Vivo Por Sí Misma
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Capítulo 2

La presión aumentó unas semanas después, los exámenes finales de la universidad se acercaban y yo pasaba cada minuto libre estudiando en la pequeña oficina del restaurante.

Mi padre entró una noche, su sombra se proyectó larga y amenazante sobre mis libros.

"Camila está teniendo problemas con su clase de administración, necesita ayuda".

Asentí sin levantar la vista.

"Claro, papá, en cuanto termine mis exámenes, la ayudo a estudiar".

Él carraspeó, una señal de que mi respuesta no era la correcta.

"No, Sofía, necesita ayuda ahora, sus exámenes son tan importantes como los tuyos".

Levanté la vista, incrédula.

"Pero papá, mis finales son la próxima semana, si no estudio, voy a reprobar".

"Entonces tendrás que encontrar la forma", dijo con esa calma aterradora. "Una buena hermana sacrificaría sus propias calificaciones por ayudar a la otra, eso es la verdadera igualdad, que ambas lleguen juntas a la meta, no que una corra y deje a la otra atrás".

Sentí un nudo en la garganta, era la petición más absurda que me había hecho jamás, me estaba pidiendo que tirara por la borda mi futuro académico por un capricho de Camila.

Por primera vez en mi vida, una pequeña llama de rebelión se encendió en mi interior.

"No", susurré, la palabra se sintió extraña en mi boca.

Mi padre se quedó quieto, sus ojos se entrecerraron.

"¿Qué dijiste?"

"Dije que no", repetí, esta vez con más fuerza. "No voy a sacrificar mis estudios, Camila tuvo todo el semestre para prepararse".

El silencio que siguió fue denso, pesado, podía sentir la furia emanando de él, pero me mantuve firme, con el corazón latiéndome a mil por hora.

Esa noche, la rebelión me costó caro.

Esperó a que el restaurante cerrara y a que los últimos empleados se fueran, luego, me tomó del brazo con una fuerza que me hizo daño.

"Sube al coche".

No me atreví a desobedecer, el trayecto fue en silencio, salimos de la ciudad y nos adentramos en una carretera oscura y solitaria, rodeada de terrenos baldíos.

Detuvo el coche en medio de la nada, la única luz era la de la luna.

"Bájate".

Mi cuerpo se paralizó de miedo.

"Papá, ¿qué haces?"

"¡Que te bajes!", gritó, y su grito rompió la quietud de la noche.

Me bajé temblando, el aire frío me golpeó la cara, él bajó la ventanilla.

"Vas a quedarte aquí a pensar en lo que es el egoísmo, en lo que se siente estar sola y desamparada, tal vez así entiendas por lo que pasa tu hermana cuando tú te luces y la dejas en la sombra, vendré por ti en una hora".

Y sin más, subió la ventanilla y aceleró, dejándome sola en la oscuridad absoluta, el sonido del motor se fue apagando hasta que solo quedó el zumbido de los insectos y el latido desbocado de mi propio corazón.

El miedo era tan intenso que me dolía físicamente, no podía gritar, no podía llorar, solo podía temblar, abrazándome a mí misma mientras imaginaba todos los peligros que acechaban en la oscuridad.

Esa hora fue la más larga de mi vida, cada minuto era una eternidad de pánico, cuando finalmente vi las luces de su coche a lo lejos, sentí un alivio tan grande que mis piernas cedieron y caí de rodillas.

Él se bajó, me miró con frialdad.

"¿Ya entendiste?"

Asentí, incapaz de hablar.

En el camino de vuelta, me hizo prometer que ayudaría a Camila, que me aseguraría de que ella pasara sus exámenes, sin importar el costo para mí.

"Sí, papá", dije con la voz rota. "Lo haré".

Mi pequeña rebelión había sido aplastada, aniquilada, a partir de ese día, me convertí en la sombra de Camila, pasé noches en vela enseñándole cosas que ella olvidaba al instante, le hice resúmenes, le preparé guías de estudio, descuidando por completo las mías.

Mis calificaciones bajaron por primera vez en mi vida.

Cuando llegó el momento de elegir universidad, yo había sido aceptada en la mejor escuela de gastronomía del país, era mi sueño hecho realidad.

Camila, por supuesto, no había conseguido entrar en ninguna parte.

Mi padre tomó la decisión por mí.

"Irás a la misma universidad comunitaria que Camila, no es justo que tú te vayas lejos y ella se quede aquí sola, si no la aceptan, pagaré lo que sea necesario para que la dejen entrar como oyente, pero irán juntas".

Y así, mi sueño también fue sacrificado en el altar de su retorcida igualdad.

            
            

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