Capítulo 6 Decidida a alcanzar su sueño

Jayden no esperaba para nada la visita de Elyse, así que entró en pánico y, sin pensarlo dos veces, se dejó caer al suelo.

Al verlo desplomarse y luchar por levantarse, apoyándose en su silla de ruedas, Elyse sintió un escalofrío. ¿Estaba practicando para ponerse de pie a escondidas? ¿Aprovechaba que estaba solo en el estudio para intentar algo que no quería que ella supiera?

-¿Qué haces aquí? -preguntó Jayden desde el suelo, claramente frustrado, tras varios intentos fallidos por levantarse.

Al darse cuenta de que había descubierto algo que Jayden prefería ocultar, la culpa la invadió.

-Lo siento. Solo vine a decirte que ya te fueras a dormir -respondió, apenada.

-No es necesario. Déjame en paz -soltó él, como si le hubieran herido el orgullo.

Las palabras de Jayden calaron hondo en Elyse. Quería decirle algo para consolarlo, pero recordó lo que Driscoll le había contado: que tal vez Jayden nunca volvería a caminar, y cualquier intento de consuelo de su parte solo sonaría falso.

Después de un largo silencio, murmuró:

-Perdón, no quise interrumpir... -y, sin decir más, se dio la vuelta y se dirigió a su cuarto.

Jayden escuchó sus pasos alejarse, pero solo se levantó cuando estuvo seguro de que ya no estaba. Se sacudió el polvo de las piernas, dándose cuenta de lo descuidado que había sido. Tenía que tener más cuidado, sobre todo ahora que Elyse había empezado a descubrir la mentira sobre su discapacidad.

Mientras tanto, en su cuarto, Elyse no podía dejar de pensar en lo sucedido. Se retorcía en la cama, llena de culpa, incapaz de dormir. Sentía que había herido a Jayden, que había invadido su espacio y descubierto algo que ni él mismo quería enfrentar.

...

A la mañana siguiente, cuando Elyse bajaba las escaleras, notó que Jayden no estaba en casa. La curiosidad la picó, así que fue directo a Driscoll.

-¿Dónde está Jayden? -preguntó.

-Va al hospital seguido para sus chequeos. Ahora mismo está allá con el médico de la familia -respondió Driscoll, sin mirar hacia ella.

-¿Por qué no me dijo que iba a ir? Pude haberlo acompañado -inquirió Elyse, algo preocupada.

Driscoll suspiró.

-No quería que escucharas al doctor decir que nunca podrá volver a caminar. Por eso prefirió no decirte nada.

Elyse suspiró también, sintiendo un nudo en el estómago por él.

-Tengo que ir a trabajar. No vuelvo para el almuerzo.

Después de desayunar, agarró su bolsa y salió.

Ese día, la orquesta estaba realizando audiciones para una gira. Los músicos seleccionados viajarían como parte de la próxima temporada de conciertos.

Desde pequeña, Elyse había soñado con ser la concertino. Su amor por el violín siempre había sido más que una pasión; era una meta, una parte de su identidad. Estaba decidida a no dejar pasar esta oportunidad, así que se dirigió sin pensarlo al evento.

Al llegar al tercer piso, se topó con Rebekah Bentley, que salía de su oficina.

Cuando Rebekah vio la hoja de registro en la mano de Elyse, no pudo evitar lanzarle una mirada llena de desprecio.

-¿Vas a audicionar para la gira? -se burló.

-Cualquiera puede aplicar -contestó Elyse con tranquilidad, ignorando el tono sarcástico de Rebekah.

Rebekah soltó una risita burlona.

-Parece que este año la selección no va a ser un gran reto.

-Estoy de acuerdo. Sabía que lo lograría si mi competencia fueras tú -respondió Elyse con seguridad, sin dudar en su respuesta.

Luego, sin esperar más, caminó directo hacia Rebekah y la pasó de largo.

-Me estorbas -añadió, con una sonrisa desafiante.

-¿Dices que te estorbo? -reclamó Rebekah, furiosa.

Elyse prefirió no contestarle. Sabía cómo funcionaban las cosas con Rebekah.

El año anterior, ambas habían ingresado a la orquesta como violinistas y, desde entonces, las comparaban constantemente. Rebekah siempre había sido hostil, dejando claro que nunca serían amigas, solo rivales.

Elyse entró en la oficina y se acercó a una mujer mayor pero elegante que estaba organizando las hojas de registro. Le entregó su solicitud con firmeza.

-Señorita Hopkins, aquí está mi hoja de registro -dijo, sin vacilar.

Wanda Hopkins frunció el ceño al ver la solicitud. Algo en su rostro denotaba incomodidad.

-¿Estás segura de que quieres participar? No me vas a pedir que retire tu solicitud como el año pasado, ¿o sí? -preguntó, con un tono que insinuaba preocupación.

Elyse agachó la cabeza, sintiendo una punzada de vergüenza. Recordaba que el año anterior había entregado su solicitud, pero la retiró porque su madre, Glenda, se había metido en sus decisiones y había cerrado esa puerta para ella.

Wanda, que siempre había reconocido el talento de Elyse, le había insistido que no desperdiciara la oportunidad, pero su madre siempre había tenido la última palabra.

-No, no lo haré. No voy a desperdiciar más oportunidades. Estoy decidida a perseguir mi sueño, y esta vez nada me va a detener -respondió Elyse con determinación.

Wanda la miró detenidamente, como si estuviera evaluando sus palabras.

-¿Y por qué no te diste cuenta de eso el año pasado? -preguntó, sin poder evitar la curiosidad.

Elyse abrió la boca para contestar, pero se dio cuenta de que no podía decir la verdadera razón.