El taxi se detuvo frente a un edificio de apartamentos en el centro de la ciudad.
En cuanto Amelia subió, se dejó caer de golpe en el suave sofá.
Menos mal que incluso después de convertirse en la señora Wayne, nunca había dejado de estudiar.
A lo largo de los años, no solo había comprado ese apartamento con su propio dinero, sino que silenciosamente había forjado su reputación como una de las analistas financieras más inteligentes de la industria.
Simplemente nunca hizo pública esa identidad mientras desempeñaba el papel de esposa devota.
Pero las cosas en el presente habían cambiado.
Amelia sacó su celular y marcó un número. "Josh, necesito que me ayudes a investigar dos cosas. Todo lo que puedas encontrar sobre un hombre llamado Kellan Hayes y cada interacción entre Eduardo Wayne y Josie Spencer. Envíamelo todo a mi bandeja de entrada lo más rápido que puedas".
Josh pareció quedarse atónito del otro lado y preguntó: "¿Tú y Eduardo se están separando?".
"Sí", contestó Amelia con calma.
Ella y Josh habían crecido juntos en el mismo orfanato. Eran como hermanos.
Josh era un genio con las computadoras, había estudiado en el extranjero y en ese momento estaba entre los mejores hackers del mundo. Él era su mayor apoyo.
"Me alegra por ti, Amelia. Si alguna vez no eres feliz, regresa. Siempre estaré aquí para ti".
Su mano tembló alrededor del teléfono.
Estaba acostumbrada a ser fuerte por su cuenta, pero Josh siempre encontraba las fisuras en su armadura.
Minutos después, un voluminoso archivo llegó a su bandeja de entrada.
Resultó ser que Eduardo había sido el patético arrastrado de Josie. Cuando esta se fue del país para seguir su carrera de modelo, él había volcado toda su atención en Amelia pretendiéndola incansablemente.
Después de la boda, la convenció con halagos y presión para que se retirara del modelaje y se convirtiera en su esposa a tiempo completo.
Mientras tanto, Josie se elevó al estatus de supermodelo internacional.
Tres meses antes, Josie había regresado repentinamente y retomó su relación con Eduardo.
Cada escusa que había inventado Eduardo para quedarse hasta tarde en la oficina y los viajes de negocios que a los que iba, coincidían con el tiempo que había estado con Josie.
Amelia sonrió con amargura y guardó el archivo.
"Amelia, sobre ese otro hombre del que me pediste que indagara... ¿Por qué investigas a una figura tan complicada?". Josh rara vez llamaba solo para hablar. "Nadie conoce toda la verdad, pero los rumores dicen que delante de todos es un magnate internacional. Sin embargo, detrás de escena, es un don de la mafia. Es implacable. El año pasado, alguien casi lo mata. Siguiendo la vieja tradición familiar, congeló esperma en una clínica privada por si su línea sanguínea moría con él. Últimamente ha comenzado a aparecer en galas de alto perfil porque está buscando expandirse a nuevos mercados".
Así que esa era la historia.
La mano de Amelia se deslizó sobre su vientre.
Ese hombre era aún más peligroso de lo que había temido.
En la Mansión Wayne, Josie se acurrucó contra el pecho de Eduardo. "Eduardo, ¿qué pasa si ella realmente revela todo porque no quieres firmar los papeles?".
"No se atreverá", el hombre se burló con absoluta certeza. "Sin familia ni carrera, ¿a dónde podría ir sin mí? Solo está haciendo una rabieta porque está embarazada y quiere más atención. Confía en mí, no voy a tolerar su capricho de niña consentida".
La mujer se rió y se acurrucó más.
En la finca privada de los Hayes, Kellan no esperaba que su padre llamara solo para fastidiarlo sobre el matrimonio.
Se quitó de encima al viejo, pero la imagen de Amelia Fuller se negaba a desaparecer de su mente.
"Jason". Kellan frotó la sencilla sortija de plata entre sus dedos. Se le había caído a Amelia de la mano cuando huyó del salón de baile.
Un hombre alto y de hombros anchos entró en el estudio. "Encuentra todo lo que puedas sobre una mujer llamada Amelia Fuller".
"Sí, señor".
"Espera". Kellan lo detuvo en la puerta, dudando más esa vez. "También investiga el estado exacto de su matrimonio con Eduardo Wayne. Quiero los detalles".