Su Promesa, Su Prisión
img img Su Promesa, Su Prisión img Capítulo 4
4
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
Capítulo 23 img
Capítulo 24 img
Capítulo 25 img
Capítulo 26 img
Capítulo 27 img
Capítulo 28 img
Capítulo 29 img
Capítulo 30 img
img
  /  1
img

Capítulo 4

No sentí nada al imaginar a Sofía en el techo. Sabía que no saltaría. Se amaba demasiado a sí misma para eso. Todo era un espectáculo, un acto de manipulación bien ensayado.

Terminé mi turno, recogí mi paga y volví a mi pequeña habitación alquilada sobre la fonda. Dos días. Solo dos días más hasta mi vuelo.

Pasé el día siguiente aturdida, caminando por la ciudad, una extraña en mi propia ciudad natal. Evité los lugares a los que Damián y yo solíamos ir, los parques, los museos, los pequeños restaurantes. Ahora eran recuerdos contaminados.

Esa noche, recibí un mensaje de Jimena. "Reunión familiar. Mamá dice que tienes que estar aquí. Es sobre el compromiso".

Sabía lo que venía. Volví a la mansión, con el corazón como una piedra fría y dura en el pecho.

Estaban todos allí, reunidos en la sala formal. Mis padres, Jimena, Damián y Sofía, que estaba envuelta en una manta de cachemira, luciendo pálida e interesante.

Mi madre me sonrió, una visión rara e inquietante.

-Ana María, querida. Tenemos una noticia maravillosa.

-La salud de Sofía es tan frágil -comenzó mi padre, retomando la narrativa-. El doctor dijo que cualquier angustia emocional podría ser... fatal. Y su único verdadero deseo, lo único que le dará la voluntad de vivir, es comprometerse con Damián.

Miré a Damián. No me miraba a los ojos. Solo miraba al suelo, con la mandíbula apretada.

-Así que, hemos decidido -continuó mi madre, su voz empalagosamente dulce-, que le darás tu compromiso a Sofía. Es por el bien de todos, ¿ves? Un pequeño sacrificio por la vida de tu hermana.

Me volví hacia Damián.

-¿Es esto lo que quieres? -pregunté, mi voz sorprendentemente firme.

Finalmente levantó la vista, sus ojos llenos de una miseria que casi reflejaba la mía.

-Su psicólogo dijo que la estabilizaría. Es solo una medida temporal, Ana María. Para calmarla.

-¿Así que te vas a casar con ella? -presioné.

-¡No! Por supuesto que no. Es solo una farsa -dijo, su voz desesperada.

Una farsa. Toda mi vida robada había sido por una farsa.

Miré sus rostros expectantes, esperando que me derrumbara, que llorara, que protestara. En cambio, sonreí.

-Está bien -dije con calma.

La habitación se quedó en silencio. Me miraron, conmocionados.

Sofía, sin embargo, no estaba satisfecha. Se quitó la manta.

-¡No es suficiente! ¡Quiero que nos bendiga! ¡Quiero que se arrodille y nos desee felicidad! -Agarró un abrecartas cercano del escritorio, presionando la punta contra su muñeca-. ¡Si no lo hace, lo haré! ¡Moriré aquí mismo!

Mi hermana Jimena, con el rostro pálido, corrió a mi lado.

-¡Ana María, solo hazlo! ¡Por favor! ¡Por la familia! ¿No has causado ya suficientes problemas?

Miré a Jimena, a mis padres, al hombre que una vez amé. ¿Cuántas veces me habían pedido que me sacrificara por Sofía? Mi beca, mi libertad, mi futuro. Ahora, mi dignidad.

Miré a Sofía, al abrecartas sostenido tan dramáticamente contra su piel.

-Bien -dije, mi voz resonando con una extraña claridad-. Lo haré. Pero con una condición.

Todos los ojos estaban sobre mí.

-Quiero que se arrodille y me dé las gracias -dije, mi voz tan fría como el hielo-. Que me agradezca por los siete años que pasé en prisión por ella. Que me agradezca por la vida que me robó.

                         

COPYRIGHT(©) 2022