Cuando Marco se fue, mi hijo permaneció en el suelo durante mucho tiempo antes de poder moverse.
Se arrastró sobre el polvo y la tierra, recogiendo cuidadosamente cada pedazo de mi placa rota.
Juntó los fragmentos con una delicadeza que me rompió el corazón.
Después de volver a colocar los pedazos donde antes estaba la placa, se arregló la ropa andrajosa y caminó hacia la parte trasera de las ruinas.
Abrió una puerta secreta que yo no recordaba.
En la habitación secreta había una gran caja fuerte.
Dentro de la caja fuerte, no había joyas ni dinero.
Estaba mi cuerpo.
Y sobre mi pecho, un sobre con mis documentos. Esa era mi herencia.
Mi cuerpo estaba conservado, como si solo estuviera durmiendo. Si no se miraba con atención, se pensaría que solo estaba guardada.
Mi hijo se subió a la caja fuerte, sin sentir el frío del metal, y se acostó a mi lado.
Puso su mano sobre mi frente.
Comenzó a murmurar una fórmula, una serie de palabras antiguas que yo no entendía.
Pronto, una energía azul brillante fluyó de su mano hacia mi cuerpo.
"¡No, Miguel, no lo hagas!", grité en mi mente.
Durante un siglo, todos los días, había intentado evitar que me diera su energía.
Pero nunca lo logré.
Una vez que terminó la transferencia, mi hijo se veía aún más débil, más pálido.
Se acurrucó a mi lado, en mis brazos fríos.
Aunque no había calor, él pareció sentir algo cálido.
"Mamá, te extraño mucho."
"Ya no puedo más. Mamá, ven a buscarme."
Mis lágrimas de espíritu caían a cántaros.
Mi hijo había crecido durante un siglo, pero su energía vital seguía siendo baja.
Solo podía mantener la apariencia de un niño pequeño y frágil.
No era porque fuera un "bastardo".
Era porque había usado toda su energía, durante cien años, para mantener mi cuerpo y mi herencia.
Aunque sabía que la probabilidad de que yo volviera a la vida era mínima, él lo hacía.
Día tras día.
Recordé el pasado.
Conocí a Marco cuando él era solo un pequeño empresario sin futuro.
Había fracasado tres veces en sus negocios y su familia se negaba a reconocerlo como heredero.
Usé mis conexiones, las de mi propia familia influyente, para ayudarlo a establecerse.
Luego, con mi dote, lo ayudé a afianzarse en la alta sociedad.
Paso a paso, lo ayudé a llegar a la cima del mundo empresarial.
El día que se mudó a su mansión, me abrazó, emocionado hasta las lágrimas.
Juró que nunca me abandonaría.
Incluso antes de que yo quedara embarazada, éramos felices.
Hasta que conoció a Clara Sánchez en un evento social.
Una joven ambiciosa y hermosa.