Mi Dulce Venganza de Amor
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Capítulo 1

En el año 2038, el juego de realidad virtual "Sueño de Mariachi" era un fenómeno en todo México, un mundo de fantasía lleno de colores, música y tradiciones mexicanas donde millones de jugadores se sumergían cada día. Las plazas virtuales estaban siempre llenas de avatares vestidos de charros y chinas poblanas, y el sonido de las guitarras y trompetas nunca cesaba.

Pero en el foro oficial del juego, la conversación más popular no era sobre una nueva misión o un jefe difícil, sino sobre una jugadora: "La Calavera Alegre". Los comentarios eran crueles y directos.

"¿Neta que El Charro de Oro anda con esa calaca fea? Qué mal gusto."

"Seguro es una interesada. Quiere la fama del jugador número uno."

"Es un insulto visual, deberían banearla por tener un avatar tan horrible. Parece una calavera de azúcar mal hecha."

Yo era esa jugadora, Sofía Rojas. Leía cada comentario desde mi departamento en la Ciudad de México, y cada palabra se sentía como una pequeña piedra lanzada contra mí. Mi avatar, La Calavera Alegre, era una figura esquelética, decorada con flores de cempasúchil marchitas y patrones que yo misma había diseñado para que no fueran atractivos, una caricatura intencionalmente tosca.

Lo hice a propósito. En la vida real, mi apariencia me causaba una ansiedad constante. Desde niña, la gente siempre comentaba sobre mi cara, mis ojos, mi figura. La atención no deseada de los hombres, la envidia de otras mujeres, me hacían sentir como un objeto en exhibición. En "Sueño de Mariachi", quería ser invisible, quería que la gente me valorara por mis habilidades, no por una cara bonita que ni siquiera había elegido. Quería paz.

Pero mi relación con "El Charro de Oro", el jugador más famoso y deseado del juego, arruinó ese plan. Él era Héctor Morales en la vida real, el carismático CEO de TecnoCharro, la empresa que, irónicamente, estaba desarrollando un nuevo motor gráfico para videojuegos.

Últimamente, Héctor estaba distante. Sus mensajes en el juego eran cortos, casi monosílabos.

"¿Hacemos la misión de la Sierra Encantada hoy, mi amor?", le escribí esa tarde.

La respuesta tardó una hora en llegar. "Ocupado. Trabajo."

Sentí una punzada de soledad. Para compensar, me concentré en el trabajo que él mismo me había encargado: una serie de ilustraciones conceptuales para el nuevo proyecto de su empresa. Llevaba semanas dibujando sin parar, poniendo todo mi talento y mi cariño en cada trazo, imaginando su cara de sorpresa y orgullo cuando se las entregara. Creía que si le demostraba mi valía a través de mi arte, nuestra relación se fortalecería.

Esa noche, mientras daba los toques finales a un paisaje desértico lleno de criaturas fantásticas, una notificación apareció en la esquina de mi pantalla. Era una alerta automática de un servidor privado de TecnoCharro al que Héctor me había dado acceso para que pudiera subir mis avances. Un nuevo proyecto había sido creado. No pude evitar la curiosidad. Hice clic.

El nombre del proyecto me heló la sangre: "El Sueño de Isabella". Dentro, había docenas de archivos, diseños de un mundo de juego completamente nuevo, uno lleno de jardines de rosas y palacios de cristal. No se parecía en nada al estilo de "Sueño de Mariachi". Y en un archivo de texto, un registro de chat entre Héctor y sus desarrolladores.

"Asegúrense de que el avatar de La Dama de Rojo sea perfecto. Isabella se merece lo mejor."

Isabella. La Dama de Rojo. El primer amor de Héctor en el juego, una leyenda que se había retirado hacía años. Mi corazón se detuvo. Todo este tiempo, su distancia, su "trabajo"... no era para nosotros. Era para ella.

            
            

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