Quién Es Isabella?
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Capítulo 4

Regresamos al departamento de Mateo en silencio. Él me preparó un té, mientras yo me sentaba frente a su laptop, con la mirada fija en la pantalla. Aunque habían destruido mi teléfono, la publicación seguía viva en internet, propagándose como un virus.

"Tienes que ver esto" , dijo Mateo, señalando la pantalla.

Los comentarios habían cambiado. Ya no eran de apoyo. Ahora, todos los nuevos mensajes decían lo mismo, con ligeras variaciones.

"¡Bórralo, idiota!"

"No sabes con lo que estás jugando. Quema esa credencial" .

"Por respeto a los muertos, elimina esto" .

"Hay demonios que es mejor no despertar" .

Eran cientos de comentarios, todos anónimos o con perfiles falsos, todos con el mismo tono de advertencia, de miedo. Era como si un ejército invisible se hubiera movilizado para silenciar la imagen de Isabella.

"Esto es de locos, güey" , susurró Mateo. "Es como una secta o algo así. Todos repiten lo mismo" .

"No es una secta" , dije, mi mente empezando a conectar los puntos. "Es algo más. Hay un patrón" .

Abrí las herramientas de desarrollador del navegador. Empecé a rastrear las direcciones IP de los usuarios que dejaban esos comentarios. Mi padre siempre había dicho que mi habilidad con las computadoras era una pérdida de tiempo. Ahora, era mi única arma.

Una por una, introduje las IPs en un localizador geográfico. El resultado me heló la sangre.

"No puede ser" , murmuré.

"¿Qué?" , preguntó Mateo, inclinándose para ver.

Todas las direcciones IP, sin excepción, provenían de la misma zona. Un radio de no más de quinientos metros. Y el epicentro de ese radio era un solo lugar.

El Panteón Francés de la Piedad. Un cementerio.

"Todos los comentarios vienen de ahí. O de los alrededores del cementerio" , dije, sintiendo un escalofrío.

¿Quién comentaría en redes sociales desde un cementerio? ¿Y por qué todos ellos estarían obsesionados con la credencial de Isabella?

La noche pasó lentamente. No pude dormir. Daba vueltas en la cama improvisada que Mateo me había preparado, la imagen de la sonrisa de Isabella grabada en mi mente, junto con la furia de mi padre y el miedo en los ojos de todos los demás.

Al amanecer, ya había tomado una decisión.

"Voy a ir a ese cementerio" , le anuncié a Mateo.

"¿Estás loco? ¿Y si es una trampa?"

"Es la única pista que tengo. Tengo que saber por qué" .

Tomé un taxi y le di la dirección al conductor. El Panteón Francés era un lugar antiguo y solemne, lleno de mausoleos de mármol y estatuas de ángeles llorando. Se sentía como entrar en otro mundo, un mundo de silencio y secretos.

Caminé por los senderos de grava, sin saber qué buscaba exactamente. Leía los nombres en las lápidas, esperando que alguno me dijera algo. Nada.

Entonces, a lo lejos, vi a un grupo de personas reunidas. Me acerqué con cautela, escondiéndome detrás de una gran tumba.

Y la vi.

Era mi madre.

Estaba vestida completamente de negro, con un velo que le cubría el rostro. Pero la reconocí por su postura, por la forma en que sostenía un ramo de flores blancas. No estaba sola. A su alrededor había un grupo de jóvenes, chicos y chicas de mi edad, todos vestidos de luto, todos con una expresión de profunda tristeza.

Mi corazón empezó a latir con fuerza. ¿Qué hacía mi madre aquí? ¿Y quiénes eran esos jóvenes?

Entonces, uno de los chicos se giró y su mirada se cruzó con la mía por un instante. Su rostro se contrajo de inmediato en una expresión de odio. Era el mismo odio que había visto en mi padre, en mis tíos, en el director de la escuela.

Se separó del grupo y caminó directamente hacia mí.

Detrás de él, mi madre se quitó el velo. Su rostro estaba devastado por el llanto, pero sus ojos, cuando me miraron, ardían con una acusación silenciosa y terrible.

Mi instinto me gritó que algo malo, algo irreversible, acababa de suceder. Y que, de alguna manera, yo era el culpable.

                         

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