Género Ranking
Instalar APP HOT
img img Hombre Lobo img Luna Roja: El instinto de la carne
Luna Roja: El instinto de la carne

Luna Roja: El instinto de la carne

img Hombre Lobo
img 20 Capítulo
img DaniM
5.0
Leer ahora

Acerca de

En las profundidades del bosque de San Lupo, donde las sombras se alargan y los susurros del viento ocultan secretos, existe un pueblo que sigue un pacto ancestral con los hombres lobo. Nadie sabe exactamente cuándo comenzó, pero siempre ha sido así. Cada luna llena, los habitantes deben rendir tributo a la criatura que habita entre ellos, temiendo lo que podría ocurrir si no cumplen con las reglas. Aurelia es una joven que acaba de mudarse al pueblo, buscando escapar de su pasado turbulento. Sin embargo, pronto se da cuenta de que la gente del pueblo guarda una serie de rituales misteriosos, especialmente alrededor de la luna llena. En su primer mes allí, se cruza con un hombre extraño y atractivo: Dante. Tiene una mirada feroz y un aire de peligro que no puede ignorar, aunque también una atracción que la consume. Esa noche, durante una luna llena particularmente roja, Aurelia es invitada a la fiesta anual del pueblo, un evento lleno de música, baile y tensión palpable. Al llegar, es evidente que algo más se está cocinando bajo la superficie. Los ojos de Dante la siguen con una intensidad perturbadora, y aunque sabe que algo no está bien, la tentación la empuja a acercarse más. Lo que no sabe es que Dante no es simplemente un hombre... es un lobo, y esa noche, la luna tiene más poder del que ella podría imaginar. La transformación no solo será física, sino también emocional. Los deseos primitivos se desatan y Aurelia, aunque asustada, se ve atrapada en una red de lujuria y peligro que no puede controlar. Dante, al reconocer en ella algo más que una simple humana, se siente atraído de una manera salvaje. A medida que su cuerpo se transforma bajo la luna llena, su hambre no es solo por carne, sino por algo mucho más profundo. Una conexión visceral que trasciende lo humano. Pero Aurelia no es una simple víctima; algo dentro de ella se despierta, un deseo que hasta ahora había permanecido dormido. El peligro de enamorarse de un hombre lobo es evidente, pero también lo es el deseo insaciable que arde entre ellos. La pregunta es: ¿podrá Aurelia resistir la atracción peligrosa de Dante? Y más importante aún, ¿quiénes serán cuando la luna roja desaparezca?

Capítulo 1 Llegada a San Lupo

Aurelia había viajado durante horas, atravesando montañas y valles, hasta llegar al último tramo de su viaje. La carretera que la llevaba a San Lupo serpenteaba a través de un espeso bosque que parecía envolverlo todo en un silencio pesado. Cada vez que miraba por la ventana del coche, veía cómo las sombras de los árboles se alargaban y se entrelazaban, como si la naturaleza misma quisiera ocultar algo. A lo lejos, una neblina espesa comenzaba a descender, cubriendo las colinas y el horizonte.

Se detuvo frente a una señal que indicaba la entrada al pueblo. "San Lupo", decía en letras doradas, pero lo que más le llamó la atención no fue el nombre en sí, sino la sensación de inquietud que la invadió al mirarlo. Algo en el aire parecía distinto, y no era solo por la naturaleza salvaje que rodeaba el lugar. Era como si el pueblo estuviera impregnado de una energía antigua, casi mágica, que la hacía sentirse fuera de lugar. Pero, a pesar de la extraña sensación que le invadía, Aurelia no podía evitar sentirse atraída por la belleza sombría del lugar.

El coche avanzó lentamente, cruzando el puente de madera que parecía crujir con cada movimiento. La niebla se espesaba a medida que se adentraba en el pueblo, dándole un aire aún más místico. Las casas de madera y piedra, construidas de forma irregular, se alineaban a lo largo de las estrechas calles empedradas. El pueblo, aunque pequeño, parecía estar detenido en el tiempo. Las luces de las farolas titilaban tenuemente, iluminando la calle principal con una luz amarillenta que parecía a duras penas penetrar la oscuridad.

Aurelia se sentó erguida, observando todo con una mezcla de curiosidad y desconfianza. Había escuchado historias sobre este lugar, rumores oscuros que hablaban de pactos secretos y antiguas tradiciones. Pero no creía en cuentos de viejas ni en supersticiones. Sin embargo, el aire pesado que envolvía San Lupo parecía desafiar esa lógica. Cada rincón, cada sombra, parecía esconder algo. Era como si el pueblo mismo estuviera respirando, como si tuviera una vida propia.

El coche finalmente se detuvo frente a una casa de fachada gris, con un pequeño jardín cubierto de musgo. La puerta principal estaba ligeramente entreabierta, y Aurelia pudo ver a través de la ventana una figura que se acercaba a abrir. Una mujer de rostro suave y ojos cálidos la recibió con una sonrisa que, por un instante, disipó la sensación de inquietud que la había acompañado todo el viaje.

-Bienvenida, Aurelia -dijo la mujer, su voz profunda y reconfortante-. Soy Nora, la encargada de la casa. Sé que esto puede ser un cambio grande, pero aquí todo es... tranquilo, todo se mueve a su propio ritmo.

Aurelia asintió, aunque en su interior algo le decía que "tranquilo" no era lo que sentiría en ese lugar. Agradeció a Nora mientras recogía su maleta del asiento trasero y salía del coche. La neblina ya comenzaba a envolver el pueblo por completo, sumiendo todo en una oscuridad que no parecía tener fin.

Mientras seguía a Nora hacia la casa, Aurelia no pudo evitar mirar atrás, como si algo la llamara. En un instante, la figura de un hombre se recortó entre la niebla al final de la calle. No era más que una sombra, pero algo en su postura, erguida y tranquila, hizo que su pulso se acelerara. De alguna manera, su presencia parecía estar vinculada a la atmósfera misma de San Lupo, tan enigmática y distante.

Nora notó su mirada y siguió su línea de visión.

-No te preocupes, Aurelia. Es solo el alcalde, Alejandro. Es una buena persona, pero un poco... serio. Todos en el pueblo lo respetan, pero casi nadie lo conoce realmente -explicó con una leve sonrisa.

Aurelia asintió, aunque algo en la figura de ese hombre le parecía extrañamente familiar, como si ya lo hubiera visto en algún lugar, en alguna otra vida. Pero, al igual que con el pueblo, no podía precisar qué era lo que le provocaba esa sensación. Sin decir nada más, Nora la condujo al interior de la casa.

La casa estaba oscura, con muebles de madera envejecida y una chimenea apagada que aún conservaba el eco de una calidez olvidada. Aurelia dejó su maleta en el pasillo y miró a su alrededor, buscando una sensación de hogar. Sin embargo, todo en la casa parecía estar cubierto por una capa invisible de antigüedad. Las paredes de piedra parecían susurrar secretos, y la madera crujía con cada paso, como si la casa estuviera viva y consciente de su presencia.

-Tu habitación está en el segundo piso. Es pequeña, pero cómoda -dijo Nora, guiándola por las escaleras de madera.

Aurelia subió lentamente, observando cada detalle de la casa. Cuanto más caminaba por ese lugar, más notaba la presencia de algo extraño, algo que no podía poner en palabras. El aire estaba cargado de una energía misteriosa que se asentaba sobre su piel como una capa. Parecía un lugar donde el tiempo se había detenido, un lugar donde las sombras jugaban a esconder lo que realmente sucedía.

Cuando Nora la dejó en la habitación, Aurelia se acercó a la ventana. Desde allí, el pueblo se veía diferente. La niebla cubría todo el paisaje, pero a lo lejos, las colinas parecían extenderse interminablemente, como un mar oscuro que se perdía en el horizonte. En esa quietud, pudo escuchar algo más allá de sus pensamientos, algo que se movía entre los árboles, algo que respiraba, como si el bosque en sí estuviera aguardando.

Se acercó más a la ventana, buscando el origen de ese sonido, pero no vio nada. Solo la oscuridad y el murmullo lejano del viento entre los árboles. Sintió una ligera presión en su pecho, como si la atmósfera del lugar la estuviera envolviendo, empujándola a permanecer alerta, a estar atenta.

-Es solo el viento -se dijo a sí misma, aunque las palabras sonaron vacías.

Nora apareció en la puerta de la habitación.

-Es tarde, quizás debas descansar. Mañana será un día largo -dijo, sonriendo con suavidad.

Aurelia asintió, aunque sabía que no podría dormir aún. Algo en ese lugar la mantenía despierta, una mezcla de miedo y fascinación que no podía explicar. Mientras Nora cerraba la puerta tras ella, Aurelia volvió a mirar por la ventana. La figura del hombre que había visto antes ya no estaba allí, pero algo dentro de ella sentía que él, al igual que el pueblo, siempre estaría presente. En San Lupo, nada desaparecía realmente.

La oscuridad crecía afuera, y Aurelia se sintió pequeña, como una intrusa en un mundo que no comprendía. Pero al mismo tiempo, había algo en esa oscuridad que la atraía, algo que la llamaba desde el mismo fondo del bosque.

Con una última mirada a la ventana, Aurelia se tumbó en la cama. Cerró los ojos, pero sabía que el sueño no llegaría fácilmente esa noche. San Lupo ya había dejado su marca en ella.

Seguir leyendo

COPYRIGHT(©) 2022