Matrimonio Fingido A Verdadero
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Capítulo 5

Unos días después, en la que sería mi última semana en la empresa de Ricardo, donde trabajaba como gerente de marketing de exportación, me encontré con mi jefa, Laura, en la cafetería. Ella me miraba con una expresión de genuina confusión.

"Sofía, no entiendo qué pasó" , comenzó, sentándose frente a mí. "Tu nombre era el primero en la lista para la dirección del departamento, todos te recomendamos, tienes los mejores números, los mejores contratos, eras la elección obvia."

"¿Y qué pasó?" , pregunté, aunque una parte de mí ya sospechaba la respuesta.

"Ricardo vetó la decisión, dijo que no estabas 'lista para el nivel de responsabilidad' , y promovió a Carlos en tu lugar."

Carlos, un hombre con la mitad de mi experiencia y una fracción de mis resultados. La noticia fue un golpe bajo, pero ya no me sorprendió. Era solo otra pieza en el rompecabezas de la manipulación de Ricardo.

"No importa, Laura" , dije, revolviendo mi café sin ganas. "De todos modos, voy a renunciar."

Laura abrió los ojos como platos. "¿Qué? ¿Por qué? Has trabajado muy duro para llegar aquí."

Sí, lo había hecho. Había dedicado años de mi vida a esa empresa, trabajando fines de semana, cancelando vacaciones, todo para demostrar mi valía, no solo como empleada, sino como la futura esposa del jefe.

Recordé una noche, hace años, al principio de nuestra relación. Estábamos celebrando uno de sus primeros grandes éxitos.

"Un día, Sofía" , me dijo, con los ojos brillantes por el champán y la ambición, "cuando lleves esta empresa al siguiente nivel, cuando seas la directora de marketing más importante de México, nos casaremos en la hacienda, frente a todos."

Era una promesa, una meta que él me había puesto. Y yo, ingenua y enamorada, la había perseguido con todas mis fuerzas.

Durante cinco años, mis campañas habían aumentado las exportaciones en un trescientos por ciento, había abierto mercados en Asia y Europa que nadie creía posibles. Había sacrificado mi propia pasión, mi amor por las artesanías y el diseño, para construir su imperio de tequila. Y a cambio, recibía un sueldo modesto y promesas vacías.

Cada vez que me quejaba de mi salario o de la falta de reconocimiento, él tenía una respuesta preparada.

"Sofía, somos un equipo, mi éxito es tu éxito, todo esto será nuestro algún día, no te fijes en pequeñeces."

O, cuando le contaba mi frustración por no ser promovida, él respondía con una lógica fría.

"No puedo mostrar favoritismo, la gente pensaría que te doy el puesto solo porque eres mi novia, tienes que ganártelo sin ninguna duda."

Y yo le creí. Creí que debía trabajar el doble de duro que los demás para demostrar que merecía mi lugar. Ahora veía la verdad, él nunca tuvo la intención de cumplir su promesa, solo me usaba, exprimiendo mi talento y mi lealtad por una fracción de su valor real.

Sentí una oleada de náuseas. La humillación, el dolor, la ira, todo se mezcló en un nudo amargo en mi estómago. Me levanté abruptamente.

"Disculpa, Laura, no me siento bien."

Corrí al baño de mujeres, entré en un cubículo y me dejé caer sobre la tapa del inodoro. Y allí, en la fría soledad del baño, finalmente lloré. Lloré por mi madre, lloré por mi carrera saboteada, lloré por los diez años perdidos, lloré por la estúpida chica que había creído en un cuento de hadas con un príncipe falso. Mis sollozos eran silenciosos, ahogados, el sonido de un corazón que finalmente se permitía romperse.

                         

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