El Marco del Marido, la Feroz Justicia de la Esposa
img img El Marco del Marido, la Feroz Justicia de la Esposa img Capítulo 6
6
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
img
  /  1
img

Capítulo 6

El primer instinto de Álex fue protegerla.

Agarró el brazo de Catalina, tirando de ella hacia la salida de emergencia.

-Vamos, tenemos que salir.

Ni siquiera me miró. Simplemente corrió, arrastrándola con él.

Me quedé allí, viéndolos irse. Una parte de mí, una parte pequeña y estúpida, quería gritar su nombre. Pero no lo hice.

Sabía lo que Catalina estaba haciendo. Esto era una prueba. Un juego de poder. Me estaba mostrando a mí, y a él, a quién salvaría en un incendio.

Había fallado. De nuevo.

El pasillo se llenó de residentes en pánico. Alguien me empujó por detrás y tropecé, mis pies enredándose debajo de mí. Caí con fuerza, el impacto me dejó sin aliento.

La gente pasaba por encima de mí, sus pies pisoteando mis manos, mis piernas, mi espalda. El dolor era agudo y cegador. Sentí una bota pesada sobre mi pecho y un crujido espantoso.

No podía respirar. El aire estaba siendo aplastado fuera de mis pulmones.

La oscuridad se deslizó por los bordes de mi visión. Mi último pensamiento consciente fue el rostro de Álex mientras huía de mí.

Desperté en el hospital de nuevo. El ahora familiar olor a antiséptico llenó mis sentidos.

Álex estaba allí, fumando un cigarro junto a la ventana abierta. El humo se enroscaba hacia el techo, un fantasma gris en la habitación estéril.

Tosí, mis costillas rotas gritando en protesta.

Inmediatamente apagó el cigarro, sus movimientos bruscos.

-Sofi. Ya despertaste.

Corrió a mi lado, su rostro un desastre de culpa y ansiedad.

-Lo siento mucho. Pensé que estabas justo detrás de mí. Catalina tiene asma, el humo... tenía que sacarla.

Siempre era una excusa. Siempre una razón por la que ella era lo primero.

-Entiendo -dije, mi voz un susurro ronco.

Me miró, confundido.

-¿Tú... lo entiendes?

-Sí -dije. Mi voz era plana, desprovista de emoción. Sabía que no me estaba hablando a mí. Se estaba hablando a sí mismo, tratando de convencerse de que era un buen hombre que había tomado una decisión difícil.

Se relajó, aliviado de que no estuviera peleando con él.

-Bien. Eso es bueno.

Una oleada de mareo me invadió. El dolor era inmenso.

-Quiero ver a mi abue -dije, las palabras una súplica desesperada.

Asintió.

-Por supuesto. Tan pronto como estés mejor, iremos a verla. Te lo prometo.

Se sentó junto a mi cama durante horas, una presencia silenciosa y melancólica. Su teléfono vibró de nuevo. Catalina. Alguna nueva crisis.

-Tengo que irme -dijo, ya de pie.

Solo asentí.

Un pavor frío se filtró en mis huesos. Algo andaba mal.

Tan pronto como se fue, usé el celular de prepago que Ximena me había dado. La llamé.

-Xime, necesito que hagas algo por mí. Averigua dónde está mi abuela. Ahora.

Álex regresó tarde esa noche. Se veía... destrozado. Su ropa estaba arrugada, su cabello era un desastre.

Entró furioso en la habitación y arrojó una tablet sobre mi cama.

-¿Qué demonios es esto, Sofi?

En la pantalla había un artículo de noticias. Una foto de Catalina, su rostro surcado de lágrimas. El titular decía: "AMANTE DE FISCAL ACOSADA POR ESPOSA CELOSA".

El artículo estaba lleno de mentiras, pintándome como una mujer vengativa y despechada que atormentaba a la frágil e inocente Catalina. Detallaba mi "historial de violencia", convirtiendo mi pasado como víctima de abuso en una narrativa en la que yo era la agresora.

-Fuiste tú, ¿verdad? -gruñó Álex, su rostro contorsionado por la rabia-. ¿Filtrando esto, tratando de destruirla?

-No -dije, mi voz tranquila.

No me creyó. Se abalanzó sobre mí, sus manos agarrando la parte delantera de mi bata de hospital. Me sacudió, mi cabeza golpeando contra la almohada.

-¡Eres un monstruo, Sofi! ¡Estás tratando de arruinarle la vida! -gritó, su saliva golpeando mi cara-. ¡Después de todo lo que he hecho por ti!

Me empujó de vuelta contra la cama y salió furioso, dejándome temblando, no de miedo, sino de una rabia fría y clara.

Yací allí durante mucho tiempo, el dolor en mis costillas un latido sordo y constante. Pensé en nuestros votos matrimoniales. En la salud y en la enfermedad. Para bien o para mal.

Me pregunté si siquiera los recordaba.

                         

COPYRIGHT(©) 2022