EXESPOSA DESECHADA: Renaciendo de las cenizas
img img EXESPOSA DESECHADA: Renaciendo de las cenizas img Capítulo 5 Ninguno
5
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 Ninguno img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 Ninguno img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
Capítulo 23 img
Capítulo 24 img
Capítulo 25 img
Capítulo 26 img
Capítulo 27 img
Capítulo 28 img
Capítulo 29 img
Capítulo 30 img
Capítulo 31 img
Capítulo 32 img
img
  /  1
img

Capítulo 5 Ninguno

Punto de vista de Camila

El estacionamiento del hotel donde me hospedaba estaba demasiado silencioso. Mis tacones resonaban sobre el concreto. Cada repiqueteo hacía eco entre los autos vacíos y los pilares sombreados. Era tarde, pasada la medianoche, pero tanta calma era extraña. Algo estaba mal.

El enfrentamiento con Rosa y mi familia me dejó exhausta y vacía, aunque con la fría satisfacción de haber descubierto finalmente su verdadero rostro. Busqué a tientas mis llaves. En ese momento, mi único deseo era llegar a mi habitación de hotel y planear mi próximo movimiento.

De repente, escuché que la puerta de un auto se cerraba en la oscuridad. Me detuve y agucé el oído. En el aire, solo estaban el zumbido de las luces fluorescentes y el sonido distante del tráfico.

Mi celular vibró en mi bolso. Era Rosa, así que la rechacé, pero no antes de percatarme que mi señal había caído a una sola barra. La situación no podía ser mejor.

Luego, varios pares de pasos resonaron a mis espaldas.

Caminé más rápido, maldiciéndome por llevar tacones. El ascensor del hotel estaba justo a la vuelta de la esquina, pasando una fila de pilares de concreto. Si tan solo pudiera...

"Señora Rodriguez, ¿va a algún lado?", me preguntó un hombre, saliendo detrás de una de las columnas.

Era alto, de hombros anchos e iba vestido de negro. Claramente era un matón profesional.

Instantes después, dos más aparecieron detrás de mí, cortándome la retirada. Era obvio que ese no era un ataque al azar.

"En realidad, ahora soy la señorita Lewis", lo corregí, con un tono firme, aunque mi corazón latía aceleradamente. "Y tengo una reservación para cenar, así que si me disculpan...".

"Me temo que sus planes han cambiado", me interrumpió el primer hombre, con una sonrisa que no era para nada agradable.

"¿Te envió mi hermana? ¿O fue Stefan?", pregunté, apretando con más fuerza mi bolso, mientras buscaba el gas pimienta que había comenzado a cargar después del divorcio.

"Nuestro empleador prefiere mantener el anonimato", dijo el criminal, acercándoseme más. "Podemos hacer esto por las buenas, o...".

No lo dejé terminar. El gas pimienta le cayó directamente en los ojos. Él chilló y se tambaleó hacia atrás.

Me quité los tacones y corrí hacia el elevador. Los otros dos hombres gritaron y me persiguieron.

Ya casi llegaba. Solo unos pocos paso más y...

Un dolor intenso me recorrió el cuero cabelludo cuando alguien me agarró del cabello y me jaló hacia atrás. Mi bolso salió volando y su contenido terminó en el suelo.

"Eso no fue muy amable", dijo el líder, con la voz áspera por el dolor y la rabia. "Agárrenla".

Manos fuertes me sujetaron los brazos. Yo luché: grité, pataleé y arañé, pero ellos eran demasiado fuertes. Estaba claro que eran profesionales entrenados.

"Nuestro empleador dijo que podrías ser difícil", prosiguió el primer hombre, frotándose los ojos llorosos. "Y por eso necesitas aprender cuál es tu lugar".

Esas palabras me confirmaron que, la responsable del ataque, era Rosa. Ese era su golpe final, con el que se aseguraría de que me diera cuenta de lo impotente que era.

"Si vas a matarme, al menos ten el valor de mirarme a los ojos", escupí.

"¿Matarte? No, no. Solo vinimos a darte un mensaje. Un recordatorio de lo que les pasa a las personas que no saben cuándo dejar ir", respondió el malhechor, entre risas.

El primer golpe que me dio aterrizó en mi estómago, y me sacó todo el aire de los pulmones. Yo me doblé y jadeé, pero los hombres que me sostenían me mantuvieron erguida.

"Verás, algunas personas no entienden su papel en la vida", continuó mi agresor, antes de meterme un golpe en las costillas. "Así que tienen que aprenderlo a las malas...".

Saboreé la sangre en mi boca y se me nubló la visión, mientras el dolor se extendía por mi cuerpo. Aun así, me prometí que no lloraría, pues no quería darle ese placer a Rosa.

"Ya basta", resonó con la fuerza de un latigazo una voz, femenina y autoritaria, en el estacionamiento.

Mis atacantes se tensaron. A través de mis ojos hinchados, vi figuras oscuras emergiendo de las sombras. Los hombres con traje se movían con precisión militar. Y detrás de ellos... había una mujer.

Ella era alta y elegante. Probablemente se encontraba en sus cincuentas, pero su apariencia tenía una cualidad atemporal. Vestía un traje de alta costura negro, que probablemente costaba más que mi auto, y llevaba su cabello gris recogido en un perfecto moño.

Sin embargo, fueron sus ojos los que me atraparon. Eran penetrantes, inteligentes, y extrañamente... familiares.

"Señora, nuestro empleador...", comenzó uno de mis agresores.

"Está a punto de tener un muy mal día", lo interrumpió ella, con una voz tan fría como el hielo. "Suéltenla. Ahora".

Las manos que me sostenían desaparecieron. Me desplomé hacia adelante, mientras el dolor atravesaba mis costillas.

"Agárrenlos", indicó la desconocida, haciendo que sus hombres entraran en movimiento. Los criminales ni siquiera intentaron huir, pues sabían que sería inútil.

La mujer caminó hacia mí, repiqueteando sus tacones contra el asfalto. Llevaba zapatos de diseñador, que probablemente costaban más que mi renta mensual.

"Camila Lewis", dijo, en un tono que no era una pregunta. Sabía exactamente quién era yo.

"¿La conozco?", pregunté, intentando enderezarme para mantener algo de dignidad, a pesar de mi labio partido y vestido roto.

Su mirada se suavizó solo un poco, como si viera algo, o más bien alguien, más allá de mi rostro.

"No", respondió, haciendo una señal, lo que fue suficiente para que aparecieran más hombres, sosteniendo un botiquín médico. "Pero conocí a alguien muy parecida a ti, que también tuvo que aprender por las malas lo que significan la confianza y la traición".

Sentí que los bordes de mi visión comenzaban a ponerse borrosos. La sangre goteaba sobre mi vestido arruinado, y cada una de mis respiraciones hacía que me dolieran las costillas.

"¿Quién...?", pregunté, tambaleándome, mientras la oscuridad me abrazaba. "¿Quién eres?".

Ella dio un paso al frente y me atrapó cuando mis rodillas cedieron. Estábamos tan cerca que podía oler su perfume: algo caro y único. Por alguna razón, el aroma activó algo en mi memoria.

"Alguien que te ha estado observando durante mucho tiempo, Camila", respondió, aunque a mí me parecía que su voz venía de muy lejos. "Alguien que te va a ayudar a convertirte en todo lo que intentaron prevenir".

La oscuridad ganaba terreno. Antes de que me consumiera por completo, escuché las últimas palabras de mi interlocutora: "Después de todo... te pareces mucho a mi hija".

Lo siguiente que supe fue que todo se volvió negro.

                         

COPYRIGHT(©) 2022