Capítulo 4 De verdad eres el segador de almas

"Honestamente, este hospital debería reentrenar a su personal. Son demasiado laxos al permitir que gente peligrosa deambule por ahí", dijo Avery, intentando romper la tensión con un comentario desenfadado.

"Tal vez no se esté muriendo realmente de cáncer de pulmón. O tal vez, solo quiera sacarme a pasear", respondió Natán, ladeando la cabeza con un brillo irónico en los ojos.

"Espera, ¿de qué estás hablando?", preguntó Avery, frunciendo el ceño confundida, ya que la respuesta la tomó por sorpresa.

Él era mucho más alto que ella, y cada vez que lo miraba no podía evitar notar las marcadas líneas de su mandíbula.

Había algo reconfortante en el aroma limpio que él emanaba. Eso hizo que sus nervios se calmaran casi contra su voluntad.

"Relájate, solo estoy bromeando", respondió, con una sonrisa radiante, su tono de repente juguetón."

Ah, ya veo". Avery soltó una risa nerviosa, pero la incomodidad entre ellos pareció duplicarse.

Sin previo aviso, se inclinó hasta que apenas quedó espacio entre ellos, solo el suficiente para que cupiera un puño.

Sus ojos se abrieron de par en par al mirar su rostro, su mirada curiosa y extrañamente intensa.

Por un momento, Avery se preguntó si él podía ver a través de su disfraz.

En cambio, extendió la mano y le alborotó el cabello." Mucho mejor", dijo, su voz sorprendentemente suave.

Avery pestañeó, todavía sin estar segura a qué se refería. "¿Qué estás haciendo?".

Natán se encogió de hombros, una pequeña sonrisa en los labios. "Tenías el cabello revuelto por todas partes".

Ella trató de devolverle la sonrisa." Oh. Gracias, supongo".

La miró de arriba abajo con un brillo divertido. "Deberías ir al gimnasio alguna vez. Estás tan escuálido que cualquiera podría mangonearte".

Avery parpadeó, dolida por el comentario. Su figura era saludable para una mujer, para nada escuálida. Era solo que ahora estaba disfrazada de hombre.

Aun así, se mordió la lengua, reconociendo que no tenía malas intenciones.

Sin nada más que decir, Natán entró en el edificio del hospital, caminó por el pasillo y desapareció en una de las habitaciones de pacientes.

Adentro, el ambiente cambió al instante. La atención de todos se dirigió hacia él en cuanto la puerta se cerró a sus espaldas.

"¡Señor Kirk!", se escuchó un coro de saludos respetuosos.

Natán se acercó a la cama del hospital, con una expresión fría e indescifrable.

Un subordinado se levantó de un salto y rápidamente le colocó una silla.

Natán se sentó en la silla, con una postura relajada pero su mirada afilada como una navaja mientras estudiaba a la figura que yacía en la cama: el mismo paciente que había intentado acabar con su vida antes en el jardín.

Ahora, el aspirante a asesino yacía envuelto en cables y tubos, con el rostro golpeado hasta quedar irreconocible, apenas aferrándose a la vida.

La voz de Natán sonó fría y cortante. "¿Quién te contrató?".

"¡Por favor, déjame ir! ¡Me equivoqué de persona, lo juro!", gritó el hombre herido, luchando contra sus ataduras mientras el pánico endurecía su tono.

Natán encendió un cigarrillo con manos firmes. Las volutas de humo se enroscaron alrededor de su rostro, ocultando su expresión en la sombra." No te equivocaste de persona", respondió Natán, poniéndose una máscara siniestra sobre el rostro.

Al ver la máscara, el puro terror invadió al hombre. Su respiración se entrecortó." No... eres tú. ¿De verdad eres el Segador de almas?".

Natán mantuvo la mirada fija en él, su voz descendiendo a un susurro escalofriante. "Si ese joven no hubiera intervenido, tal vez lo habrías logrado. Pero si quieres tener alguna posibilidad de salir de aquí, dime quién mueve los hilos. Esa es la única oportunidad que tienes".

Una risa temblorosa salió de la garganta del hombre. "¿Esperas que me crea eso? ¿El Segador de almas mostrando piedad? Nadie se cree esa historia". Sabía exactamente quién era Natán, y estaba claro que ya había aceptado su destino.

Se formó el más leve pliegue entre las cejas de Natán, una señal que hizo que todos los subordinados en la habitación se pusieran rígidos de ansiedad.

Poniéndose de pie, Natán sacudió la ceniza de su cigarrillo, la brasa proyectando sombras sobre su rostro." Eres más listo que la mayoría. La piedad nunca ha sido mi costumbre".

Sin previo aviso, clavó la punta ardiente de su cigarrillo directamente en el ojo del hombre.

Un silbido nauseabundo llenó la habitación, el hedor a carne quemada impregnando el aire. Todos los que observaban retrocedieron horrorizados.

El hombre aulló, agitándose en la cama mientras el dolor y el terror retorcían su rostro hasta dejarlo irreconocible.

Natán no se inmutó, su tono tan frío como siempre. "Pero no creas que te concederé una muerte fácil. En cambio, te haré sufrir una vida entera de agonía. Te mantendré vivo, rompiéndote hueso por hueso, hasta que supliques una liberación que nunca obtendrás".

Esa amenaza destrozó la determinación del hombre." ¡Por favor, te lo contaré todo!".

Natán se detuvo, con los ojos llenos de desprecio.

El hombre apenas logró soltar:"¡Es la líder del Colectivo Umbra!".

Un destello de sorpresa cruzó el rostro de Natán. "¿La misma mujer que asumió el control a los catorce años y se apoderó del submundo de Vrunron en solo un año?".

El hombre murmuró:"Esa es ella... sí".

La mirada de Natán se agudizó." ¿Dónde se esconde?".

"¡Te juro que no lo sé! Solo me dieron instrucciones, nada más", tartamudeó.

Natán dio una última calada pensativa a su cigarrillo y luego hizo un gesto con la mano a sus hombres. "Desháganse de él".