-Él está bien, soy yo el que está aburrido y pues, la verdad no tengo con quien hablar -le dije una vez más.
-Está bien, no hay problema, al igual que tú, yo también estoy aburrida o sea que hablaste en buen momento ¿Cómo estás? -me dijo.
-Todo bien por el momento ¿y tú? ¿Cómo has estado, te va bien? -le dije -¿Puedo tutearte? o... si tienes algún inconveniente...
-No, no, claro que puedes tutearme, por eso no hay problema, y respondiendo a la primera pregunta, pues estoy bien gracias, aquí acostada, estaba mirando algunos vídeos para distraerme en lo que me agarra el sueño y me duermo -me dijo.
-¡Ah!, qué bien, eso me tranquiliza. Y, respecto a los vídeos, ¿qué ves? ¿música? ¿recetas de cocina? ¿manualidades? ¿algún tema en específico de tus gustos? -Le pregunté, mostrando interés en lo que me había dicho.
-Pues, a decir verdad, voy viendo lo que va apareciendo en las sugerencias, y esto porque necesito que me agarre el sueño, ya que, si me dispongo a ver algo que me interese, no voy a conciliarlo, y hoy tuve un día bastante agotador -Respondió.
La conversación por teléfono que teníamos Milena y yo, se prolongó por casi hora y media, en ese lapso de tiempo hablamos de un sinfín de cosas, pero ninguna de todas ellas era referente a su esposo, ni ella me preguntó algo por él ni yo le mencioné nada.
Todo lo que hablamos fue de nosotros y con respeto, bromeamos y reímos mucho, sin duda alguna yo le había agradado demasiado a Milena, a pesar de que físicamente, ni siquiera me recordaba.
La simple conversación con ella era en verdad fascinante, sentí mucho morbo de estar haciendo lo prohibido, lo que está mal, pero es muy rico y se siente extremadamente bien. En la conversación con Milena, le pregunté algunas cosas para ir conociéndola mejor y ella me preguntó, otras sobre mí. Ser gracioso es una buena técnica para conquistar a una mujer casada, hacerla reír las vuelve locas. Y, es una forma de hacerlas entrar más en confianza.
En nuestra charla llegamos a un punto en que la conversación se salió de control, pues reíamos mucho, nos olvidábamos de la posición sentimental de ambos, por mí no había problema, claro está, porque yo era soltero, pero ella no. Estábamos tan a gusto platicando y riendo de nuestras ocurrencias, cuando de pronto, por un segundo me quedé petrificado al darme cuenta que Lucho estaba cerca de mí, casi a mi lado y, su esposa estaba del otro lado del teléfono platicando conmigo, por un instante pensé que me había escuchado, por la manera en cómo me miraba y mientras me hablaba, ya que tenía un tono de voz serio, tanto como si estuviera enojado.
-¡Ven amigo, vamos a comer, traje comida hermano! -me dijo al tiempo, que me hacía señas para que fuera con él.
La culpa me hacía sentir una extraña sensación. Como si él sospechara o de alguna manera sabía, que estaba hablando con su esposa, por un instante así lo creí, pero, era obvio que no sabía nada, o por lo menos eso pensaba yo. Claro, estos son los riesgos que se corren, pero a su vez, los que hacen que la adrenalina corra más rápido por nuestras venas y haga de esta "mala acción", algo sumamente excitante y perverso.
-¡Es él!, ¿verdad? escuché su voz, dime por favor si es él -me dijo Milena muy inquieta.
-Si, es él. -le hice saber a Milena y al momento de escuchar la afirmación, colgó de inmediato sin siquiera despedirse.
De cierta manera Milena le tenía miedo a su esposo, y después de esto, yo diría que mucho más del que pude imaginarme al principio cuando comentó que era muy celoso. No sé qué vida llevaba a su lado, pero ahora sí me interesaba saber y quería indagar más acerca del tema, solo tenía que buscar la mejor manera de hacerlo, así fuera poco a poco, es decir, cuando Milena tuviera más confianza conmigo como para contarme.
Fui a comer de lo que había llevado, con él y otros de nuestros compañeros.
No teníamos una mesa para poner la comida, así que como todo buen militar tuvimos que improvisar, pusimos un cartón sobre una cama y sobre el cartón, la comida.
-¡Falta el refresco, jóvenes...! -dijo Lucho a todos los que estábamos ahí.
Entre los cinco que estábamos ahí, también estaba mi sargento y, nos cooperamos para comprar una Fanta-limón de tres litros y medio.
-Ya está el dinero, ahora... ¿algún voluntario para ir al casino?
El sargento preguntó, pero al ver qué nadie respondió dijo:
-¡¿Nadie?! Vale pues, ve tú, Danilo.
El militar Danilo, tomó el dinero y fue al casino echando madres pues era un perro flojazo, los demás nos quedamos ahí esperando a que regresara y mientras lo hacíamos, solo charlábamos de todo un poco, sobre todo de mujeres.
Todos mis compañeros, incluyendo el Sargento, le decían a Lucho que era una rata por tener a otras mujeres. Nunca antes había puesto tanta atención en lo que hacían y decían mis compañeros y la verdad no me importaba en lo más mínimo, pero ahora sí, porque hablaban de lucho y al hablar de él y sus andanzas, perjudican a su hermosa esposa, la señora Milena.
Después de unos minutos llegó el Danilo con el refresco que había ido a comprar y en ese momento empezamos a comer y mientras lo hacíamos, mis compañeros platicaban de la tal Liliana...