Capítulo 3

Marco entró en las ruinas y sus pasos se detuvieron de golpe.

Vio la placa conmemorativa que mis vecinos habían puesto en la pared que aún quedaba en pie.

Era simple, de metal, con mi nombre y mis fechas grabadas.

Miguel se levantó con dificultad, limpiándose la sangre que le salía de la boca con el dorso de la mano.

"Señor Vargas, mi madre de verdad murió. Y la herencia se perdió hace mucho tiempo. Por favor, en memoria de cómo ella le ayudó a construir su fortuna, ¿no podría dejarla descansar en paz?"

Marco permaneció en silencio por un largo momento, su mirada fija en la placa.

Luego, lentamente, extendió la mano para tocarla.

"¡No la toques!", gritó Miguel, lanzándose para detenerlo.

En un instante, la furia de Marco lo envolvió como una ola oscura.

Después de un siglo, su poder había alcanzado un nivel aterrador. Probablemente, ni el jefe de la mafia se atrevería a enfrentarlo cuando estaba enojado.

Miguel cayó de rodillas, temblando violentamente.

Las venas de su cuello y brazos se hincharon como cuerdas.

Poco después, se desplomó en el suelo, retorciéndose de dolor y gritando.

Mi corazón se hizo pedazos.

"¡Miguel!", grité, extendiendo la mano para ayudar a mi hijo.

Pero mi mano lo atravesó.

Fue entonces cuando lo recordé con una claridad brutal.

Estaba muerta.

Había muerto hace un siglo.

Una tristeza infinita me inundó. Me volví hacia Marco, ciega de rabia.

"¡Déjalo en paz! ¡No puede soportarlo, Marco, cabrón!"

Pero yo era solo un espíritu. Mis gritos y mis golpes no lo alcanzaban.

Afortunadamente, Marco no quería matar a Miguel. Retiró su poder justo a tiempo.

Mi hijo yació en el suelo durante mucho mucho tiempo, intentando levantarse sin éxito.

Finalmente, se quedó tendido, vomitando una gran cantidad de sangre.

Marco se acercó y le pisó el pecho, sin una pizca de compasión.

"Un bastardo como tú se atreve a intentar hacerme daño. Eres un inútil."

"¿Crees que soy fácil de engañar? ¿Cómo te atreves a fingir su muerte frente a mí? Ella gastó sus ahorros para salvarte, pero es una mujer astuta. Esas pérdidas no son nada para ella. Alguien como Sofía, incluso sin dinero, no tiene ningún problema."

Miguel jadeaba, mirándolo con una intención asesina que me asustó.

Pero era demasiado débil.

Tan débil que Marco ni siquiera se molestó en mirarlo por mucho tiempo.

Se acercó de nuevo a mi placa y la arrancó de la pared.

"Sofía, te doy tres días. Saca la herencia por las buenas. De lo contrario, así como una vez salvaste a este bastardo, así mismo lo mataré."

Levantó la mano.

La placa conmemorativa voló por los aires y se estrelló contra la pared opuesta.

Se hizo añicos al instante.