La Venganza De Mamá
img img La Venganza De Mamá img Capítulo 4
5
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 4

Las semanas siguientes fueron un bálsamo para mi alma herida. Vivir con Carlos y Sofía era como estar en un mundo diferente. Por las mañanas, Sofía se aseguraba de que hiciera mis ejercicios de rehabilitación para el brazo, siempre con paciencia y una sonrisa.

"Poco a poco, suegra. Ya verá que pronto podrá volver a tejer esas carpetas tan bonitas que hacía."

Carlos, por su parte, me consentía. Los fines de semana me llevaba a caminar por el parque, empujando mi silla de ruedas cuando me cansaba. Comprábamos helado de garrafa y nos sentábamos a ver a los niños jugar. Me hablaba de su trabajo como ingeniero, me explicaba sus proyectos con un entusiasmo que me contagiaba.

Poco a poco, volví a sentirme como Josefina, no como "la mamá de Lucía" o "la abuela de Pedrito" . Era una persona de nuevo, con gustos, opiniones y risa propia.

Una tarde, mientras veíamos la televisión, apareció un comercial de las playas de Cancún. El mar azul turquesa, la arena blanca.

"Qué bonito," suspiré, recordando un viaje que hice con mi esposo hacía muchísimos años.

Carlos y Sofía intercambiaron una mirada.

"Oye, mamá," dijo Carlos, apagando la tele. "Sofía y yo tenemos unas vacaciones acumuladas. Estábamos pensando en ir a la playa. ¿Por qué no vienes con nosotros?"

Mi primer impulso fue negarme. "No, mijo, cómo creen. Es su viaje, yo solo voy a estorbar. Además, es mucho gasto."

"Nada de eso," replicó Sofía inmediatamente. "No es un viaje si no vienes tú. Y por el dinero no te preocupes, Carlos recibió un bono. Es un regalo."

Aun así, dudé. Una parte de mí, la parte que había sido maltratada durante cinco años, me susurraba que yo no merecía algo así, que sería una carga.

Carlos debió notar mi conflicto interno, porque se sentó a mi lado y me tomó la mano.

"Mamá, hemos perdido mucho tiempo. Queremos recuperarlo. Queremos crear nuevos recuerdos contigo. Por favor, di que sí."

Su sinceridad me desarmó. Miré sus rostros, llenos de una expectación cariñosa. Sentí cómo una barrera dentro de mí se rompía. Las lágrimas brotaron de mis ojos y asentí, incapaz de hablar.

"¡Sí!" exclamó Sofía, aplaudiendo. "¡Nos vamos a Cancún!"

El viaje fue mágico. El día que llegamos, Carlos me ayudó a caminar hasta la orilla del mar. El agua tibia bañó mis pies y sentí como si se llevara años de tristeza. Sofía me compró un sombrero grande y colorido y nos sentamos bajo una palapa a beber agua de coco fría.

Vimos el atardecer, con el cielo pintado de naranja y rosa. Reímos a carcajadas cuando una ola nos sorprendió y nos mojó la ropa. Comimos pescado frito en un pequeño restaurante en la playa, con los pies hundidos en la arena.

Un día, mientras Carlos y Sofía nadaban, yo me quedé en la orilla, construyendo un pequeño castillo de arena, algo que no hacía desde que era una niña. Me sentí libre, ligera, feliz. Una mujer se acercó y me sonrió.

"Se ve que la está pasando muy bien."

"Sí," respondí, devolviéndole la sonrisa. "Hacía mucho tiempo que no me sentía así."

Ese viaje no solo sanó mis costillas fracturadas y mi brazo roto. Sanó las heridas más profundas, las que no se veían. Me recordó que la vida podía ser hermosa, que el amor familiar verdadero existía y que yo merecía ser feliz.

Cuando abordamos el avión de regreso, me sentía una mujer nueva. Fuerte, renovada y lista para lo que viniera. No sabía que mi nueva fortaleza sería puesta a prueba mucho antes de lo que imaginaba.

                         

COPYRIGHT(©) 2022