Golpe de suerte: El heredero perdido vuelve a casa
img img Golpe de suerte: El heredero perdido vuelve a casa img Capítulo 2 Gran Homenaje
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Capítulo 6 Un amigo de verdad img
Capítulo 7 Lealtad y furia img
Capítulo 8 Negación absoluta img
Capítulo 9 Despojado de su derecho de nacimiento img
Capítulo 10 Beneficios increíbles img
Capítulo 11 Una sarta de insultos img
Capítulo 12 Una deuda saldada img
Capítulo 13 Una lección inolvidable img
Capítulo 14 La recompensa por la bondad img
Capítulo 15 Una tentación que no esperaba img
Capítulo 16 Un pasajero problemático img
Capítulo 17 Ira incontenible img
Capítulo 18 Mujeres codiciosas img
Capítulo 19 Remordimiento absoluto img
Capítulo 20 El fanfarrón mediocre img
Capítulo 21 Un recibimiento hostil img
Capítulo 22 La inesperada defensa de la exnovia img
Capítulo 23 Una disculpa a la fuerza img
Capítulo 24 Tontos conspiradores img
Capítulo 25 La trampa fallida img
Capítulo 26 Las tornas cambiadas img
Capítulo 27 Más Decepción img
Capítulo 28 Cortar por lo sano img
Capítulo 29 Una Vergüenza Inaceptable img
Capítulo 30 Un servicio deplorable img
Capítulo 31 Un castigo inesperado img
Capítulo 32 Una amenaza escalofriante img
Capítulo 33 Tus deseos son órdenes img
Capítulo 34 El aprieto de las empleadas img
Capítulo 35 Un flechazo correspondido img
Capítulo 36 La debilidad de la enfermera img
Capítulo 37 Sentimientos insondables img
Capítulo 38 Discriminación flagrante img
Capítulo 39 La ira del sugar daddy img
Capítulo 40 Un supuesto juego de roles img
Capítulo 41 La amante orgullosa img
Capítulo 42 Un malentendido colosal img
Capítulo 43 El castigo de una mentirosa img
Capítulo 44 El sueño de toda mujer img
Capítulo 45 Una petición extraña img
Capítulo 46 Una disculpa de rodillas img
Capítulo 47 Un homenaje impactante img
Capítulo 48 El regalo de su padre img
Capítulo 49 Un enemigo en las sombras img
Capítulo 50 La recompensa a la lealtad img
Capítulo 51 Un regalo imposible de rechazar img
Capítulo 52 Dos conspiradoras img
Capítulo 53 Una apuesta sobre su vida sexual img
Capítulo 54 La ansiosa cumpleañera img
Capítulo 55 Falsas acusaciones img
Capítulo 56 El increíble mentiroso img
Capítulo 57 El precio del orgullo img
Capítulo 58 Una apuesta audaz img
Capítulo 59 Juegos de astucia img
Capítulo 60 Un egoísta sin un centavo img
Capítulo 61 Un mal perdedor img
Capítulo 62 Un cumplido afectuoso img
Capítulo 63 Una amiga sospechosa y entrometida img
Capítulo 64 Amor celoso img
Capítulo 65 La sospecha de Laila img
Capítulo 66 Un enamorado torpe img
Capítulo 67 Los repugnantes esbirros img
Capítulo 68 Caballero de brillante armadura img
Capítulo 69 Beso accidental img
Capítulo 70 Un rescate estruendoso img
Capítulo 71 Sin protección img
Capítulo 72 La guardia de élite img
Capítulo 73 Pena capital img
Capítulo 74 La prisión más letal img
Capítulo 75 Declaración de amor img
Capítulo 76 Una mujer independiente img
Capítulo 77 Una leyenda benévola img
Capítulo 78 La solicitud de las bellas damas img
Capítulo 79 Bellezas desesperadas img
Capítulo 80 El regalo de Caylee img
Capítulo 81 Una muestra de amor img
Capítulo 82 Un novio muy atento img
Capítulo 83 Un médico sin ética img
Capítulo 84 Una cura milagrosa img
Capítulo 85 Acusado de ser un chantajista img
Capítulo 86 El verdadero pez gordo img
Capítulo 87 Absoluto desconcierto img
Capítulo 88 Los hombres arrepentidos img
Capítulo 89 El precio de la codicia img
Capítulo 90 Momento crucial img
Capítulo 91 Los dedos más rápidos img
Capítulo 92 Una conductora con segundas intenciones img
Capítulo 93 La lengua desenfrenada img
Capítulo 94 Acoso sexual img
Capítulo 95 La presa equivocada img
Capítulo 96 Un protector inesperado img
Capítulo 97 Patrimonio insignificante img
Capítulo 98 Una lección de humildad img
Capítulo 99 Esperanzas rotas img
Capítulo 100 La soga al cuello img
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Capítulo 2 Gran Homenaje

A Horace se le desencajó la mandíbula. Miraba el mensaje, incapaz de creer lo que veía. Se frotó los ojos con fuerza.

"Uno, dos, tres... ¡Ocho! ¡Ocho ceros! ¡Eran cien millones!".

Comprobó el remitente y vio que era el banco el que lo había enviado.

El último mensaje de esa línea fue la alerta de débito que recibió tras la transacción que hizo ayer.

El corazón de Horace comenzó a palpitar con fuerza.

¡Dios mío! ¿Cómo podía ser esto posible? ¡Debía estar soñando! ¿O la paliza de Addy lo había mandado al otro mundo? No, todavía estaba vivo. ¿Sería algún tipo de tecnología de hackeo avanzada?

Marcó el número del servicio de atención al cliente del banco con las manos temblorosas para confirmar si aquello era real.

Una dulce voz femenina se escuchó al otro lado de la línea: "Hola, ¿cómo puedo ayudarlo hoy?".

Horace tragó saliva e intentó no sonar tan nervioso.

"Hola. Quiero consultar el saldo de mi cuenta bancaria. Mi número es...".

"Claro, por favor, espere un momento".

La ansiedad se apoderó de Horace mientras esperaba el resultado.

Esos fueron los diez segundos más largos de su vida. Cuando la operadora volvió a hablar, su voz sonaba inestable. Era evidente que estaba nerviosa.

"S-señor... Hola, señor... Ejem... Su saldo es de... ciento un millón trescientos quince dólares".

"Ah... gracias".

La confirmación lo tranquilizó un poco. Sintió que, después de todo, el hombre de mediana edad que lo había llamado hace un rato no estaba loco, y empezó a considerar sus palabras.

De hecho, la operadora, visiblemente nerviosa, colgó de prisa sin siquiera pedirle que calificara el servicio.

No fue hasta que colgó que la operadora empezó a lamentarse. Sintió que acababa de dejar pasar una oportunidad de oro. "¡Dios, qué estúpida soy! Debería haber iniciado una conversación y conseguido su número. Quién sabe, podría haberme convertido en su novia, o quizá en su amante. ¡Acabo de tirar a la basura mi boleto de ida para salir de la pobreza!".

Mientras tanto, Horace llamó de inmediato al hombre misterioso.

Raúl contestó al primer timbrazo. Se notaba que había estado esperando la llamada, pues todavía tenía el celular en la mano.

"Señor Warren".

"¿Quién diablos es usted? ¿Por qué me envió tanto dinero? ¿Y por qué me llama señor Warren?", lo acribilló el joven a preguntas.

"No se preocupe, señor Warren. Se lo explicaré todo", respondió Raul con sumo respeto.

Luego, añadió: "Mi nombre es Raul Warren. Soy el director general de los negocios de la familia Warren en Rinas".

"¿Raul Warren?", repitió Horace, atónito. Por alguna extraña razón, el nombre le resultaba familiar.

"Sí, señor Warren. Ha sufrido mucho desde niño y su identidad se ha mantenido oculta hasta ahora. Pero le interesará saber que usted proviene de un linaje noble. Es descendiente directo de la familia Warren, carne y sangre del jefe de la familia".

"¿Qué? ¿Tan poderosa es esa familia?".

"No solo es poderosa, es una fuerza que no debe subestimarse. Es una de las familias más ricas de la historia y uno de los pilares que sostienen la economía mundial".

"Ya veo. ¿Así que al líder de esa supuesta familia poderosa le pareció buena idea abandonar a su esposa e hijo durante dieciocho años? Vaya, qué hombre tan impresionante", comentó con sarcasmo.

Horace no había conocido a su padre en toda su vida. Creció con Caylee Potter, la mujer a la que consideraba su madre. Era natural que sintiera un profundo rencor hacia su padre al descubrir que no solo estaba vivo, sino que además había sido rico todo ese tiempo.

¡Hombre poderoso, ni que nada! ¿De qué sirve tanto poder si abandonas a tu propia familia?

"Señor Warren, creo que ha malinterpretado a su padre. La desaparición de su madre lo dejó marcado. Nunca volvió a casarse, por lo que usted es su único heredero. Él jamás quiso liderar la familia Warren, pero no tuvo más remedio que asumir el cargo. Necesitaba el poder y los recursos para poder buscarlo".

"Supongamos que le creo. Pero, ¿por qué su jefe no me ha llamado él mismo?".

La historia sobre su verdadera identidad cobraba cada vez más sentido, pero Horace no se atrevía a pronunciar la palabra "padre". No para referirse a un hombre al que ni siquiera conocía.

"Señor Warren, su padre no puede contactarlo por ahora, pues está ocupado con un asunto de suma importancia. Le pido que sea comprensivo. Estoy seguro de que tendrá noticias suyas en unos días".

Tras una breve pausa, Raul continuó en voz baja: "Todos los bienes de su padre en Rinas están ahora a su nombre. Por cierto, ¿sigue usted en la plaza? Voy en camino a presentarle mis respetos, junto con todos los directores regionales".

"¿Eh? ¿Presentarme sus respetos?".

"Sí. Por favor, espere un momento. Llegaremos en breve".

"Oh... De acuerdo". Horace dudó un instante, pero terminó por aceptar. Tenía demasiadas preguntas para Raul y lo mejor sería resolverlas en persona.

Aún adolorido por la golpiza, caminó hasta la entrada principal de la plaza y se sentó en una banca junto a los jardines.

En ese momento, dos jóvenes también estaban allí, mirando videos en TikTok.

"¡Dios mío! ¡Este tipo es asquerosamente rico! ¡Es increíble!", exclamó uno de ellos.

"¿De quién hablas?", preguntó su amigo.

"¡Mira esto!". El chico le pasó el celular. "El tipo es tan, pero tan rico que ni siquiera puedo calcular su fortuna. ¡Mira, tiene más de diez Rolls-Royce en su caravana y se acaba de pasar un semáforo en rojo!".

"¿En serio? ¡Guau! Oye, el camino se me hace conocido... ¡Mira ese letrero! ¡Parece que la caravana viene directo a la plaza! ¡Vamos a ver!".

Los dos se pusieron de pie de un salto y estiraron el cuello para ver a lo lejos.

"¡Increíble! ¡Ya veo la caravana!".

"Es impresionante. ¡Ojalá pudiera comprar uno de esos autos con los ahorros de toda mi vida!".

"¿Con los ahorros de tu vida? Amigo, sueñas demasiado alto".

Horace también miró en esa dirección y vio una caravana de más de una docena de vehículos de lujo que se acercaba a toda velocidad. Ignoraban todos los semáforos en rojo. Todos los demás conductores se apartaron para dejar pasar al convoy, por lo que la comitiva avanzó sin el menor obstáculo.

En cuanto entraron en la plaza, los vehículos se alinearon en dos filas impecables.

Al unísono, todas las puertas se abrieron y de los autos descendieron decenas de hombres vestidos con trajes negros.

"¡Wow! ¿Qué está pasando? ¿Viste qué coordinados están?".

"¿Serán youtubers?".

"No seas tonto. Incluso si fueran youtubers, serían de otro nivel. ¡Mira esos autos, valen una fortuna!".

Para entonces, la voz se había corrido y una multitud, atraída por el espectáculo, ya se había congregado en el lugar.

La multitud murmuraba, observando con asombro los vehículos de lujo y a los hombres de negro.

Fue entonces cuando Raul descendió lentamente del auto principal. Recorrió a la multitud con la mirada, con el ceño ligeramente fruncido.

Había venido a buscar a una sola persona, pero no lograba encontrarla. Sacó su celular y marcó el número de Horace. "Señor Warren, hemos llegado".

Al recibir la llamada, Horace, que estaba atrapado en medio de la multitud, comenzó a abrirse paso a duras penas hacia el frente.

"¡Oye, me pisaste!". "¡No empujes!". "¡Muévete para atrás!", se quejaba la gente a su alrededor.

"Lo siento, con permiso", se disculpaba Horace una y otra vez.

Finalmente, logró llegar al frente. Respiró hondo y caminó con determinación hacia la comitiva.

Los espectadores lo miraban perplejos.

"¿Y ese quién es? ¿Por qué se les acerca con tanta confianza? Debe de estar loco. Le van a dar una paliza".

"Oigan, ¿no es ese el perdedor que se le declaró a una chica ayer y lo humillaron? ¿Qué querrá ahora? ¿El despecho lo volvió loco? ¿Acaso quiere que lo maten a golpes por molestar a esta gente?".

"Como sea, ¡parece que vamos a tener otro buen espectáculo con el mismo protagonista!".

Aunque los comentarios llegaron a sus oídos, Horace los ignoró. Se limitó a seguir caminando hacia Raul y los demás.

"¡Señor Warren!". Raul lo miró directamente a los ojos y le hizo una profunda reverencia.

Detrás de él, todos los hombres de traje hicieron lo mismo y exclamaron al unísono: "¡Señor Warren!".

La plaza entera quedó en un silencio sepulcral.

            
            

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