Tu Boda, El día de Despedirme
img img Tu Boda, El día de Despedirme img Capítulo 1
2
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
img
  /  1
img

Capítulo 1

Mi prometido, Alejandro Vargas, tuvo un accidente automovilístico.

Cuando despertó en el hospital, me miró con los ojos de un extraño.

"Disculpe, ¿quién es usted?"

El médico, con una expresión de impotencia, me explicó que Alejandro sufría de amnesia selectiva, una condición extremadamente rara.

Había olvidado todo lo relacionado conmigo.

Pero yo sabía la verdad.

Él estaba fingiendo.

Apreté los puños a mis costados, las uñas clavándose en las palmas de mis manos, pero mi rostro permaneció impasible. No lo desenmascaré. Simplemente asentí con la cabeza, aceptando el diagnóstico del médico como si fuera un evangelio.

Dos días después, mi teléfono sonó. Era un número desconocido, pero el tono de voz al otro lado era inconfundiblemente el de Alejandro, frío y distante.

"Sofía Rojas."

No era una pregunta, sino una declaración.

"Necesito verte en el Registro Civil en una hora. Para firmar los papeles del divorcio."

Mi corazón se detuvo por un instante, un dolor sordo extendiéndose por mi pecho. "¿Divorcio? Alejandro, nuestro certificado de matrimonio se convirtió en un certificado de divorcio incluso antes de que tuviéramos la boda."

"No hagas esto más difícil. Simplemente ven y firma."

Colgó sin esperar mi respuesta. La línea quedó muerta, zumbando en mi oído como un eco de la frialdad en su voz.

Llegué al Registro Civil puntual. El aire dentro del edificio era denso y olía a papel viejo y a desesperanza. Alejandro ya estaba allí, de pie junto al mostrador, luciendo impecable con su traje de diseñador.

Pero no estaba solo.

Valeria Sánchez, su exnovia intermitente, estaba colgada de su brazo, con una sonrisa triunfante en su rostro. Llevaba un vestido rojo brillante que parecía gritar victoria.

Al verme, la sonrisa de Valeria se ensanchó.

"Sofía, qué sorpresa verte aquí. ¿Vienes a felicitarnos?"

Su voz era dulce como el veneno.

Ignoré su provocación y miré directamente a Alejandro. Él evitó mi mirada, sus ojos fijos en un punto en la pared detrás de mí. Su indiferencia era más dolorosa que cualquier palabra cruel que Valeria pudiera decir.

"Alejandro, ¿estás seguro de esto?", pregunté, mi voz apenas un susurro.

Fue Valeria quien respondió, apretando su agarre en el brazo de Alejandro. "Por supuesto que está seguro. Él no te recuerda, Sofía. Para él, eres una completa extraña. Y francamente, yo soy mucho más emocionante que tú."

Alejandro sacó su teléfono e hizo una llamada rápida. Su voz era autoritaria, acostumbrada a que le obedecieran.

"Soy Alejandro Vargas. Sí. Necesito que se acelere un proceso de divorcio. Lo quiero listo hoy mismo."

Hubo una breve pausa.

"No me importa el costo. Háganlo."

Colgó y miró al empleado del Registro Civil, quien de repente se puso pálido y comenzó a moverse con una eficiencia nerviosa que no había mostrado antes. El poder de la familia Vargas era inmenso en esta ciudad. Podían hacer que lo imposible sucediera.

En menos de treinta minutos, tenía en mis manos un certificado de divorcio recién impreso. El papel todavía estaba tibio. Nuestro matrimonio, que ni siquiera había comenzado, había terminado oficialmente.

Mientras salíamos del edificio, Valeria se detuvo y se volvió hacia mí, su expresión llena de un placer malicioso.

"Por cierto, Sofía, Alejandro dice que ya no quiere tus cosas en la villa. Tienes una hora para recoger todo y largarte. Después de eso, todo lo que quede será considerado basura."

La miré, luego miré a Alejandro, esperando que dijera algo, que la detuviera.

Pero él permaneció en silencio, su rostro una máscara de fría indiferencia. Era como si realmente no me conociera. Como si los cinco años que pasamos juntos no hubieran significado nada.

Un taxi se detuvo frente a mí. Subí, sintiendo un nudo en la garganta. Mientras el auto se alejaba, vi por el espejo retrovisor a Alejandro y Valeria, abrazados, riendo.

Me apoyé contra la fría ventana del taxi, el dolor finalmente rompiendo mis defensas. Cinco años. Cinco años de amor, de sueños compartidos, de construir una vida juntos. Todo reducido a una farsa cruel, a un certificado de divorcio y a una hora para borrar mi existencia de su vida.

La farsa de su amnesia era el acto de traición más cobarde que jamás había presenciado. Y lo peor era que yo, la única que conocía la verdad, había decidido jugar su juego.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022