Estaba planeando la boda de mis sueños con Ricardo, el hombre que amaba, o eso creía.
Pero en un instante, todo se derrumbó: lo encontré en nuestra cama, entrelazado con mi hermanastra Isabella, sus risas cómplices resonando en mi mente.
Peor aún, escuché sus voces antes de que me vieran, "Una vez que te cases con ella y tengamos el control de la empresa, la echaremos a la calle. Al fin y al cabo, ella no es más que una huérfana adoptada." Mi mundo se hizo añicos, mi familia adoptiva me había relegado, favoreciendo a Isabella, y yo, cegada por el amor, no vi la conspiración.