Las reglas de Julia
img img Las reglas de Julia img Capítulo 4 Punto debil
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Capítulo 6 Mirame img
Capítulo 7 Muy grande img
Capítulo 8 Luis img
Capítulo 9 El interruptor img
Capítulo 10 La tia Gloria img
Capítulo 11 Has leido mi diario img
Capítulo 12 Soy una ama muy exigente img
Capítulo 13 No dudes en espiarnos img
Capítulo 14 Por que me atas img
Capítulo 15 Quien esta detras img
Capítulo 16 Servida img
Capítulo 17 Beso de novia img
Capítulo 18 Los amigos de Joaquin img
Capítulo 19 Es de mi propiedad img
Capítulo 20 Lorenzo img
Capítulo 21 El hijo del dueño img
Capítulo 22 La tia img
Capítulo 23 Volver a empezar desde cero img
Capítulo 24 La chica rebelde img
Capítulo 25 Enamoradas img
Capítulo 26 Anuncio img
Capítulo 27 Vamos a probarlo img
Capítulo 28 ¿Te volveré a ver img
Capítulo 29 No deseaba perder más tiempo img
Capítulo 30 ¿Qué me has preparado hoy img
Capítulo 31 Me pregunté si me odiaba o me amaba img
Capítulo 32 Era una situación un poco fría img
Capítulo 33 Yo no participaría img
Capítulo 34 Enseñanos img
Capítulo 35 Dos tortolitos img
Capítulo 36 Y ella se entregaba a mí img
Capítulo 37 Mi hermana aparecía como la cúspide de una pirámide img
Capítulo 38 Tragándome la dignidad img
Capítulo 39 Me había entregado a Rosa en bandeja img
Capítulo 40 No la besó por que sin duda, la hubiera descubierto img
Capítulo 41 ¿Qué vas a hacer img
Capítulo 42 Había calculado mal img
Capítulo 43 Una solución pasajera img
Capítulo 44 Su precio era muy caro img
Capítulo 45 Una sesión especial img
Capítulo 46 Cambio de planes img
Capítulo 47 ¿Qué quieres decir img
Capítulo 48 Ella es mía y nadie me la va a quitar img
Capítulo 49 Te dejare sin energia img
Capítulo 50 Como un sandwich img
Capítulo 51 ¿Vas a ser buena con Rosa img
Capítulo 52 Si me quieres... me darás tu... img
Capítulo 53 Paula es mía img
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Capítulo 4 Punto debil

No despegué mis labios hasta que me dí cuenta que tras algunos largos segundos había pasado la tempestad que había hecho zozobrar la obstinada resistencia de Eva. Me levanté sin mirarla y sin besarla y le ordené. - Vístete.-

Me acerqué a la puerta para ver partir a Eva al acabar su jornada. Estaba abatida, mancillada, no me miraba siquiera. Le dije para tranquilizarla.- He puesta la pulsera de mi madre en su sitio. ¡Ah! ¡Han aparecido mis pendientes y mis pulseras! ¡Qué tonta! ¿No me acordaba que las puse en un joyero que tengo dentro del armario!.-

Los pendientes de Paula los escondí, no obstante, para que no desaparecieran del todo las sospechas que caían sobre Eva y pudiera seguir chantajeandola. Mi madre aceptó a duras penas que se había equivocado con Eva.

Después de aquello, Eva comenzó a aceptar de mala gana mis continuos abusos de confianza. Aprovechaba cualquier momento en que en casa estaban despistadas mi madre y Paula, para sobarla, meter mi mano bajo su falda y acercarme todo lo más que podía a su sexo, percibiendo en mi mano el calor de sus muslos. También metía la mano por algún botón desabrochado por orden mía, de su camisa, y acariciaba su pecho caliente y tierno.

Un día, le ordené al oído que se quitara las bragas. Eva fue al baño. Cuando volvió sus ojos oscuros brillaban. Me fui a la cocina. Mi madre veía la tele en el salón y Paula estudiaba, como siempre. Metí la mano bajo su falda mientras la besaba y mi mano se llenó de la humedad de su sexo excitado. Me costó mucho separarme de ella, pero era una locura seguir con aquello en ese momento.

Antes de que Eva saliera aquel día, me inventé una excusa para salir, tenía que hacer unas fotocopias a un libro. La esperé en el descansillo de las escaleras, oculta. Mi corazón latía acelerado y casi estalla cuando vi la puerta de casa abrirse y despedirse de mi madre. La puerta se cerró antes de que llegara el ascensor. Cuando Eva iba a meterse, me colé con ella. La verdad es que se llevó un buen susto.

Eva llevaba una minifalda estrecha. Al verme exclamó.- ¡Ay !¡Leche! ¡Qué susto m has dado!.- Yo mandé al ascensor a la última planta. Era uno de esos ascensores que no para entre medias. La última planta daba, tras unas escaleritas a la puerta de la azotea del bloque, en un descansillo escondido y nada de concurrido.

-¡Quítate las bgragas. ¡Rápido!.- Eva me obedeció sin titubear. Se alzó la estrecha falda y salieron las braguitas blancas. Eran de Paula. A los poco segundos se abrió la puerta del ascensor.

-¡Te voy a enseñar yo! ¡Otra vez con esto!.- Le dije, enseñándole las bragas, gesticulando mucho pero sin alzar la voz., y la llevé a empujones por las escaleras, hasta llegar al descansillo. La puse contra la pared y la besé con fuerza, mientras le subía la falda y colocaba mi rodilla entre sus muslos. La falda dejaba al descubierto mis muslos y sentía aquella mezcla de calor y humedad, de fina piel de sus muslos y de maraña de pelos, en mi muslo. Le desabroché la camisa y le bajé el tirante del sostén y comencé a besar la parte de sus pechos que asomaban.

Volví a besarle la boca, que se le abría para recibir mi lengua. Eva estaba ardiente. Deslicé mi mano bajo sus bragas remangadas en la cintura y me apoderé de sus sexo, estrujándolo entre mis dedos, con fuerza. Sentía su calor en la palma de mi mano, y la humedad en la yema de mis dedos. Eva suspiró hondamente y susurró un quejido de placer, al estirar de su clítoris que estaba entre mis dedos, levemente.

Luego, comencé a mover en sentido circular la palma de mi mano mientras comencé a colocar un dedo en su agujero. Eva se abrazó a mí y puso su cabeza en mi hombro, sentía sus beso por encima de la tela de la camiseta. Introduje el dedo en su sexo, sintiendo por primera vez la piel interior de la vagina de una mujer. Su espalda se arqueó y echó su cabeza hacia detrás. Intenté agarrale un pecho con los labios, pero era imposible llegar. Le agarré de una nalga con fuerza, para evitar que se escabullera y comencé a mover mi dedo dentro de su vagina, cada vez con más rapidez, hasta que finalmente, Eva se corrió.

Movía las caderas de forma que ella misma se metía dentro mi dedo, incluso, al final, puso su mano sobre la mía y presionaba contra sí rítmicamente mientras gemía cada vez más fuerte. La besé para evitar que sus gemidos pudieran delatarnos. Encontré en su boca todo el calor del mundo. Saqué el dedo de su sexo saciado mientras seguíamos besándonos. Luego le dí sus bragas y tras dejar que se vistiera, bajamos silenciosamente las escaleras y nos dirigimos a la última planta.

.¡Adiós amor!.- Eva me sorprendió con esa despedida en el zaguán del edificio. Era la señal de mi victoria. Desde ese día, todas las puertas con Eva las encontré abiertas o se me abrían con facilidad. Naturalmente, por la noche me masturbaba pensando en esas cosas. Buscaba mi sexo en la oscuridad de la noche y me recreaba reviviendo las sensaciones de mis experiencias con Eva.

Una de esas tardes en las que me quedé a solas con Eva en el piso, la siguiente a la que os acabo de relatar, me propuse ir un poco más allá en mi particular conquista de Eva. Mientras ella acababa de lavar los platos, me dirigí a la despensa y descubrí allí una zanahoria de esas grandes que venden en los supermercados. Medía como dos veces la mano y dos dedos de gorda por lo menos. La metí en mi bolsillo y me dirigí a ella. Como hacía otras veces, le levanté la falda y tras magrearle las nalgas, le toqué el toto, por encima de las bragas, que encontré caliente y húmedo .

-Qué caliente estás.- Le dije, mientras me pegaba a su espalda y ponía mi barbilla sobre su hombro, de manera que mi boca estaba a sólo unos centímetros del lóbulo de su oreja. - Creo que esta tarde vamos a tener otra aventura juntas.-

            
            

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