Capítulo 5 5

Sofía aún sentía el peso del brazo de su madre jalándola por los pasillos de la mansión, como si fuera una prisionera, como si ya no tuviera derecho a decidir sobre su propia vida. Había estado tan cerca de escapar con Hugo, tan cerca de iniciar una vida libre de imposiciones y mentiras. Sin embargo, Martha la había encontrado antes de que pudiera llegar a la estación de tren. Sofía apenas tuvo tiempo de procesar la traición de su madre antes de que se encontrara sentada en el sofá, llorando con amargura, mientras Martha la miraba desde arriba, con una expresión de absoluto desprecio.

-¿Y ahora qué piensas, Sofía? -dijo Martha, su tono cortante y frío-. Ni siquiera por tu padre fuiste capaz de dejar tu egoísmo. ¿Qué crees que iba a pasar con él si se enteraba de que su "amada hija" había decidido escaparse con ese don nadie?

Las palabras de su madre la hicieron quedarse en silencio, paralizada. En su desesperación por huir, no había pensado en lo que eso podría significar para su padre. Su único deseo había sido ser libre, escapar del control de su madre y vivir su amor con Hugo, pero ahora, la culpa la invadía. Bajó la mirada, apretando las manos en su regazo.

Martha negó con la cabeza, como si estuviera frente a una niña caprichosa en lugar de una joven mujer que había estado luchando por el control de su vida.

-No voy a permitir que esto vuelva a suceder -sentenció Martha, su voz tan fría que hizo que Sofía temblara-. Hoy mismo se celebrará tu boda con Fernando Davis. Y no habrá nada, ni nadie, que me haga cambiar de opinión.

El rostro de Sofía se descompuso. La desesperación la consumía. Todo su esfuerzo por huir con Hugo había sido en vano, y ahora su destino estaba decidido. Casarse con un hombre al que no amaba, un completo desconocido, parecía una condena sin escapatoria.

-Debe haber otra forma de salvar a la familia -suplicó, con la voz rota y los ojos llenos de lágrimas-. Por favor, mamá, debe haber otra manera que no sea casarme con un hombre que no amo.

Pero Martha no estaba dispuesta a escuchar. Se acercó a ella, y, con un gesto brusco, tomó el rostro de Sofía entre sus manos, obligándola a mirarla a los ojos. La frialdad en su mirada era aterradora, y su agarre era firme, inquebrantable.

-¿Todavía no lo entiendes? -murmuró Martha, con un tono amenazante-. Te vas a casar con Fernando, así tenga que arrastrarte hasta el altar. De una forma u otra, Sofía, cumplirás con tu deber.

El miedo y la impotencia se mezclaban en el pecho de Sofía. Sabía que Martha estaba dispuesta a todo para salirse con la suya, y que no tendría piedad alguna si intentaba oponerse de nuevo. Aquella mujer, su propia madre, parecía dispuesta a destruir cualquier rastro de felicidad que pudiera quedarle con tal de conservar su posición y estatus.

Sofía miró a su madre y comprendió que no habría salida fácil. La boda sería ese mismo día, y Martha la llevaría hasta el altar, aunque fuera en contra de su voluntad.

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Sofía se miró en el espejo, pero apenas se reconocía. Su reflejo le devolvía la imagen de una joven atrapada, sin esperanza y con los ojos enrojecidos por el llanto. Una de las mucamas intentaba retocar su maquillaje por enésima vez, esforzándose en vano por ocultar las lágrimas que seguían cayendo. El vestido blanco parecía una burla cruel, una prenda que simbolizaba amor y felicidad, cuando en su corazón solo sentía tristeza y resignación.

Martha, de pie junto a ella, la observaba con impaciencia. Tras un suspiro exasperado, se acercó a su hija y murmuró con voz fría, casi indiferente:

-Todo esto va a pasar, Sofía. Ya lo verás. Con el tiempo, aprenderás a amar a ese hombre. Todo será mejor de lo que piensas.

Sofía cerró los ojos y apretó los labios. ¿Cómo podía su madre decir esas palabras con tanta seguridad? Para ella, Fernando Davis era el símbolo de su prisión, un hombre desconocido que se prestaba a esta farsa y que, en su opinión, no podía tener buenas intenciones si había aceptado forzarla a un matrimonio sin amor. Sofía no respondió, dejando que el silencio hablara por ella.

La mucama colocó con cuidado un velo sobre su rostro, y, de la mano de su madre, Sofía salió del cuarto. Caminaban hacia el vasto jardín de la mansión, ahora transformado en un escenario de cuento, decorado hasta el último detalle para la ceremonia. Pero todo le parecía irreal, como si estuviera en una pesadilla de la que no podía despertar.

-¿Dónde está papá? -preguntó Sofía, buscando desesperadamente un atisbo de apoyo, de cariño, algo que pudiera recordarle que no estaba completamente sola.

-Tu padre no asistirá -respondió Martha, en tono cortante-. Su estado de salud no se lo permite. No queremos que se esfuerce innecesariamente.

Sofía sintió una punzada de angustia. Sabía que su padre jamás habría aprobado esta boda si estuviera consciente de lo que realmente estaba ocurriendo. Martha había organizado todo en silencio, en la sombra, mientras él yacía recuperándose. Su madre había planificado cada paso para evitar que alguien interfiriera.

Las lágrimas amenazaron con derramarse nuevamente, pero Martha le dio un apretón en el brazo, un gesto que fue casi una advertencia.

-Compórtate, Sofía -le susurró al oído, sin dejar espacio para la compasión-. Esta es tu boda. Más te vale empezar a asumirlo.

Cuando Sofía levantó la vista, vislumbró el altar y vio a Fernando Davis, esperando a que ella recorriera el camino hasta él. Era un hombre alto, de cabello negro y aspecto impecable, con el porte digno de alguien que estaba acostumbrado a conseguir todo lo que deseaba. A pesar de su indudable atractivo, la visión de él solo le provocaba rechazo y amargura. En sus ojos no veía bondad ni amor, solo una aceptación calculadora, como si fuera un simple negocio más en su vida.

Sofía sintió que el odio comenzaba a crecer en su pecho. Prometió en silencio que nunca olvidaría ni perdonaría esta imposición, que jamás cedería a los caprichos de este hombre que se prestaba a una boda forzada. Mientras daba sus primeros pasos hacia él, el peso de sus lágrimas y su promesa la mantenían firme.

Odiaría a Fernando Davis hasta la muerte.

                         

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