Luna Sangrienta
img img Luna Sangrienta img Capítulo 5 Nueva Vida
5
Capítulo 6 El Heraldo de la Manada img
Capítulo 7 La Celebración de la Manada img
Capítulo 8 Los Desafíos de un Nuevo Alfa. img
Capítulo 9 La Guarida de la Luna de Miel img
Capítulo 10 La Batalla por el Bosque img
Capítulo 11 Un Nuevo Día img
Capítulo 12 El Regreso a Clases img
Capítulo 13 La Señal Oculta img
Capítulo 14 La Llamada del Destino img
Capítulo 15 El Despertar de la Profecía img
Capítulo 16 El Secreto del Corazón img
Capítulo 17 La Debilidad de la Fuerza img
Capítulo 18 La Verdad Revelada img
Capítulo 19 El Plan del Alfa img
Capítulo 20 La Traición de las Sombras img
Capítulo 21 La Venganza del Lobo img
Capítulo 22 La Esperanza de la Oscuridad img
Capítulo 23 La Promesa de un Padre img
Capítulo 24 El Escondite de la Reina img
Capítulo 25 La Lucha por el Futuro img
Capítulo 26 La Furia de la Tierra img
Capítulo 27 El Regreso al Hogar img
Capítulo 28 La Sorpresa de la Maternidad img
Capítulo 29 La Razón de la Vida img
Capítulo 30 La Celebración de la Vida img
Capítulo 31 La Dulce Espera de Lyra img
Capítulo 32 La Llegada de la Princesa img
Capítulo 33 La Historia de la luna de Sangre img
img
  /  1
img

Capítulo 5 Nueva Vida

Han pasado tres meses. Tres meses de días grises y monótonos que se arrastraban con la lentitud de una tortuga. Mi vida, esa que había dejado en un segundo plano para vivir una aventura de fantasía, me había reclamado. Volví a mi pequeño departamento, a la rutina de las mañanas con café y las noches con la televisión encendida, a mi trabajo de oficinista. La pantalla de la computadora, los números y las reuniones se sentían tan lejanos a la sangre de la luna y el murmullo del arroyo.

A veces me encontraba mirando por la ventana de la oficina, esperando ver un gran lobo en el parque de enfrente, con sus ojos ámbar observando desde la distancia.

Elara se había ido. Llevó consigo la esperanza de encontrar a otros como nosotras, un mapa rudimentario y un corazón valiente. Adam y yo la vimos partir, una mezcla de orgullo y preocupación en nuestros rostros. Sabíamos que era lo correcto, pero la despedida dejó un vacío. Y luego, Adam tuvo que irse también. Su manada, su familia, lo necesitaba. Asuntos que estaban más allá de mi comprensión, de mi vida humana. Lo vi partir, no como el hombre que había amado, sino como el líder que era. Me aferré a ese último abrazo, a la fuerza de sus brazos, a la calidez de su piel, como si pudiera guardarlo para el largo invierno que se avecinaba.

Desde entonces, el silencio se había vuelto una carga. No había su aullido en la noche, no había su voz grave en mi mente, no había su mano en mi cintura. Sentía la ausencia de su presencia como si una parte de mi alma hubiera sido arrancada. Pero por más lejos que estuviéramos, por más que la distancia se interpusiera, yo lo sentía. Lo sentía en el aire, en el viento que me rozaba la piel. Lo sentía en el latido de mi corazón. Y a veces, de repente, una ola de añoranza me invadía y mi tatuaje de enredaderas brillaba, un recordatorio de que nuestro vínculo era más fuerte que la distancia.

Me miraba en el espejo y no reconocía a la mujer de ojos cansados. Mi cabello blanco, una vez una fuente de orgullo, ahora me parecía una extraña advertencia. La gente me miraba en la calle, y yo me preguntaba si verían la marca de enredaderas en mi brazo, si verían la magia en mis ojos. Me había convertido en una dualidad: por fuera, una mujer normal; por dentro, la que bailaba bajo la luna de sangre, la que tenía el poder del bosque.

Pero mi corazón, mi corazón, no quería ser normal. Ansiaba la emoción, el peligro, el amor salvaje de un lobo. Ansiaba a Adam. Cada noche, me acostaba en mi cama y lo imaginaba a mi lado. Imaginaba su calor, su aliento en mi cuello, su mano en mi brazo. Los recuerdos de nuestra noche en el arroyo eran mi tesoro más preciado. La sensación del agua fresca, la suavidad de su piel, la urgencia de sus besos. Revivía cada momento, cada suspiro, cada caricia. Las ilusiones de un amor que crecía dentro de mí, un amor que ahora no conocía fronteras.

Y entonces, un día, todo cambió. Una mañana, mientras me preparaba para el trabajo, sentí un escalofrío que no era del frío. Un hormigueo en mis venas, una familiaridad que no podía ser ignorada. No era el frío, era la presencia. Corrí a la ventana, mi corazón latiendo con fuerza. Y allí, parado en medio del parque, con su pelaje oscuro como la noche y sus ojos ámbar, estaba él. Mi Lycan. Había regresado.

Pero no estaba solo. A su lado había otro lobo, más pequeño y ágil, de pelaje color miel. El lobo de Adam aulló, no un aullido de soledad, sino uno de bienvenida. Y sentí que me llamaba. Sentí que me decía: "Ven. Es hora de volver a casa".

Mis manos temblaban mientras me vestía, mi mente en un torbellino de emociones. No había habido un mensaje, una llamada, solo el instinto. Y eso era suficiente. Mis días de oficinista, mi vida de humana, se desvanecieron como un sueño. La aventura me llamaba de nuevo, y esta vez, el amor de mi vida estaba allí para guiarme.

Bajé las escaleras de mi departamento, el corazón lleno de una emoción que creía haber perdido. Cuando salí, el sol estaba saliendo, y sus rayos bañaban a los dos lobos. Adam, mi Adam, me miró, y su aullido se mezcló con el canto de los pájaros. Era un nuevo día. Una nueva vida. Y esta vez, no la dejaría ir.

                         

COPYRIGHT(©) 2022