Kalev Cox y el testamento
img img Kalev Cox y el testamento img Capítulo 3 Un gran secreto es revelado
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Capítulo 6 Nueva empresa img
Capítulo 7 Ariadna Fernández img
Capítulo 8 Horrible decepción img
Capítulo 9 A ponerlas en su lugar img
Capítulo 10 Confusión y vergüenza img
Capítulo 11 No eres lo que quiero img
Capítulo 12 Enamorado de una princesa img
Capítulo 13 Compromiso con la princesa img
Capítulo 14 Nuevo destino a mi vida img
Capítulo 15 Mala mujer img
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Capítulo 3 Un gran secreto es revelado

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Kalev Cox

Mientras voy camino a mi habitación, el mayordomo corre detrás de mí en el pasillo.

-¡Señor Kalev, déjeme hablarle! -expresa con gran apuro.

Me detengo y volteo hacia él algo extrañado por su afán de hablar conmigo con tanto ahínco.

-¿Está bien, Carlos? ¿Qué te sucede? Escucha, no me importa lo que pasó, ya lo sabía que algún día me iban a hacer esto. Habla, está muy agitado. -finalmente expreso porque creo él se preocupa por la lectura del testamento y lo que siento por esto.

-Señor, hay cosas que no sabes. -dice tratando de recuperar el aliento cuando ya está frente a mí por el esfuerzo que hizo al correr.

Cruzo mis brazos tratando de entender el porqué de pronto quiere hablarme de algo serio por lo visto.

-¿Como cuáles?, a ver Carlos. -de repente lo tomo del brazo intuyendo de que él no quiere que nadie escuche, ya que mira a todos lados. -Ven, entra a la habitación porque al parecer es algo importante y delicado.

-Así es, señor... -afirma con rostro serio y preocupación.

Caminamos, luego entramos, entonces miro que Carlos está temblando.

-Estoy esperando, ¡empieza a hablar, ya! -le hablo con rectitud e impaciencia.

Se mueve inquieto y yo pongo mis manos en la cintura, atento a lo que dirás.

-Si-i señor Kalev. Verás, su padre era un hombre millonario, heredero de la más grande fortuna acumulada por generaciones, entonces él se enamoró de una mujer cuando visitó aquel país del caribe, pero había un problema de racismo porque nadie de su familia podía casarse con alguien que estuviera otra cultura o nacionalidad diferente... Esto estaba prohibido en esos tiempos.

-Entonces, me está diciendo que mi madre no es inglesa.

Al indagar mas sobre lo que ha dicho, su mirada es cabizbaja.

-No, señor, ella es dominicana, pero al no ser "mulata", pues pasó desapercibida.

Me siento consternado por esta confesión, pero quiero seguir indagando.

-¿Cómo, entonces, por qué nunca supieron que era de otra nacionalidad?

-No lo supieron porque su padre se encargó de eso. Él le hizo documentos falsos y todos los demás, para que creyeran que era inglesa.

No salgo del asombro por esta inesperada revelación, pero también me extraña mucho que él sepa algo tan delicado.

-¡Vaya, vaya!, ¿y tú Carlos, como sabes todo esto? Además, eres latino y es por lo cual siempre me pregunté por qué no sabemos nada de tu pasado... Por lo que veo solo mi hermano y yo no sabemos, ¿no es así?

Le sigo hablando con gran rectitud porque intuyo que aún él me oculta algo.

-Así es, sus padres sabían perfectamente de mí, ¡porque era el hermano de tu madre...!

Inmediatamente, quedo atónito a tal noticia. Jamás habría imaginado algo así. Si lo anterior confesión me dejó estupefacto, esta me deja casi sin aliento.

-¡Que-e, resulta que el mayordomo de esta mansión, es mi tío! ¡Qué mal, Carlos, haber crecido creyendo que eras un simple sirviente! Esto no lo puedo creer.

Me muevo de un lado a otro, totalmente desconcertado.

-Perdone, señor Kalev...

Él está muy avergonzado, entonces me acerco y toco sus hombros.

-¡Mírame, Carlos, me molesta que hayan guardado esa mentira y por tantos años!

-Sí, señor, lo entiendo, pero le prometí a su madre... Mi hermana, que nunca iba a mencionar que éramos parientes y así pasaron los años, entonces me acostumbré a solo ser el mayordomo.

Reacciono de pronto y vuelvo hacia la cama. Empiezo a acomodar mis maletas.

-Está bien, Carlos, pero debieron decir la verdad cuando al paso de los años ya esas normas no importaban. -pronuncio estando de espalda a él.

-Tiene razón, y si me permite acompañarlo.

De pronto, llegan algunos recuerdos lejanos a mi memoria, entonces volteo mi mirada hacia él.

-Ahora recuerdo cuando era niño, por eso siempre tú la acompañabas a sus viajes al caribe; y en un viaje de esos, nos llevaron con ustedes.

-Así es, señor Kalev.

Lo miro fijamente. -Primero, ya no me diga, señor; segundo, y si me vas a acompañar, porque ya te lo iba a pedir.

-Qué bueno se... Kalev, pero debemos decirle esto a su hermano.

-Sí, a la hora de la cena lo haremos, Carlos.

-Bien, ya me marcho a hacer mis quehaceres.

Él da unos pasos para salir, entonces pongo mis manos en mi barbilla, ahora tratando de entender el peculiar testamento que mis padres dejaron.

-Espera, Carlos. No entiendo por qué mi madre puso semejante cosa en los documentos... Eso de que tengo que estar felizmente casado y tener un hijo para poder ser el dueño de su herencia.

-Porque ella quería verlo feliz. Era su madre y tal como dijo quería lo mejor para ti, conociéndote muy bien mi querido sobrino.

-Tengo otra duda, Carlos, ¿cómo viajaré allá?

-No hay ningún problema, Kalev. Tus padres se encargaron de obtener tu nacionalidad, allá, igual la de tu hermano. Te daré los documentos, porque mi querida hermana me los dio para que lo guardara y protegerlos muy bien. Cuando tú era solo un niño, talvez no te acuerdas de aquello, pero viajamos y ellos visitaron las oficinas correspondientes. En aquella época tan solo tenía 8 años.

Me asombro lleno de estupor, aunque ya nada debería hacerlo.

-No entendí nada en ese tiempo, pero cuando lo pienso ahora sí tiene sentido.

-Me marcho y nos vemos en la cena, Kalev... Nos iremos cuando guste, el avión privado está dispuesto.

Asiento con la cabeza afirmativamente.

Él se marcha de la habitación, entonces prosigo a arreglar las maletas, ya había acomodado un poco de ropa.

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Las próximas horas transcurren en tranquilidad, he contemplado los árboles hermosos que se pueden apreciar desde mi balcón y los cantos de los pájaros vuelven otra vez al caer la noche.

Luego me aproximo al comedor para disfrutar de la última cena en familia, y no sé cuando regrese otra vez aquí.

Tomo asiento, solo faltaba yo y ya el mayordomo Carlos está de pie en el comedor. Me mira de reojo reiterándome lo que debemos decirles a nuestra familia.

Todos están muy callados, entonces decido iniciar una conversación para romper el hielo y momento sombrío.

-Sé que es horrible lo que pasó, pero debemos superarlo, aunque en verdad es algo insuperable, debemos continuar con nuestras vidas... Tienen que saber algo importante y el porqué mi madre tenía o mas bien hay bienes que eran suyos en el Caribe. No solo fue por caridad que instaló una empresa para que muchas personas se beneficien... También fue porque ella era dominicana, así que tenemos esa nacionalidad, hermano.

Inmediatamente, él se impresiona y se levanta con gran ímpetu, quedando impactado con la noticia, al igual que todos en la mesa.

-¡Escucha, Kalev, no sé qué planeas ahora...! ¡O porque te inventas semejante cosa! -me grita en estado de shock sin poder creer nada de lo que digo y es entendible porque así mismo quedé yo al enterarme.

-¿Por qué piensas, que planeo o invento algo, Henry? -pregunto con serenidad.

Carlos da unos pasos y se acerca hacia nosotros.

-Señor, Henry, tengo todas las pruebas de lo que ha dicho Kalev. -afirma él con vehemencia.

Él se enfurece contra el mayordomo, alzando una ceja también en su rostro, se denota y le mira con menosprecio.

-¿Y quién te crees tú para estar en esta conversación?

-¡Soy su tío, señor! -contesta el mayordomo con viva voz.

Al decir semejante cosa todos quedan boquiabiertos y Henry vuelve a sentarse casi desmayado.

-¡Esto no está pasando, no puedo creer lo que escucho! -es su clamor con la mirada cabizbaja rozando sus dedos en las sienes.

Me mantengo sereno ante esta situación tratando de no perder en control de mis emociones.

-Henry, debe calmarte porque ahora esta es nuestra realidad.

Él trata de volver en sí, reincorporándose y alzando la mirada hacia mí.

-¿Por qué está tan tranquilo ante esto, Kalev? -me interroga con extrañeza.

-Ya a mí nada me impresiona tanto hermano porque he vivido y recorrido mucho mundo.

Seguimos cenando y conversamos con ánimos de asombro mientras ellos se mantienen pasmados con tan gran noticia, pues no pueden creer tal cosa.

Al culminar de cenar me levanto del asiento, también mi hermano, pero está cabizbajo con las manos en los bolsillos del pantalón.

Él se acerca a mí.

-Escucha, Kalev, debemos hacer las paces. Deseo que me perdone, porque no quiero que te vayas así estando mal los dos.

-Muy bien, hermano... -respondo y miro que sus ojos se aguan.

Se posa delante de mí y de pronto nos abrazamos.

Todos compartimos buen tiempo, entre abrazos y despedidas; también salen algunas lágrimas de mis sobrinos.

Mas tarde, me marcho a dormir al igual que todos, pero sin poder hacerlo al pensar en el cambio de vida que me espera.

            
            

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