Punto de vista de Elara:
A la mañana siguiente, fingí un dolor de cabeza, una excusa plausible después del "té de hierbas". Dante ya se había ido. El silencio que dejó atrás era mi oportunidad.
Usé el tiempo para investigar. Sabía la contraseña de su laptop: la fecha en que su padre fue asesinado a tiros, un recordatorio constante del trono que había heredado. En lo profundo de los archivos encriptados, lo encontré. Un chat grupal privado llamado 'El Corral'.
Mis manos temblaban mientras lo abría. Los miembros eran sus hombres más cercanos. El tema de su discusión era yo.
Me llamaban 'La Yegua'.
Revisé meses de mensajes, mi estómago se revolvía. Había fotos mías durmiendo. Había comentarios calificando mi cuerpo. Había un calendario grotesco que detallaba mi ciclo de ovulación, con apuestas sobre en qué mes él "tendría éxito".
'La Yegua se ve fértil hoy.'
'¿Ya la domaste, jefe?'
'Escuché que finalmente está preñada. Hora de cobrar mis ganancias.'
Esta galería representaba mi vida, mi alma, reducida a bromas crudas entre hombres violentos. Me veían como ganado.
Mi repulsión fue interrumpida por una notificación en mi teléfono. Era un mensaje de grupo de Isabella.
'Estás cordialmente invitada a celebrar el tercer aniversario de mi hermano, Dante, y su encantadora esposa, Elara. Brindemos por su futuro y el legado que vendrá.'
Adjunta había una foto de Dante y yo del día de nuestra boda. Él se veía poderoso. Yo me veía aterrorizada.
Un frío presentimiento me recorrió la espalda. La fiesta de aniversario. Este era el escenario para la humillación que ella había planeado. El champán.
Actuando por puro instinto, reenvié cada archivo, cada captura de pantalla de 'El Corral' a una cuenta en la nube bajo un nombre falso. Hice dos copias de seguridad. La evidencia era poder.
Justo cuando terminé, la puerta del dormitorio se abrió de golpe. Dante estaba allí, sosteniendo una caja de terciopelo. Mi corazón martilleaba contra mis costillas. Escondí la laptop bajo las sábanas.
-Pensé que habías salido -dije, tratando de mantener mi voz estable.
-Regresé. Por ti -dijo. Se sentó en el borde de la cama.
-Un regalo. Por nuestro aniversario -dijo, abriendo la caja.
Dentro, sobre un lecho de satén negro, había un collar de diamantes. Era un collar de piedras brillantes que gritaba posesión.
-Es hermoso -mentí, las palabras sabían a ceniza.
Lo sacó y lo abrochó alrededor de mi cuello. Sus dedos estaban fríos contra mi piel.
-Lo usarás esta noche.
No era una pregunta.
-No me siento bien, Dante -intenté, mi último intento de escape-. El dolor de cabeza...
-Estarás bien -dijo, su tono endureciéndose-. Estarás allí. Sonreirás. Y serás la esposa perfecta y devota. ¿Me entiendes? -Su mano se movió del broche a mi garganta, su pulgar presionando ligeramente contra mi pulso. Era una advertencia.
Asentí, la palabra 'sí' atrapada en mi garganta.
Se levantó, satisfecho.
-Enviaré a la estilista en una hora.
Mientras se iba, puse una mano sobre mi vientre aún plano. Tenía que soportar esto. Por mi hijo. Jugaría el papel de la esposa perfecta y dócil una última vez. Y luego seríamos libres.