Capítulo 6 ¡Qué mujer tan estúpida!

La palabra "cariño" casi descolocó a Kian.

¿Acaso había decidido quitarse la careta ahora que había logrado su objetivo?, pensó él.

"¡Sube al auto!", ordenó él. Su tono era bajo, con una firmeza que helaba la sangre.

Emilia, sin embargo, no pareció inmutarse. "Tengo mi propio auto. Solo dame la dirección y te sigo".

Kian la observó con calma y, con una risa casi imperceptible, subió la ventanilla sin mover el auto.

Emilia no entendía sus intenciones. La Cayenne le bloqueaba el paso, dejándola atrapada.

Cuando intentó retroceder, vio varios autos que se aproximaban a toda velocidad. Segundos después, se estrellaron contra el suyo con un estruendo ensordecedor.

Su impecable auto quedó destrozado en un instante.

Justo en el instante del impacto, Emilia saltó del vehículo, aferrada a sus pertenencias. Mientras recuperaba el equilibrio, más de una docena de hombres corpulentos bajaron de los otros autos, empuñando bates de béisbol.

Era evidente que estaba en serios problemas.

Emilia reconoció a quien los lideraba: era su tío, Corbin Murray, un hombre de carácter despiadado y con profundas conexiones en el hampa.

"¡Vaya, vaya! Pero si es mi sobrina", exclamó él con sorna. "¡Anda, ven a casa conmigo!".

Al parecer, los Hewitt habían descubierto el problema con la transferencia de acciones y habían enviado a esos matones para traerla de vuelta.

"Ahórrate la farsa de la reunión familiar", replicó ella. "Violencia, mi auto destrozado, un intento de secuestro... ¿De verdad? ¡No pienso tolerar esto!". Emilia hizo ademán de sacar su celular.

Pero Corbin soltó una carcajada. "Parece que mi sobrinita rebelde necesita una lección. Muy bien, si quiere hacerse la dura, le daremos el gusto. ¡Rómpanle las piernas y súbanla al auto!".

Los coágulos de sangre en su cerebro habían dejado su cuerpo extremadamente frágil. Preocupado por su bienestar, su mentor le había asignado veteranos para supervisar su entrenamiento físico, que incluía técnicas de defensa personal.

A pesar de su talento excepcional, Jaime Kidd, uno de sus compañeros más experimentados, le había advertido que su cuerpo seguía frágil y no se había recuperado del todo. Antes de que dejara su base secreta en las montañas, él le había preparado una medicación específica. Sin embargo, esta tenía como efecto secundario la restricción de actividad física intensa por un largo período.

Lidiar con matones comunes no habría sido un problema, pero su número la superaba. No podía garantizar una victoria rápida. Si la confrontación se prolongaba...

Mientras buscaba una vía de escape, Emilia vio cómo la puerta de la Cayenne se abría lentamente.

Kian salió a grandes zancadas y su presencia, fría e imponente, disipó de inmediato la tensión en el aire. "Señor Murray, ¿qué pretende hacer con mi esposa?".

Corbin pareció sorprendido. "¿Eh? ¿Su esposa?".

Emilia también estaba confundida.

Cuando Kian subió la ventanilla, pareció que no iba a intervenir. ¿Por qué había salido ahora a detener a Corbin?

Confundida, levantó la vista y se encontró con la mirada desdeñosa de Kian y su mano extendida.

Su gran mano le transmitió una indescriptible sensación de seguridad.

Tras una breve vacilación, puso su mano sobre la de él.

Kian sintió la suavidad de su mano, lo que solo intensificó su disgusto.

¡Qué mujer tan estúpida!

Estaba justo ahí, ¿y no se le ocurrió pedirle ayuda?

¿De verdad creía que podía razonar con alguien como Corbin?

¡Qué ingenua!

"Dile a los Hewitt que Emilia es mía. ¡Cualquiera que intente meterse con ella se enfrentará a toda la furia de los Gilbert!".

Tras decir esto frente a Corbin y sus secuaces, Kian, con total indiferencia, acomodó a Emilia en el asiento trasero de la Cayenne. Antes de entrar al auto, echó un vistazo al Maserati dañado.

"¡Reparen ese auto y asegúrense de que esté en perfectas condiciones cuando lo devuelvan!".

Mientras la Cayenne se alejaba, Corbin arrojó con rabia la colilla al suelo, tomó su celular y marcó un número. "Hermana, ¿cómo diablos terminó Emilia con Kian?".

En la villa de los Hewitt, Andy ya tenía la respuesta. "¡Mamá, Emilia le transfirió las acciones a Kian ayer!".