La puerta crujió.
Me congelé. ¿No la había cerrado? No, lo había hecho. Habían forzado la cerradura.
Lidia entró en la habitación.
No llevaba su cara de "víctima" ahora. Estaba vestida de cuero negro, luciendo como la guerrera que decía ser. Cerró la puerta suavemente detrás de ella.
-Eres difícil de rastrear sin olor -dijo, arrugando la nariz ante el olor a moho-. Pero supuse que no llegarías lejos.
-¿Viniste a terminar el trabajo? -susurré. Traté de sentarme, pero mis brazos cedieron.
Deslicé cuidadosamente mi mano debajo de la almohada, tocando la pantalla de mi teléfono.
Lidia se rió. Fue un sonido frío y feo.
-Oh, Elena. El trabajo ya está hecho. Estás prácticamente descomponiéndote.
Caminó hacia la mesita de noche y tomó mi botella de agua. Desenroscó la tapa y vertió un pequeño vial de líquido transparente en ella.
-Nitrato de plata concentrado -explicó casualmente-. Solo para acelerar las cosas. No puedo tenerte persistiendo como una Solitaria. ¿Qué pasa si encuentras una cura? ¿Qué pasa si regresas?
-¿Por qué? -pregunté, forzando mi voz a sonar más débil de lo que era. Necesitaba que se regodeara-. Te di todo. Tienes al Alfa. Tienes el rango.
-Porque mientras respires, su lobo lo sabe -siseó, su rostro retorciéndose en un gruñido-. Incluso con el vínculo roto, él te busca. Lo veo en sus ojos. Él duda.
Agarró un puñado de mi cabello y tiró de mi cabeza hacia atrás. Jadeé, lágrimas escapando de mis ojos.
-Siempre fuiste tan lista, Lidia -jadeé-. Incluso el té... nadie sospechó nunca del té.
-Exactamente -sonrió con suficiencia, inclinándose cerca-. Acónito en tu bebida matutina durante diez años. ¡Diez años! Y tú seguías sobreviviendo. Perra obstinada.
-Tú... tú lo admites -dije con dificultad.
-¿A quién se lo estoy admitiendo? ¿A un cadáver? -Empujó mi cabeza de nuevo contra la almohada-. A nadie le importa, Elena. Mamá y papá saben que soy ambiciosa. Prefieren a una ganadora. ¿Y Caleb? Caleb está tan cegado por mi actuación que me agradecería por sacarte de tu miseria.
Me pateó en las costillas, las mismas que Caleb había roto antes. Grité, haciéndome un ovillo.
-Muere en silencio -dijo-. Tengo una boda que planear.
Se dio la vuelta y salió, dejando la puerta entreabierta.
Me quedé allí, la sangre burbujeando en mis labios. El dolor era cegador, abarcando todo mi mundo.
Pero sonreí.
Con una mano temblorosa, busqué debajo de la almohada. Saqué mi teléfono.
La pantalla brillaba. La aplicación de grabadora de voz estaba funcionando.
*Detener grabación.*
*Guardar archivo.*
No tenía fuerzas para ponerme de pie. No tenía fuerzas para pelear. Pero tenía suficiente fuerza para un último clic.
Abrí el borrador de correo electrónico que había preparado. Adjunté el nuevo archivo de audio.
*Destinatarios: Alfa Caleb, Beta Juan, El Gran Anciano, Consejo de la Manada.*
Presioné *Enviar*.
La pequeña barra de "enviando" se movió a través de la pantalla. Se sintió agonizantemente lento.
*Enviado.*
Dejé caer el teléfono. Repiqueteó en el suelo.
La oscuridad se estaba cerrando ahora. Oscuridad real. No solo la noche.
-Jaque mate, Lidia -susurré.
Entonces, el dolor finalmente se detuvo.