La palabra "lana" sonó vulgar, fuera de lugar en medio de su pesadilla. Su hijo, Miguel, de ocho años, había sido secuestrado esa mañana. Hacía doce horas que no sabían nada de él, salvo por esta llamada y la exigencia de un rescate que vaciaría sus cuentas bancarias.
"Estamos en eso" , dijo Sofía, su propia voz sonando extrañamente calmada, controlada. "Necesitamos más tiempo" .
Ricardo se detuvo de golpe, mirándola con incredulidad. "¡No, Sofía! ¡Diles que tenemos el dinero! ¡Diles que ya lo tenemos!"
La voz del teléfono se burló. "Su esposo parece más ansioso. Le haremos caso a él. Una hora. En una hora queremos el dinero en la cuenta que les dimos. Si no, empiecen a rezar por su chamaco" .
La llamada se cortó, dejando un silencio pesado en el aire.
Ricardo se abalanzó sobre ella. "¿Qué te pasa? ¿Por qué dijiste que necesitábamos tiempo? ¡Podrían hacerle algo a Miguel!"
Sofía no lo miró. Sus ojos estaban fijos en la pantalla de su laptop, abierta sobre la mesa de centro. "Porque no tenemos el dinero, Ricardo" .
"¡Claro que lo tenemos! ¡La cuenta de ahorros, la de la empresa! ¡Lo tenemos, Sofía, lo sé!"
"No" , repitió ella, con una frialdad que helaba la sangre. Giró la laptop hacia él. En la pantalla se veía el estado de cuenta de sus ahorros conjuntos. El saldo era casi cero. Y debajo, una única transferencia masiva realizada esa misma tarde. "El dinero ya no está. Lo transferiste todo hace seis horas" .
Ricardo se quedó pálido. Miró la pantalla, luego a Sofía, con los ojos desorbitados. "Yo... yo puedo explicarlo" .
"Adelante" , dijo ella, cruzándose de brazos.
Él tragó saliva, incapaz de sostenerle la mirada. "Fue una emergencia, Sofía, una de vida o muerte. Estrellita me llamó... su hijo, Mateo... tuvo una recaída. Necesitaba una cirugía de corazón urgente, ¡o se moría! No tenía a nadie más, Sofía. ¡Es mi hijo también!"
Cada palabra era una puñalada. Estrellita. Su exnovia. Y Mateo, el hijo ilegítimo que Ricardo juraba era suyo, el secreto que había envenenado su matrimonio durante el último año.
"Así que usaste el dinero del rescate de nuestro hijo" , dijo Sofía, no como una pregunta, sino como una sentencia, "para salvar al hijo de tu amante" .
"¡Iba a reponerlo! ¡Te lo juro! ¡Estaba buscando cómo, pidiendo un préstamo, lo que fuera!"
Sofía soltó una risa seca, sin alegría. "Un préstamo. En medio de un secuestro. Eres patético, Ricardo" .
Cogió su teléfono, ignorando las súplicas de su esposo. Marcó el número desconocido de los secuestradores. Ricardo la miró, una mezcla de esperanza y terror en su rostro. Pensó que ella iba a suplicar, a negociar.
La llamada fue contestada al instante. La misma voz metálica. "¿Ya se decidieron?"
Sofía miró directamente a los ojos de Ricardo, un desafío gélido en su mirada. "Sí" , dijo con una claridad brutal. "Ya no vamos a pagar" .
Ricardo abrió la boca para gritar, pero se quedó sin aire.
"Escúchenme bien" , continuó Sofía, su voz firme como el acero. "El dinero ya no existe. Mi esposo se lo gastó. Así que hagan lo que tengan que hacer. Desarmen al niño" .
La línea quedó en silencio por un segundo. Incluso la voz distorsionada pareció sorprendida.
Ricardo finalmente reaccionó. Se lanzó hacia ella, tratando de arrebatarle el teléfono. "¡Sofía, no! ¡Estás loca! ¡¿Qué hiciste?!"
Ella lo apartó con una fuerza que él no sabía que poseía. "Hice lo que tú me obligaste a hacer. Tú tomaste una decisión, Ricardo. Elegiste a tu otro hijo. Yo solo estoy lidiando con las consecuencias de tu elección" .
"¡No, no, por favor, llámalos de nuevo! ¡Diles que fue un error! ¡Conseguiré el dinero, lo juro!"
"¿Cómo?" , preguntó ella, con un sarcasmo cruel. "¿Le pedirás a Estrellita que te lo devuelva? ¿Le dirás que nuestro hijo vale más que el suyo? Tú mismo dijiste que era de vida o muerte. El dinero se usó para una cirugía. Ya no hay vuelta atrás" .
Él la agarraba por los brazos, sacudiéndola, con el rostro descompuesto por el pánico. "¡Es nuestro hijo, Sofía! ¡Miguel! ¡Mi hijo!"
"¿Ah, sí? ¿Ahora te acuerdas?" , replicó ella, sin una pizca de emoción. "Hace seis horas no parecía importarte tanto. Hace seis horas, tu otro hijo era la prioridad" .
Recordó las promesas de Ricardo cuando se casaron, los juramentos de lealtad, de proteger a su familia por encima de todo. Esas palabras ahora eran cenizas en su boca.
El teléfono de Ricardo sonó. Era el número de los secuestradores de nuevo. Él lo miró como si fuera una serpiente.
La voz metálica habló desde el altavoz del teléfono de Ricardo. "Señora, su decisión es... interesante. Pero el niño va a pagar las consecuencias. ¿Está segura?"
Antes de que Ricardo pudiera gritar un "¡No!" , Sofía contestó por él.
"Completamente segura" . Y colgó.