Luna Roja: El instinto de la carne
img img Luna Roja: El instinto de la carne img Capítulo 1 Llegada a San Lupo
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Capítulo 6 La Luna Llena se Aproxima img
Capítulo 7 El Miedo a lo Desconocido img
Capítulo 8 La Primera Luna Llena img
Capítulo 9 Confusión y Deseo Reprimido img
Capítulo 10 El Pacto de los Hombres Lobo img
Capítulo 11 El Deseo Crece img
Capítulo 12 Una Conversación Privada img
Capítulo 13 La Luna Llena Próxima img
Capítulo 14 Tentación img
Capítulo 15 El Toque Prohibido img
Capítulo 16 La Llamada de la Luna img
Capítulo 17 La Amenaza Desconocida img
Capítulo 18 El Regreso de la Luna Llena img
Capítulo 19 La Atracción Irresistible img
Capítulo 20 Despedida Dolorosa img
Capítulo 21 El Sacrificio de Dante img
Capítulo 22 Luna Llena Peligrosa img
Capítulo 23 Revelaciones Oscuras img
Capítulo 24 Confusión Interna img
Capítulo 25 Una Noche de Acercamiento img
Capítulo 26 El Primer Toque Genuino img
Capítulo 27 El Regreso del Peligro img
Capítulo 28 La Lucha Interna de Dante img
Capítulo 29 El Deseo Prohibido img
Capítulo 30 El Dilema de Aurelia img
Capítulo 31 La Segunda Luna Llena img
Capítulo 32 Un Acercamiento Peligroso img
Capítulo 33 Confesiones Bajo la Luna img
Capítulo 34 El Primer Beso img
Capítulo 35 Las Consecuencias img
Capítulo 36 El Eco de la Luna Llena img
Capítulo 37 El Regreso del Peligro img
Capítulo 38 El Miedo de Dante img
Capítulo 39 Desapego Emocional img
Capítulo 40 Creciente Desconcierto img
Capítulo 41 Un Regreso Inesperado img
Capítulo 42 La Luna Roja img
Capítulo 43 Una Noche Peligrosa img
Capítulo 44 La Lealtad Cuestionada img
Capítulo 45 Confusión Emocional img
Capítulo 46 La Propuesta de Dante img
Capítulo 47 El Beso Prohibido (Segunda Vez) img
Capítulo 48 La Verdad Oculta de Dante img
Capítulo 49 La Transformación Peligrosa img
Capítulo 50 El Sacrificio de la Luna Roja img
Capítulo 51 El Corazón de un Lobo img
Capítulo 52 Desgarrados entre el amor y el deber img
Capítulo 53 La amenaza externa se intensifica img
Capítulo 54 Un acercamiento peligroso img
Capítulo 55 Un pacto personal img
Capítulo 56 El lado salvaje de Dante img
Capítulo 57 Los lazos se estrechan img
Capítulo 58 Un encuentro revelador img
Capítulo 59 La segunda luna roja img
Capítulo 60 El poder del deseo img
Capítulo 61 El precio del sacrificio img
Capítulo 62 El regreso de la amenaza img
Capítulo 63 La noche de las decisiones img
Capítulo 64 La batalla interna de Aurelia img
Capítulo 65 El riesgo de amar a un lobo img
Capítulo 66 La llegada de un nuevo peligro img
Capítulo 67 Un paso más cerca del abismo img
Capítulo 68 El sacrificio final de Dante img
Capítulo 69 La luna llena lo cambia todo img
Capítulo 70 Un amor peligroso img
Capítulo 71 El dilema de Aurelia img
Capítulo 72 La luna llena transformadora img
Capítulo 73 La luna roja img
Capítulo 74 Una noche peligrosa img
Capítulo 75 La lealtad cuestionada img
Capítulo 76 Confusión emocional img
Capítulo 77 La propuesta de Dante img
Capítulo 78 Lo sabíamos desde el principio img
Capítulo 79 No me arrastrarás img
Capítulo 80 La transformación peligrosa img
Capítulo 81 El sacrificio de la luna roja img
Capítulo 82 El corazón de un lobo img
Capítulo 83 Desgarrados entre el amor y el deber img
Capítulo 84 La amenaza externa se intensifica img
Capítulo 85 Un acercamiento peligroso img
Capítulo 86 Un pacto personal img
Capítulo 87 El lado salvaje de Dante img
Capítulo 88 Los lazos se estrechan img
Capítulo 89 A punto de cambiar img
Capítulo 90 La segunda luna roja img
Capítulo 91 Ya no había vuelta atrás img
Capítulo 92 El precio del sacrificio img
Capítulo 93 El regreso de la amenaza img
Capítulo 94 La noche de las decisiones img
Capítulo 95 La batalla interna de Aurelia img
Capítulo 96 El riesgo de amar a un lobo img
Capítulo 97 La llegada de un nuevo peligro img
Capítulo 98 Un paso más cerca del abismo img
Capítulo 99 El sacrificio final de Dante img
Capítulo 100 La luna llena lo cambia todo img
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Luna Roja: El instinto de la carne

DaniM
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Capítulo 1 Llegada a San Lupo

Aurelia había viajado durante horas, atravesando montañas y valles, hasta llegar al último tramo de su viaje. La carretera que la llevaba a San Lupo serpenteaba a través de un espeso bosque que parecía envolverlo todo en un silencio pesado. Cada vez que miraba por la ventana del coche, veía cómo las sombras de los árboles se alargaban y se entrelazaban, como si la naturaleza misma quisiera ocultar algo. A lo lejos, una neblina espesa comenzaba a descender, cubriendo las colinas y el horizonte.

Se detuvo frente a una señal que indicaba la entrada al pueblo. "San Lupo", decía en letras doradas, pero lo que más le llamó la atención no fue el nombre en sí, sino la sensación de inquietud que la invadió al mirarlo. Algo en el aire parecía distinto, y no era solo por la naturaleza salvaje que rodeaba el lugar. Era como si el pueblo estuviera impregnado de una energía antigua, casi mágica, que la hacía sentirse fuera de lugar. Pero, a pesar de la extraña sensación que le invadía, Aurelia no podía evitar sentirse atraída por la belleza sombría del lugar.

El coche avanzó lentamente, cruzando el puente de madera que parecía crujir con cada movimiento. La niebla se espesaba a medida que se adentraba en el pueblo, dándole un aire aún más místico. Las casas de madera y piedra, construidas de forma irregular, se alineaban a lo largo de las estrechas calles empedradas. El pueblo, aunque pequeño, parecía estar detenido en el tiempo. Las luces de las farolas titilaban tenuemente, iluminando la calle principal con una luz amarillenta que parecía a duras penas penetrar la oscuridad.

Aurelia se sentó erguida, observando todo con una mezcla de curiosidad y desconfianza. Había escuchado historias sobre este lugar, rumores oscuros que hablaban de pactos secretos y antiguas tradiciones. Pero no creía en cuentos de viejas ni en supersticiones. Sin embargo, el aire pesado que envolvía San Lupo parecía desafiar esa lógica. Cada rincón, cada sombra, parecía esconder algo. Era como si el pueblo mismo estuviera respirando, como si tuviera una vida propia.

El coche finalmente se detuvo frente a una casa de fachada gris, con un pequeño jardín cubierto de musgo. La puerta principal estaba ligeramente entreabierta, y Aurelia pudo ver a través de la ventana una figura que se acercaba a abrir. Una mujer de rostro suave y ojos cálidos la recibió con una sonrisa que, por un instante, disipó la sensación de inquietud que la había acompañado todo el viaje.

-Bienvenida, Aurelia -dijo la mujer, su voz profunda y reconfortante-. Soy Nora, la encargada de la casa. Sé que esto puede ser un cambio grande, pero aquí todo es... tranquilo, todo se mueve a su propio ritmo.

Aurelia asintió, aunque en su interior algo le decía que "tranquilo" no era lo que sentiría en ese lugar. Agradeció a Nora mientras recogía su maleta del asiento trasero y salía del coche. La neblina ya comenzaba a envolver el pueblo por completo, sumiendo todo en una oscuridad que no parecía tener fin.

Mientras seguía a Nora hacia la casa, Aurelia no pudo evitar mirar atrás, como si algo la llamara. En un instante, la figura de un hombre se recortó entre la niebla al final de la calle. No era más que una sombra, pero algo en su postura, erguida y tranquila, hizo que su pulso se acelerara. De alguna manera, su presencia parecía estar vinculada a la atmósfera misma de San Lupo, tan enigmática y distante.

Nora notó su mirada y siguió su línea de visión.

-No te preocupes, Aurelia. Es solo el alcalde, Alejandro. Es una buena persona, pero un poco... serio. Todos en el pueblo lo respetan, pero casi nadie lo conoce realmente -explicó con una leve sonrisa.

Aurelia asintió, aunque algo en la figura de ese hombre le parecía extrañamente familiar, como si ya lo hubiera visto en algún lugar, en alguna otra vida. Pero, al igual que con el pueblo, no podía precisar qué era lo que le provocaba esa sensación. Sin decir nada más, Nora la condujo al interior de la casa.

La casa estaba oscura, con muebles de madera envejecida y una chimenea apagada que aún conservaba el eco de una calidez olvidada. Aurelia dejó su maleta en el pasillo y miró a su alrededor, buscando una sensación de hogar. Sin embargo, todo en la casa parecía estar cubierto por una capa invisible de antigüedad. Las paredes de piedra parecían susurrar secretos, y la madera crujía con cada paso, como si la casa estuviera viva y consciente de su presencia.

-Tu habitación está en el segundo piso. Es pequeña, pero cómoda -dijo Nora, guiándola por las escaleras de madera.

Aurelia subió lentamente, observando cada detalle de la casa. Cuanto más caminaba por ese lugar, más notaba la presencia de algo extraño, algo que no podía poner en palabras. El aire estaba cargado de una energía misteriosa que se asentaba sobre su piel como una capa. Parecía un lugar donde el tiempo se había detenido, un lugar donde las sombras jugaban a esconder lo que realmente sucedía.

Cuando Nora la dejó en la habitación, Aurelia se acercó a la ventana. Desde allí, el pueblo se veía diferente. La niebla cubría todo el paisaje, pero a lo lejos, las colinas parecían extenderse interminablemente, como un mar oscuro que se perdía en el horizonte. En esa quietud, pudo escuchar algo más allá de sus pensamientos, algo que se movía entre los árboles, algo que respiraba, como si el bosque en sí estuviera aguardando.

Se acercó más a la ventana, buscando el origen de ese sonido, pero no vio nada. Solo la oscuridad y el murmullo lejano del viento entre los árboles. Sintió una ligera presión en su pecho, como si la atmósfera del lugar la estuviera envolviendo, empujándola a permanecer alerta, a estar atenta.

-Es solo el viento -se dijo a sí misma, aunque las palabras sonaron vacías.

Nora apareció en la puerta de la habitación.

-Es tarde, quizás debas descansar. Mañana será un día largo -dijo, sonriendo con suavidad.

Aurelia asintió, aunque sabía que no podría dormir aún. Algo en ese lugar la mantenía despierta, una mezcla de miedo y fascinación que no podía explicar. Mientras Nora cerraba la puerta tras ella, Aurelia volvió a mirar por la ventana. La figura del hombre que había visto antes ya no estaba allí, pero algo dentro de ella sentía que él, al igual que el pueblo, siempre estaría presente. En San Lupo, nada desaparecía realmente.

La oscuridad crecía afuera, y Aurelia se sintió pequeña, como una intrusa en un mundo que no comprendía. Pero al mismo tiempo, había algo en esa oscuridad que la atraía, algo que la llamaba desde el mismo fondo del bosque.

Con una última mirada a la ventana, Aurelia se tumbó en la cama. Cerró los ojos, pero sabía que el sueño no llegaría fácilmente esa noche. San Lupo ya había dejado su marca en ella.

            
            

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