¡La revancha de la increíble exesposa del CEO!
img img ¡La revancha de la increíble exesposa del CEO! img Capítulo 4 Cuatro
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Capítulo 7 Siete img
Capítulo 8 Ocho img
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Capítulo 12 Doce img
Capítulo 13 Trece img
Capítulo 14 Catorce img
Capítulo 15 Quince img
Capítulo 16 Dieciséis img
Capítulo 17 Diecisiete img
Capítulo 18 Dieciocho img
Capítulo 19 Diecinueve img
Capítulo 20 Veinte img
Capítulo 21 Veintiuno img
Capítulo 22 Veintidós img
Capítulo 23 Veintitrés img
Capítulo 24 Veinticuatro img
Capítulo 25 Veinticinco img
Capítulo 26 Veintiséis img
Capítulo 27 Veintisiete img
Capítulo 28 Veintiocho img
Capítulo 29 Veintinueve img
Capítulo 30 Treinta img
Capítulo 31 Treinta y uno img
Capítulo 32 Treinta y dos img
Capítulo 33 Treinta y tres img
Capítulo 34 Treinta y cuatro img
Capítulo 35 Treinta y cinco img
Capítulo 36 Treinta y seis img
Capítulo 37 Treinta y siete img
Capítulo 38 Treinta y ocho img
Capítulo 39 Treinta y nueve img
Capítulo 40 Cuarenta img
Capítulo 41 Cuarenta y uno img
Capítulo 42 Cuarenta y dos img
Capítulo 43 Cuarenta y tres img
Capítulo 44 Cuarenta y cuatro img
Capítulo 45 Cuarenta y cinco img
Capítulo 46 Cuarenta y seis img
Capítulo 47 Cuarenta y siete img
Capítulo 48 Cuarenta y ocho img
Capítulo 49 Cuarenta y nueve img
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Capítulo 70 Setenta img
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Capítulo 76 Setenta y seis img
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Capítulo 80 Ochenta img
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Capítulo 86 Ochenta y seis img
Capítulo 87 Ochenta y siete img
Capítulo 88 Ochenta y ocho img
Capítulo 89 Ochenta y nueve img
Capítulo 90 Noventa img
Capítulo 91 Noventa y uno img
Capítulo 92 Noventa y dos img
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Capítulo 4 Cuatro

El salón quedó en un silencio tan profundo que hasta se podía escuchar el latido de un corazón. Todos miraban a Thalassa con sorpresa, pero la única reacción que a ella le importaba era la de Kris.

Él abrió mucho los ojos y se le ensancharon las fosas nasales, como si estuviera intentando averiguar si su mujer decía la verdad.

"Sí", prosiguió ella con firmeza. "Es cierto. Lo descubrí ayer. Por eso te llamé tantas veces. Quería... darte la buena noticia, pero nunca me contestaste. Te envié un mensaje de texto diciendo que tenía algo importante que decirte. Eso era lo que te quería compartir".

Acto seguido, contuvo el aliento mientras contemplaba la reacción de su esposo, esperando ansiosamente la respuesta. Él escudriñó su rostro con la mirada, como si intentara encontrar el menor indicio de que estaba mintiendo.

Justo cuando Thalassa empezaba a pensar que Kris le creía, su suegra intervino.

"Hijo, no puedes creer nada de lo que salga de la boca de esa puta, después de todo lo que ha hecho. ¡Está mintiendo! ¡Obviamente, está diciendo eso para que no te divorcies de ella!".

"¡No miento!", rebatió la joven con firmeza. "Cuando lo descubrí, se lo conté a Karen. Y ella...".

"¿Por qué sigues intentando involucrarme en tus mentiras? A mí no me dijiste nada", negó nuevamente la aludida.

Thalassa no se sorprendió por su reiterada traición, aunque eso no hizo que le doliera menos.

"Lárgate de aquí", ordenó Kris, cuya expresión conflictuada se transformó de nuevo en una mirada dura y fría.

"Acabo de decirte que estoy embarazada. ¿Realmente quieres que me vaya?", preguntó su esposa, estremeciéndose y con la garganta tensa.

"Ya no caigo en tus mentiras. Te quiero fuera de mi vida porque no te soporto. Te odio, Thalassa Thompson".

"Tú... no lo dices en serio", objetó ella, sacudiendo vigorosamente la cabeza, mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos.

"Tienes razón: no lo digo en serio. La verdad es que no te odio; te desprecio profundamente", respondió Kris, soltando una carcajada helada que le causó un escalofrío.

Thalassa finalmente permitió que las lágrimas cayeran por su rostro. En ese momento, el dolor que la desgarró por dentro fue tan agudo e intenso que le pareció que un cuchillo la atravesaba. De hecho, tuvo que esperar unos segundos a que el dolor disminuyera para hablar.

"De acuerdo", dijo finalmente, enjugándose con furia las lágrimas que corrían por sus mejillas. "Dame un bolígrafo para que firme los papeles de divorcio".

Ya se había cansado, tanto de las humillaciones como de intentar demostrar su inocencia ante Kris. Si él quería despreciarla, entonces que así fuera.

Alguien colocó un bolígrafo frente a ella. Sin siquiera molestarse en ver quién se lo ofrecía, Thalassa lo agarró y caminó hacia la mesa de centro de la sala. Se agachó para recuperar los papeles de divorcio del suelo, los colocó sobre la mesa y firmó todos los lugares requeridos. Acto seguido, cerró la carpeta y caminó hacia donde estaba su exesposo.

"Aquí tienes", comenzó con una voz desprovista de cualquier emoción. "Ya los firmé, justo como querías".

"Una vez que decidas a dónde te irás, avísame dónde quieres que te lleven tus pertenencias. Me encargaré de que alguien te las entregue", respondió Kris, aceptando los documentos, sin quitarle en ningún momento los ojos de encima.

Después, se dio la media vuelta y se alejó sin mirar atrás.

Apenas desapareció de su vista, Thalassa se giró lentamente para mirar a la gente detrás de ella.

Todas sonreían victoriosamente, a excepción de Karen, quien ni siquiera tenía el valor de mirarla.

"Zorra, ¿por qué sigues aquí? Mi hermano ya se divorció de ti. Tomas, sácala", indicó Tyler, el hermano de Kris.

"Conozco el camino a la salida", dijo fríamente Thalassa, zafándose del agarre del guardia, justo cuando este le apretaba el brazo.

Con orgullo, comenzó a caminar hacia la puerta, pero cuando pasó junto a su exsuegra, Linda la agarró del brazo y susurró en un tono bajo para que solo ella la escuchara: "¿De verdad crees que vas a parir a ese bastardo que intentas pasar por mi nieto?".

Eventualmente, la soltó, pero la chica no respondió y siguió caminando hacia la salida. No habría podido hacerlo, incluso si hubiera querido, porque estaba cansada. De hecho, estaba exhausta; no sentía nada.

Había estado soportando durante un año la repentina frialdad de Kris y la humillación de su familia, haciendo todo lo posible por hacer que su matrimonio funcionara, ¿y qué había conseguido? Nada. Todo había sido en vano.

Apenas salió de la Mansión Miller, Thalassa siguió caminando. No sabía cuánto tiempo llevaba vagando sin rumbo. Su única certeza era que su mundo entero se había derrumbado a su alrededor y no sabía cómo recoger los pedazos.

De repente, regresó bruscamente en sí cuando una mano la agarró repentinamente por la espalda y la empujó a un callejón oscuro. Ella sintió que el corazón le daba un vuelco y gritó, pero rápidamente le taparon la boca.

"¡No te atrevas a gritar!", siseó su atacante, que era un hombre con el rostro cubierto por un pasamontañas.

Thalassa inhaló profundamente y se dio cuenta de lo imprudente que había sido al vagar por las calles a deshoras.

No podía permitir que el desconocido le hiciera algo, pues ya había pasado por demasiado como para sumar una desgracia más.

Con todas sus fuerzas, mordió la mano del hombre.

Él chilló y la soltó, pero antes de que ella tuviera la oportunidad de escapar, la volvió a agarrar del cuello, la azotó contra la pared y le metió un fuerte rodillazo en el estómago.

La joven jadeó mientras el dolor recorría su abdomen y abría los ojos con temor, ¡pues su bebé estaba en peligro!

"No me lastimes. Por favor...", suplicó. "Puedes llevarte todo lo que tengo; solo no me golpees... ¡Estoy embarazada!".

"¿Y tú crees que me importa?", replicó su agresor, riéndose con desdén. Luego, acercándose más a ella, le susurró al oído: "Me enviaron a darte un mensaje. La próxima vez, no intentes entrar a donde no perteneces".

Al instante siguiente, le metió otro rodillazo en el estómago, en esta ocasión con más fuerza que antes.

Thalassa soltó un gemido de dolor y sintió que la fuerza abandonaba su cuerpo, mientras caía al suelo.

Débil, se sujetó el vientre al suplicar: "Te lo ruego. Por favor, no me lastimes. Estoy embarazada. ¿Por qué haces esto? Ten piedad. ¡Por favor!".

Desafortunadamente, sus súplicas cayeron en oídos sordos. El hombre comenzó a patearla en el abdomen, una y otra vez. Entre más suplicaba ella, él aumentaba la intensidad de sus ataques.

Cuando finalmente se detuvo, Thalassa tenía el rostro surcado de lágrimas y gemía de dolor. Se tardó varios segundos en percatarse de que el agresor se había ido.

Apoyó su mano en el piso y, a pesar de que todo su cuerpo le dolía, se obligó a incorporarse, pero se detuvo cuando se dio cuenta de que estaba sangrando. Tenía la ropa manchada de sangre, y esta corría por sus muslos.

'¡No! ¡Mi bebé! ¡Mi pobre bebé! Necesito salvarlo', pensó, presa del pánico.

"Ayúdenme. Por favor, ayúdenme", pedía débilmente, tras salir arrastrándose del callejón con las últimas fuerzas que le quedaban.

Intentó ponerse de pie, pero le dolía demasiado el cuerpo, así que siguió arrastrándose mientras continuaba pidiendo ayuda.

De repente, vio a una mujer acercándose y extendió su mano, mientras decía: "Por favor... ayúdame".

La otra se aterrorizó ante eso y salió corriendo, sin dedicarle otro vistazo.

"No... por favor, ¡no te vayas! ¡Ayúdame!".

Thalassa se sentía demasiado débil. De golpe, el mundo comenzó a darle vueltas y se desplomó. Lo siguiente que supo fue que todo se volvía negro.

            
            

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