Capítulo 3 Informe de renuncia

El asistente masculino miró con incredulidad la pantalla del teléfono, después de que la llamada se cortara abruptamente. Dudó unos segundos y luego salió corriendo.

No conocía el número de habitación de Alfredo del Grupo Evergreen, pero Catalina siempre había sido amable con él y no pensaba quedarse de brazos cruzados mientras la intimidaban.

El tiempo pareció estirarse sin fin, hasta que la sirena de una ambulancia atravesó el aire frente al hotel.

El asistente masculino seguía en la recepción, intentando averiguar el número de habitación.

Al ver pasar al personal médico con una camilla, su corazón dio un vuelco con una sensación de pavor, lo que le impulsó a seguirlos.

El ascensor se detuvo en el piso veintitrés.

El asistente masculino fue el primero en salir corriendo del ascensor, aliviado al ver a Catalina de pie en el pasillo, con la ropa limpia y ordenada. Soltó un suspiro de alivio.

Los paramédicos pasaron corriendo junto a él hacia Catalina.

Ella les dijo algo y señaló hacia la habitación, lo que los llevó a entrar corriendo.

Poco después, sacaron a Alfredo en una camilla, que llevaba un albornoz, se agarraba la garganta, luchando por respirar, con el rostro muy hinchado.

Mientras el personal médico se lo llevaban a toda prisa, el asistente se paró frente a Catalina, con los ojos muy abiertos, y preguntó: "¿Catalina, qué pasó?".

Ella respondió: "Tuvo una reacción alérgica grave al mango".

"¿Alergia? ¿Acaso no sabía que era alérgico?".

Ella bajó la mirada, ocultando el brillo gélido de sus ojos, y se sacudió el resto del polvo de mango de los dedos y sonrió sin responder.

El asistente masculino volvió a preguntar: "¿Y el contrato? ¿Lo conseguiste?".

Catalina levantó la bolsa de documentos que llevaba en la mano.

El contrato ya estaba firmado.

Al día siguiente, después de encargar un ramo de flores para que lo enviaran al hospital a través de su teléfono, Catalina y Bryson, el asistente masculino, subieron al coche para regresar a Sacford.

"¡Catalina, lo de anoche fue aterrador! Después de que te fuiste, llamé de inmediato al señor Murphy..". Bryson se detuvo a mitad de la frase, dándose cuenta de que había soltado algo.

Rápidamente miró la expresión de Catalina.

Como era de esperar, su sonrisa se había vuelto algo rígida.

¿Así que lo sabía?

La amargura la abrumó, extendiéndose por todo su cuerpo haciéndole sentir un hormigueo en las yemas de los dedos.

El alcohol de la noche anterior empezó a hacer efecto, revolviéndole el estómago con oleadas de dolor.

Al ver el rostro de Catalina palidecer, Bryson se dio cuenta de que había hablado de más y rápidamente giró la cabeza para fingir que dormía.

Aunque llevaba menos de seis meses en el puesto, ya había escuchado rumores sobre la relación entre Catalina y Vicente.

Poco después de que Bryson fingiera estar dormido, oyó el sonido de un teclado a su lado.

Catalina estaba escribiendo su carta de renuncia.

Mientras sus dedos se movían sobre el teclado, sus pensamientos se desviaron.

Cinco años atrás, acababa de convertirse en la secretaria personal de Vicente.

Él la había llevado a una cena de negocios, pero a mitad de camino, tuvo que marcharse inesperadamente.

Al igual que la noche anterior, los socios en la mesa comenzaron a hacerle insinuaciones e incluso intentaron llevarla, medio borracha, de vuelta a su habitación.

Vicente apareció de repente, sometió rápidamente al hombre y se la llevó en brazos.

En ese momento, la operación de su hermano acababa de fracasar. Abrumada por las emociones, se aferró desesperadamente al cuello del traje de Vicente y lloró en sus brazos.

Recordaba que Vicente había sido muy paciente con ella entonces, consolándola con las palabras: "Ya está, no tengas miedo, esto no volverá a pasar".

Esa noche marcó el inicio de su absurda relación: en público, eran jefe y subordinada; en privado, amantes.

Al teclear el punto final, Catalina no pudo distinguir si el dolor provenía del estómago o de otro lugar. Solo sabía que se sentía mal en todas partes.

Antes de volver a la oficina, se obligó a pasar por la farmacia de abajo para comprar analgésicos.

"Tome una cada vez y evite el alcohol después de ingerirla. Ah, y por favor, evite tomarlo si está embarazada", recordó amablemente la farmacéutica a Catalina.

¿Embarazada?

El corazón de Catalina dio un vuelco, al darse cuenta de repente de que su periodo llevaba tres días de retraso.

Su agarre en la caja de analgésicos se tensó ligeramente. "¿Podría darme también una prueba de embarazo, por favor?".