"Créeme, lo intenté. Pero insisten. Es la familia Vargas. Quieren la mejor boda que el dinero pueda comprar, y la quieren rápido. Dicen que no aceptarán a nadie más que a ti."
Mi corazón dio un vuelco doloroso. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
"¿La familia Vargas?", repetí, incrédula.
"Sí. Es para el hijo, Alejandro Vargas, y su prometida, Valeria Sánchez. La boda es en tres semanas."
El mundo se inclinó bajo mis pies. Era una broma cruel. Una broma cósmica de mal gusto. Me estaban pidiendo que planeara la boda del hombre que me había destrozado, con la mujer que había tomado mi lugar.
"No puedo hacerlo", dije, mi voz temblando. "Diles que no estoy disponible."
Mi socio suspiró. "Sofía, escucha. La familia Vargas es una de las más poderosas de la ciudad. Rechazarlos no es una opción si queremos que nuestro negocio sobreviva. Ya han dejado claro que si no lo haces tú, se asegurarán de que no volvamos a conseguir un cliente importante nunca más."
La amenaza era clara. Estaba atrapada.
Con el corazón pesado como una piedra, acepté.
Al día siguiente, conduje hasta el lugar que habían elegido para la boda. A medida que me acercaba, un sentimiento de náusea se apoderó de mí. Reconocí el camino.
Era un campo de lavandas en las afueras de la ciudad. Un lugar que yo le había mostrado a Alejandro hacía años, un lugar que yo había descrito como el escenario de mi boda soñada.
Cuando llegué, ellos ya estaban allí, de pie en medio del mar púrpura de flores. El aroma de la lavanda, que siempre me había calmado, ahora me asfixiaba.
"Ah, Sofía, finalmente llegas", dijo Valeria con una sonrisa de suficiencia. "Estábamos a punto de pensar que no eras tan profesional como dicen."
Alejandro, como siempre, evitaba mi mirada. Se paseaba por el lugar, señalando cosas, mientras Valeria hablaba.
"Queremos un arco de flores blancas aquí. Y la recepción allá, con mesas de cristal. Y quiero fuegos artificiales al final de la noche."
Escuché sus peticiones, mi rostro una máscara de profesionalismo. Cada una de sus ideas era una modificación caprichosa y de mal gusto de los planes que yo había diseñado en secreto para mi propia boda con Alejandro.
Abrí mi tableta para tomar notas. Y entonces lo vi. Alejandro le pasó su propia tableta a Valeria. En la pantalla, estaba abierto un documento.
Era mi plan.
Mi plan detallado para nuestra boda. El que yo había pasado meses perfeccionando, lleno de notas personales, de significados ocultos, de pequeños detalles que solo nosotros dos entenderíamos.
Valeria lo miró y se rió. "Alejandro encontró este viejo plan en su tableta. Es bastante bueno, en realidad. Usaremos esto como base. Solo cámbiale algunas cosas para que sea más... espectacular. Más a mi estilo."
Me quedé allí, sintiendo cómo la sangre se drenaba de mi rostro. No solo me estaban obligando a planear su boda, sino que estaban robando mis sueños, mis ideas, mi corazón, y los estaban retorciendo para su propio espectáculo.
Y la fecha que eligieron... era la misma fecha que Alejandro y yo habíamos fijado para la nuestra. Tres días después de que nuestro certificado de matrimonio se convirtiera en un certificado de divorcio.
Tragué el nudo amargo en mi garganta.
"Por supuesto", dije, mi voz sonando hueca y lejana incluso para mis propios oídos. "El cliente siempre tiene la razón. Modificaré el plan según sus especificaciones."
Me obligué a sonreír, una sonrisa tirante y falsa. Si querían un espectáculo, les daría el mejor espectáculo de sus vidas. Planearía la boda más hermosa que esta ciudad hubiera visto jamás.
Y cada flor, cada vela, cada nota musical sería un recordatorio silencioso de la traición que estaban celebrando.