Movida por una necesidad desesperada de entender, utilicé la excusa de "aprender de la mejor" para pedirle a la señora Morales una copia del examen de Catalina. Ella, pensando que era una señal de que finalmente estaba reaccionando y quería mejorar, accedió de buena gana.
Me encerré en un salón de práctica vacío y extendí las hojas sobre el suelo. Mi corazón latía con fuerza mientras comparaba sus respuestas con las mías, las que recordaba haber escrito mal a propósito. Y entonces lo vi.
Me quedé sin aliento.
No era solo que las respuestas finales fueran correctas. Era el proceso. En una de las preguntas de ensayo más complejas, que requería un análisis de la síncopa en la música jarocha, Catalina había seguido mi misma línea de razonamiento erróneo, paso por paso. Usó mis mismas premisas defectuosas, citó los mismos ejemplos irrelevantes que yo había elegido para parecer inteligente pero despistada. Era como si hubiera copiado mi borrador mental, mi proceso de pensamiento fallido. Pero al final, donde mi conclusión era lógicamente incorrecta, la suya, de alguna manera mágica e inexplicable, se transformaba en la respuesta perfecta y correcta.
Era imposible. Era como sumar dos más dos siguiendo un camino que llevaba a cinco, pero escribiendo "cuatro" como resultado final. Mi mente daba vueltas. ¿Cómo podía saber ella lo que yo había pensado? ¿Cómo podía replicar mis errores y aun así obtener la perfección?
Corrí a la oficina de la señora Morales, con los exámenes en la mano, temblando de agitación.
"¡Señora Morales, tiene que ver esto! ¡Mire! ¡Es mi mismo razonamiento, pero el resultado es diferente! ¡No tiene sentido!"
Ella tomó los papeles y los revisó con el ceño fruncido. Después de unos minutos, suspiró y me los devolvió con una mirada de compasión.
"Sofía, entiendo que estés buscando explicaciones para tu bajo rendimiento, pero esto es una exageración. Es una coincidencia. A veces, las mentes brillantes llegan a conclusiones similares por caminos diferentes. Catalina simplemente tuvo la claridad que a ti te faltó al final. Deberías enfocarte en estudiar en lugar de buscar conspiraciones."
Su desestimación fue como un golpe en el estómago. La información asimétrica era una tortura. Yo sabía que esto era una anomalía que desafiaba la lógica, pero para todos los demás, yo solo era una estudiante celosa y desesperada.
Más tarde ese día, vi a Catalina en la cafetería, presumiendo de su éxito ante un grupo de estudiantes, incluyendo a Miguel, mi novio.
"La verdad es que la historia de la danza simplemente fluye en mí", decía ella, moviendo su mano con un gesto teatral. "Es como si pudiera sentir la música de nuestros antepasados."
Miguel la miraba con una admiración que me revolvió las entrañas. La rabia me venció. Me acerqué a la mesa con una calma forzada.
"Felicidades, Catalina. Un 100 es impresionante", dije, con una sonrisa que no llegaba a mis ojos. "Estaba leyendo tu ensayo sobre el son jarocho. Es fascinante. Me encantaría que me explicaras un poco más sobre cómo la influencia africana en el ritmo del zapateado contradice la estructura melódica española. Tu análisis fue muy... único."
Le lancé una pregunta específica y técnica sobre el mismo punto donde su razonamiento se había desviado de forma ilógica. Una pequeña prueba.
Catalina parpadeó, su sonrisa vaciló por una fracción de segundo. El pánico brilló en sus ojos antes de que lo ocultara tras una máscara de confianza.
"Oh, Sofía, es algo tan complejo, tan intuitivo", respondió evasivamente. "Sería difícil explicarlo con simples palabras. Es más un sentimiento, ¿sabes?"
No sabía. Pero yo sí sabía que ella era un fraude. Y por primera vez, tenía una pequeña grieta por donde empezar a tirar del hilo.
---