, una mujer mayor recomendada por mis tíos, y trabajaba hasta que mis ojos ardían.
Analizaba datos, escribía informes, preparaba presentaciones. Me concentré en una parte particularmente compleja del proyecto, una que sabía que Alfonso no podría manejar por sí solo. Era mi única carta, mi única forma de demostrar mi valía, de demostrar que era indispensable.
Las noches eran una tortura. Llegaba a casa agotado, recogía a un Leo somnoliento, le daba un biberón y me desplomaba en la cama, solo para despertarme un par de horas después por su llanto. La combinación de estrés emocional, agotamiento físico y la presión constante en el trabajo empezaron a pasarme factura.
Una tarde, estaba en mi escritorio, mirando fijamente una hoja de cálculo. Los números empezaron a bailar. La habitación comenzó a dar vueltas. Un sudor frío me recorrió la espalda. Sentí un dolor agudo en el pecho, el mismo que sentí en el hospital.
Intenté levantarme, pero mis piernas no respondieron. Lo último que vi fue el techo de la oficina girando sobre mí antes de que todo se volviera negro.
---