La falsa esposa del multimillonario, mi venganza
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Capítulo 2

La noche pasó en una neblina de agonía insomne.

Sofía yacía en la cama, mirando al techo, con la imagen de Ricardo y Valeria grabada a fuego en su mente.

A la mañana siguiente en la oficina, Daniela le dio un codazo juguetón. -¿No dormiste bien? ¿Demasiado emocionada por la gran historia?

Sofía forzó una sonrisa débil. -Algo así.

Siguió a sus colegas hasta la Macroplaza. Sentía los pies como si fueran de plomo.

Ricardo había organizado una propuesta de matrimonio pública. Un gran espectáculo para que toda la ciudad fuera testigo.

Lo vio allí, en el centro de un corazón hecho de rosas. Estaba arrodillado, sosteniendo un ramo de rosas rojas y un brillante anillo de diamantes.

Valeria Torres estaba de pie ante él, con lágrimas de alegría en el rostro.

-Valeria -la voz de Ricardo, amplificada por los altavoces, resonó por toda la plaza-. Eres el único amor de toda mi vida. Y te he estado buscando todos estos años. ¿Te casarías conmigo?

Valeria sollozó y asintió, lanzándose a sus brazos.

La multitud estalló en vítores. Los flashes de las cámaras capturaron el momento perfecto.

Sofía se dio la vuelta y se alejó, el sonido de los aplausos desvaneciéndose detrás de ella.

Su teléfono vibró. Era un mensaje de Ricardo.

Surgió algo importante en el trabajo. Llegaré tarde esta noche. No me esperes despierta.

Algo importante.

Miró de nuevo hacia la plaza, al hombre al que llamaba su esposo besando a su prometida para las cámaras.

La mentira era tan descarada, tan cruel, que era casi ridícula.

Siguió a la prensa hasta la fiesta de compromiso. Era en el Hotel La Cima, el más lujoso de la ciudad.

La Cima. Una vez le había dicho que le puso ese nombre por ella, que "Garza" era un apellido demasiado común para algo tan hermoso. Otra mentira. Probablemente se lo puso por Valeria.

Se puso un cubrebocas y se mezcló con la multitud de reporteros.

Ricardo y Valeria entraron, tomados de la mano, disfrutando de la adoración de la multitud.

Los ojos de Sofía se sintieron atraídos por el cuello de Valeria. Llevaba un collar de cuentas de madera. Le resultaban familiares, pero no podía recordar de dónde.

Los dedos de Sofía temblaron mientras escribía un mensaje a Ricardo.

No me siento bien. Me duele la cabeza.

Se quedó mirando la pantalla, una esperanza desesperada y patética parpadeando en su pecho. Quizás mostraría una pizca de preocupación. Quizás se acordaría de ella.

El mensaje permaneció sin leer.

El aire en el salón de baile se sentía denso, sofocante. Necesitaba salir.

Mientras se deslizaba hacia el pasillo, escuchó voces provenientes de una sala privada. La voz de Ricardo.

-Ella es solo una sustituta. Una doble hasta que Valeria volviera a mí.

Su tono era frío, despectivo.

-Es conveniente. Se parece a Valeria y está perdidamente enamorada de mí. Hizo que la espera fuera soportable.

La voz de otro hombre, aduladora. -¿Así que el matrimonio de tres años fue una farsa total?

-Por supuesto -se burló Ricardo-. ¿Crees que alguna vez me casaría en serio con una arquitecta cualquiera? Valeria es mi futuro. No puedo dejar que se entere de lo de Sofía. Le rompería el corazón.

Su teléfono vibró. Una respuesta de Ricardo.

Tómate algo y descansa. No seas difícil.

Las palabras fueron una bofetada. Frías. Impacientes. Hartas.

Justo en ese momento, Daniela la agarró del brazo. -¡Ahí estás! ¡Están a punto de cortar el pastel!

Fue arrastrada de vuelta al salón de baile, como una marioneta.

Ricardo y Valeria estaban en el escenario, con un magnífico pastel ante ellos.

Él tomó su mano, el anillo de diamantes brillando bajo las luces. -Por mi único y verdadero amor -dijo, con los ojos fijos en Valeria.

Valeria se inclinó y lo besó, un beso posesivo y triunfante.

La multitud vitoreó.

Un reportero gritó una pregunta. -Señor Villarreal, hay rumores de que estuvo involucrado con alguien más estos últimos tres años. ¿Hay algo de cierto en eso?

Ricardo sonrió, una sonrisa encantadora y despectiva. -Hubo gente en mi pasado, pero ninguna de ellas importó jamás. Mi corazón siempre le ha pertenecido a Valeria.

El anillo en el dedo de Sofía de repente se sintió increíblemente apretado, una banda fría de metal clavándose en su piel.

Acababa de negar públicamente toda su existencia.

Esa noche, se sentó en la oscuridad, las lágrimas corrían por su rostro. Lloró hasta que su garganta estuvo en carne viva y sus ojos se hincharon hasta cerrarse.

Luego, tomó su teléfono y marcó un número que no había llamado en años.

Una voz ronca respondió al primer timbrazo. -Mateo.

-Soy yo -susurró Sofía, con la voz ronca-. Sofía Garza.

Una pausa. -He estado esperando tu llamada.

-Necesito un favor -dijo, su voz ganando fuerza-. Quiero que me borres. Cada rastro de Sofía Garza. Mi identidad, mis registros, todo.

-Considéralo hecho -respondió Mateo-. Pero hay algo más que necesitas saber. Algo sobre tu madre.

            
            

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