"¿Han sido borrados?". Kellan Hayes soltó una risa cortante. "Te sugiero que pienses bien antes de volver a hablar, o perderás esa mano".
Un grito sofocado resonó.
Amelia se quedó petrificada detrás de la puerta, pálida por la brutalidad en su tono.
Se había cruzado con un hombre despiadado. Si él la encontraba, nunca le dejaría quedarse con el bebé. El doctor tampoco resistiría mucho, así que tenía que irse de ese lugar de inmediato.
Tragándose su pánico, Amelia escudriñó la habitación y sus ojos se fijaron en la ventana.
Estaba en un segundo piso y pensó que la tubería de desagüe afuera sería fácil de escalar.
Sin dudarlo, pasó una pierna por el alfeizar y salió trepando.
Sin embargo, su vestido se enganchó en un cable sobresaliente e hizo un sonido estridente al rasgarse.
Aunque el sonido era débil, igual llegó a oídos de Kellam que estaba afuera.
Inmediatamente dirigió su mirada a la puerta de la sala ordenando: "Ábranla".
El corazón de Amelia latía tan fuerte que pensó que podría estallar. En el instante en que sus pies tocaron el suelo, corrió hacia la calle.
En ese mismo momento, la puerta de la sala se abrió de golpe.
Kellan recorrió la habitación vacía con la mirada, se acercó a la ventana y no vio nada más que el tráfico bullicioso abajo.
Entrecerró los ojos al ver unos hilos atrapados en el cable. Una risa baja y escalofriante escapó de su garganta.
"Es bastante audaz", murmuró.
Amelia atravesó las puertas del hospital tan frenéticamente que casi no ve el carro que salía de un lado.
Se detuvo justo a tiempo, pero el impulso la hizo caer.
Sus palmas y brazos se desgarraron contra el pavimento y el dolor quemaba su piel.
Apretó los dientes, a punto de levantarse, cuando una voz profunda sonó a su lado: "Señorita, ¿necesita ayuda?".
Su corazón pareció detenerse y sus manos temblaron.
Miró hacia el rostro sorprendentemente apuesto de Kellan Hayes.
Parecía estar tranquilo, casi cortés, nada que ver con el hombre aterrador de hacía unos momentos.
Por un segundo, no pudo asegurar si él había reconocido que ella era la persona que había utilizado su muestra.
Se forzó a hablar con firmeza: "Gracias, yo misma puedo".
Se levantó con dificultad y recogió apresuradamente sus cosas esparcidas por el suelo.
Justo cuando iba a irse, él habló de nuevo, señalando su dobladillo rasgado. "Tu vestido está roto. ¿Necesitas...?".
"No, gracias. Se rompió al caerme", lo interrumpió ella.
Al decir eso sintió un golpe de frustración, consciente de que su frase sonaba demasiado forzada.
Mejor no quedarse más tiempo del necesario. Murmuró otro rápido "Gracias", y se alejó apresuradamente.
Nunca notó que Kellan la observaba alejarse con ojos inescrutables.
De vuelta en la villa, Amelia finalmente exhaló.
La casa estaba vacía. Recordó que Eduardo tenía una importante gala de negocios esa noche.
Aunque solo pensar en él la enfermaba, las oportunidades de inversión en esa gala eran vitales para sus planes futuros.
Vendó sus heridas, se puso un vestido de noche y condujo hasta el hotel.
El salón de baile estaba lleno de la élite de la ciudad.
El momento en que Amelia entró, vio a Eduardo con Josie del brazo, ambos riendo con los invitados como si fueran la pareja perfecta.
Los ojos de la otra mujer se encontraron con los suyos y destellaron con triunfo. "Amelia, ¿cómo la señora de la casa llegar tan tarde en una noche tan importante para la familia Wayne? ¡Oh, Dios, estás herida!".
Josie alcanzó a ver el brazo rasguñado de Amelia como para mostrarlo a todos.
"Me tropecé en el camino de regreso del hospital", dijo Amelia con frialdad, apartándose elegantemente.
La falsa preocupación de Josie le daban ganas de poner los ojos en blanco.
Actuaba como la señora de la familia Wayne.
"¿Por qué estabas en el hospital? ¿Te sientes mal? Ay, qué tonta soy. Eduardo mencionó que habían intentado de nuevo con la fertilización in vitro porque aún no puedes concebir naturalmente. ¡Eso debe ser agotador!".
Aunque no hablaba en alta voz, su volumen era suficiente para que los invitados alrededor la escucharan.
Susurros se expandieron hacia afuera. "Dicen que la señora Wayne es una huérfana sin apoyo familiar. Supongo que es cierto, por eso están tan desesperada por tener un hijo para asegurar su lugar".
"El señor Wayne y la señorita Spencer lucen mucho mejor juntos. Amelia no puede compararse con ella".
"Pero escuché que ella se mantuvo a su lado en sus años más difíciles. Eso cuenta para algo".
Eduardo miró el estado desaliñado de Amelia y frunció el ceño con abierta irritación. "¡Amelia! Me estás poniendo en ridículo frente a todos. Sabías cuán crucial era esta noche. Si estás herida, deberías haberte quedado en casa en lugar de aparecerte así".
La mujer se rió por dentro con frialdad.
Había planeado esperar hasta después de la gala para pedirle el divorcio, pero al parecer, ya no era necesario.
"Eduardo, ¿aún entiendes el significado de la vergüenza? Creo que tratarme como un medio para que tú y tu amante tengan un hijo, es mil veces más humillante que unos cuantos rasguños. Y Josie, no sabía que te gustaba hurgar en la basura. Te regalo a Eduardo, que es la peor de las escorias. No me lo agradezcas. Recuerda que te regalé el título de señora Wayne. No vuelvas a actuar como si lo hubieras ganado frente a mí. Eduardo, hemos terminado. Quiero el divorcio".