Por favor, no te enamores
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Capítulo 3 III

Sofía veía la espalda del abogado Dalton, quien se estaba retirando del lugar, mientras su corazón martillaba en sus oídos, si perdía ese minúsculo departamento, sentía que desaparecería, cada uno de los pequeños recuerdos que tenía con Adrián se esfumarían, al menos aquellos en los que ella se convirtió en la señora Johnson.

- Señora Johnson. - repitió por tercera vez su jefe y solo entonces Sofía giro a verlo, con las mejillas rojas por la vergüenza.

- Señor Thompson, yo lamento tanto todo esto. - dijo con voz temblorosa, tratando de recordar cómo se rezaba, pero su mente solo podía mostrarle el poco tiempo que le quedaba para ponerse al día con la hipoteca de su hogar.

- Por favor, hablaremos en mi oficina. - pidió con cara seria Alexander, viendo a algunos empleados ir de un lado a otro, aunque estaba más preocupado por su salud, ¿acaso padecía alucinaciones auditivas? Como podía ser que ese abogado llamara a su secretaria como señorita Anderson, cuando claramente él la llamaba señora Johnson.

Y mientras Alexander hacia sus cavilaciones, Sofía lo seguía en silencio, esperanzada en que ese CEO, era un buen hombre, al menos siempre la trato bien era un buen jefe, aunque eso no le aseguraba que quisiera tolerar la visita de los abogados de los acreedores de ella, mejor dicho, de Adrián.

- Tome asiento señora Johnson. -al menos su voz era tranquila, se dijo Sofía, mientras se sentaba frente al escritorio de su jefe, era la primera vez en sentarse en aquel lugar, pues del año y medio que llevaba trabajando para Alexander, nunca tuvo tiempo de ocupar esa silla, su jefe era un hombre que no perdía tiempo y no lo hacía perder, siempre preciso en sus órdenes y sin rodeos, por lo que, así como entraba salía de esa oficina.

- Señor Thompson. - dijo aclarándose la voz. - Lamento mucho lo sucedido, puedo asegurarle que no volverá a ocurrir... - Alexander elevo una mano y Sofía guardo silencio, tratando de recordar si la presencia de Dalton en su lugar de trabajo infringía algún tipo de clausura del empleador, si la despedían sin justificación ¿le alcanzaría la indemnización para pagar las deudas? Seguro que no.

- Sé que lo lamenta señora Johnson, lo veo en su rostro. - Sofía se relajó ante aquel comentario, mas no bajo la guardia, que su jefe le dijera palabras suaves y comprensivas, no quitaba que la despidiera de un momento a otro. - Pero, aun así, como su jefe, me gustaría saber si está involucrada en algún problema que pueda afectar su rendimiento en esta empresa... - claro que sí, eso es lo que estaba buscando, la duda de que ella pudiera cumplir con su trabajo, y así poder despedirla sin indemnización. - Además de ¿Por qué la llamo señorita Anderson? Tengo entendido que usted está casada, y su apellido es Johnson. - claro que recordaba aquel detalle, Lucrecia fue muy específica al ordenar, porque fue eso, una orden de la reina de las víboras, que, si Alexander tenía una secretaria, esta debía ser o una mujer mayor o estar felizmente casada y no hay nadie más feliz que una recién casada como lo era la señora Johnson Sofía, o al menos eso recordaba Alexander.

- Bueno. - Sofía sintió un pequeño pinchazo de decepción en su corazón, no pretendía que su jefe estuviera al tanto de su vida, pero, al menos tener la gentileza de recordar que ella había enviudado sí que lo esperaba, después de todo, ella recordaba que él estaba separado recientemente. - El abogado Dalton, es quien representa al banco, estoy atrasada con los pagos de la hipoteca de mi hogar, pero le puedo asegurar que lo de hace un rato no se repetirá. - insistió tratando de pasar el nudo que se le formaba en la garganta, antes de decir eso que tanto dolor le causaba. - Y con lo referente a mi apellido señor Thompson... soy viuda, por lo tanto, uso mi apellido de soltera. - la voz se le quebró dos veces, no era como que fuese algo de ella el retomar su apellido de soltera, más bien fue una exigencia de sus suegros, mejor dicho, exsuegros.

- ¿Cómo? - Alexander estaba aturdido, buscaba alguna señal en su joven secretaria, algo que le avisara que había enviudado recientemente, pero no podía notar nada fuera de lugar, aunque claro el uniforme era color bordo, algo que también escogió la víbora de Lucrecia, no era como que Sofía tuviera la libertad de vestir de negro o algo por el estilo.

- Señor Thompson, enviude hace seis meses, dos semanas y tres días. - soltó de pronto, avergonzándose una vez más, y sumándole el miedo de que el señor Thompson usara su salud mental como excusa para despedirla.

- ¿Qué? - casi grito la pregunta y cuando vio los ojos brillosos por el llanto retenido de su secretaria, se maldijo. - Lo lamento, no quise ser irrespetuoso y poco sensible, es solo que... no... no recuerdo... - ¿Qué le podía decir? ¿No recuerdo verla llorar por los rincones? Tampoco recuerdo su lugar vació por licencia más que justificada, claro que no diría eso.

- No se disculpe señor Thompson, no tenía como saberlo. - susurro, con pena de ella misma y quizás molesta con Thompson, ¿Cuántas veces llego tarde o se perdió cenas con Adrián? ¿cuántas vacaciones o días festivos desperdicio? Y todo porque el señor Thompson estaba trabajando y la necesitaba, no era como que pensara que ella era especial para el CEO, pero al menos sí que reconocían su esfuerzo, ahora descubría que solo era un número más en esa empresa, ocupando un lugar que, si ella dejaba, pronto seria ocupado por cualquier otro.

- Por favor, señora... señorita Anderson, no le reste importancia a algo tan grave como esto. - el cuerpo de Sofía se tensó, ¿la despediría? Pero ¿Por qué? - Es inaceptable que yo no sepa de su perdida, ¿Cómo es que no se tomó días? ¿Cómo le hemos permitido continuar trabajando sin tomarse un tiempo para recuperarse? - una mínima de calidez se extendió en el pecho de Sofía, por más ridículo que pareciera, su jefe, no solo no la despediría, sino que resultaba ser más considerado que su propia familia o la familia de Adrián.

- No se sienta mal señor Thompson, me tome los días que corresponden para estos casos, solo que no se dio cuenta de mi ausencia, porque coincidió con... su divorcio. - se sentía mal al decir aquello, no era un crimen y solo era la verdad, pero se decían tantas cosas del pobre hombre, que Sofía sentía que, con solo recordarle su tormentoso divorcio, aunque fue rápido al menos en papeleo, pues aún las cosas seguían sucediendo, demandas, chismes y demás, no era como que ella se lo quisiera recordar.

- Comprendo. - rebatió Thompson, descubriendo que no solo era él siendo miserable, estaba seguro de que si rebuscaba en su enorme empresa encontraría a muchas personas tan mal como él y Sofía. - Y... lamento tu perdida Sofía. - era un hombre que había nacido para nadar entre tiburones, descubriendo estrellas y llevando a delante un gran imperio de producciones, sabia como hablar y que decir y prueba de ello fue el hecho de que llamo por su nombre a su secretaria, no solo era una manera más personal de pedir disculpas por vivir en un tupper los últimos seis meses, también se había dado cuenta de la gran soledad que reflejaban los ojos de su secretaria.

- Gracias señor Thompson, si eso es todo, regresare a mi puesto de trabajo. - era una afirmación, pero había cierta duda en su voz y Alexander se dio cuenta que la mujer seguro pensaba que él la despediría, ¡como si eso fuese posible! Y fue cuando decidió hablar.

- Señorita Anderson, puede regresar a trabajar, es una empleada muy valiosa para esta empresa.

Alexander no hablaba a la ligera, pues acababa de descubrir que Sofía era una excelente empleada, aun con la pena que cargaba y el tiempo que tanto él como ella estuvieron fuera, la empresa no sufrió pérdidas, ni descuido alguno por ninguna de las dos partes, definitivamente eran un buen equipo de jefe y empleada.

            
            

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