La verdad oculta en una carpeta
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Capítulo 4

SOFÍA POV:

Lo observé. A Daniel, mi esposo. Estaba en la puerta, poniéndose la chamarra, de espaldas a mí. Cada célula de mi cuerpo gritaba que hiciera lo que siempre hacía. "Maneja con cuidado, cariño. Llámame cuando llegues". Pero las palabras se atascaron en mi garganta, enredadas con bilis y confianza destrozada.

Sus anchos hombros, antes un símbolo de mi seguridad, ahora parecían completamente extraños. Su figura que se alejaba ya no era la del hombre que conocía. Era un extraño marchándose.

Un grito ahogado se me escapó. Me levanté de la cama, mis pies descalzos golpeando el frío suelo de madera.

-¡Daniel! -grité, mi voz cruda y desesperada. Corrí tras él, hacia la sala.

Se detuvo en la entrada, con la mano en el pomo de la puerta, volviéndose para mirarme. Su expresión era de leve molestia, de confusión. Ni siquiera miró mis pies descalzos, no notó la piel de gallina que se erizaba en mis brazos por el aire frío. Simplemente me miró sin expresión.

Mi corazón se moría, centímetro a centímetro. No me veía. No le importaba.

-Por favor -susurré, mi voz quebrándose-. No te vayas, Daniel. Por favor. -Era una súplica que odiaba hacer, pero una pizca de esperanza, una esperanza desesperada y tonta, todavía parpadeaba dentro de mí. Quizás, solo quizás, me elegiría a mí.

Mis ojos ardían, las lágrimas nublaban mi visión. Mi pecho se oprimió, un dolor abrasador, haciendo difícil respirar. Todo mi cuerpo sentía que se asfixiaba.

Frunció el ceño, sus cejas se juntaron con irritación.

-Sofía, ¿qué te pasa? Acaba de tener un accidente. Si no voy yo, ¿quién irá? -Su voz era aguda, cargada de impaciencia.

-Y honestamente, estás siendo ridícula. ¿No crees que volveré? Intenta ser comprensiva por una vez. -Hizo una pausa, luego suavizó su voz, un tono practicado diseñado para apaciguar-. Volveré pronto. Lo prometo. Solo descansa un poco.

Luego, se fue. La puerta se cerró con un clic, dejándome sola en la vasta y vacía sala. El único sonido era mi respiración irregular e incontrolada, resonando en el silencio.

Un ping de mi teléfono. Era un mensaje de Valeria.

"Lo siento mucho, S. Tuve un pequeño choque. Le pedí prestado a tu esposo un ratito. No te importa, ¿verdad? Besos y abrazos".

Besos y abrazos. De mi mejor amiga. Que estaba con mi esposo. Mi mundo, mi amor, mi amistad, todo se había derrumbado en un montón de escombros.

Mi mente se quedó en blanco. Una resolución fría y dura se cristalizó dentro de mí. Corrí al estacionamiento, mis pies golpeando contra el concreto. Basta. Esto tenía que terminar. Ahora.

Conduje hasta la dirección que Valeria había enviado, la de su mensaje del "choque". Mis manos se aferraban al volante con tanta fuerza que mis nudillos estaban blancos. El olor a llanta quemada y gases de escape flotaba en el aire cuando llegué.

Ahí estaba él. Daniel. Sus brazos rodeaban a Valeria con fuerza, consolándola. Ella sollozaba en su hombro, su rostro enterrado en su pecho. Él le acariciaba el cabello, sus movimientos tiernos, protectores.

-Señor, su coche está bien. Es solo un rasguño -decía el otro conductor, claramente frustrado-. No hay necesidad de tanto drama.

Daniel se apartó ligeramente de Valeria, su rostro contorsionado de ira mientras se enfrentaba al otro conductor.

-¿Un rasguño? ¡Es el coche de mi esposa! ¡Y asustaste a mi... a mi amor! ¡Cómo te atreves!

Luego se volvió hacia Valeria, atrayéndola más cerca.

-Está bien, nena. No le hagas caso. Me aseguraré de que pague por cada pequeña cosa. Yo me encargaré de ti. Eres mi esposa, no deberías tener que lidiar con esto.

Mi esposa. Mi amor. Me quedé helada, viendo la grotesca obra desarrollarse. Valeria levantó la vista hacia Daniel, sus ojos muy abiertos y rebosantes de una adoración enfermiza. La verdad de su larga aventura, la profundidad de su engaño, me golpeó con la fuerza de un golpe físico. Mi amor, mi amistad, no solo estaban arruinados. Estaban completamente aniquilados.

Valeria se echó hacia atrás, su voz todavía temblorosa.

-Daniel, por favor, no me dejes sola esta noche. No puedo estar sola. ¿Puedes... puedes quedarte conmigo?

Mis uñas se clavaron en mis palmas, sacando sangre. El dolor era agudo, pero no era nada comparado con la agonía que me desgarraba el pecho. Sentía que me ahogaba a plena vista.

Daniel dudó, su mirada se desvió brevemente hacia su coche, luego de vuelta al rostro manchado de lágrimas de Valeria. Asintió lentamente.

-Está bien, nena. Solo una última vez. Me quedaré. Pero esta es la última vez que te elijo a ti por encima de... de todo lo demás.

Mi sangre se heló. ¿Cuántas "últimas veces" había habido? ¿Cuántas más habría? Una oleada de furia pura e inalterada me invadió. Mis piernas se movieron antes de que mi mente registrara la orden.

Caminé hacia ellos, mis ojos fijos en Daniel. Levanté la mano. Y lo abofeteé. Fuerte. El sonido resonó en el repentino silencio.

-Divorcio -escupí, mi voz temblando de rabia, mi mirada barriendo desde el rostro atónito de Daniel hasta el de Valeria, en shock-. Nos vamos a divorciar.

                         

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