Capítulo 4 Un Vínculo Forjado en el Bosque

La tarde en el arroyo había transformado la dinámica entre Megan y Adam. Lo que antes era una atracción silenciosa y un respeto mutuo, ahora era una corriente poderosa, un entendimiento que iba más allá de las palabras. Al regresar a la cabaña, el aire entre ellos vibraba con una nueva intimidad. Elara, aún descansando, no notó el cambio, pero el bosque sí. Los pájaros cantaban con más melodía, las flores parecían inclinarse a su paso, y la luz que se filtraba por las ramas jugaba de una manera diferente.

Esa noche, mientras Elara dormía, Megan y Adam se sentaron frente a la chimenea. El fuego crepitaba, proyectando sombras danzantes sobre sus rostros. Por primera vez, se sentaron en silencio sin que este fuera incómodo. La cercanía era suficiente, el simple hecho de estar en la misma habitación llenaba el espacio.

"Mi padre solía decir que el bosque tiene una memoria", dijo Megan, rompiendo el silencio. "Que cada árbol es testigo de miles de historias. Siempre lo creí, pero nunca lo sentí hasta la luna de sangre".

Adam asintió, su mirada fija en las llamas. "Es cierto. El bosque me habla. Cada hoja, cada rama, cada criatura. Es mi hogar, mi familia. Pero tú... eres algo nuevo para mí. Eres parte del bosque, pero también eres... tú. No una criatura, sino una fuerza".

Megan se acercó, su mano rozando la de Adam. "Y tú. A pesar de que te conocí como un hombre, siempre sentí algo más. Como si tuvieras la fuerza del bosque en tus ojos. No tuve miedo cuando te vi transformado, Lycan. Solo lo entendí".

Adam tomó su mano y la entrelazó con la suya. Era la primera vez que se llamaban por sus verdaderos nombres, un reconocimiento de su ser más profundo. "Megan. Cuando estoy en mi forma de lobo, el mundo es simple. Es cazar, proteger, sobrevivir. Pero contigo, mi mundo es... más grande. Has abierto una parte de mí que no sabía que existía".

La conversación fluyó, una danza de revelaciones y confesiones. Hablaron de su pasado, de los secretos que habían guardado. Adam compartió historias de su manada, de su responsabilidad como alfa y de la soledad que a menudo venía con ella. Megan le contó sobre su vida tranquila antes de la luna de sangre, su amor por la naturaleza y el anhelo que siempre había tenido por algo más, algo que ahora comprendía que era este poder que residía en ella.

Al amanecer, se encontraron en un nuevo lugar. Su conexión ya no era solo un destello de pasión, sino el cimiento de algo sólido y profundo. Habían compartido sus almas, sus miedos y sus esperanzas. No eran solo dos individuos unidos por el destino, sino dos mitades que se habían encontrado. La misión de encontrar a otros marcados y enfrentar a los Celadores no había desaparecido, pero ahora tenía un propósito más personal. Lucharían no solo por su supervivencia, sino por un futuro en el que su amor pudiera florecer, protegido por el poder del Bosque Susurrante y la fuerza inquebrantable de su vínculo.