Punto de vista de Ana Iturbide:
La voz de Valeria era un susurro tembloroso.
-¿Tu... tu prometido? -Sus ojos, muy abiertos por la incredulidad, parpadearon hacia Erick.
Erick tragó saliva con fuerza, su garganta trabajando.
-Valeria, es complicado -rasposó, su voz seca y hueca. No lo negó, pero definitivamente no lo afirmó. Estaba tratando de minimizar, de distanciarse de mí, incluso ahora.
Una risa amarga y rota escapó de mis labios.
-¿Complicado? -repetí, el sonido áspero y feo-. Qué cinismo.
Valeria, al ver la falta de una negación total por parte de Erick, pareció recuperar una pizca de su compostura. Soltó un bufido, un sonido despectivo.
-Señorita Iturbide, creo que su trauma, combinado con una obvia dependencia emocional, está nublando su juicio. El Dr. Nájera ha estado trabajando incansablemente para ayudarla a procesar su pasado. Quizás está proyectando. -Su voz se endureció-. Por favor, no lo arrastre a su... drama.
Mi mano, aún aferrando el micrófono, se tensó. Mi voz, usualmente suave, de repente resonó en la sala atónita.
-¿Drama? ¿Crees que esto es drama? -Cada palabra era un golpe de martillo-. ¿Es drama cuando un psiquiatra, un hombre que juró ayudar, usa los miedos más profundos de su paciente, sus confesiones más confidenciales, para crear una historia sensacionalista? ¿Es drama cuando entrega sus grabaciones privadas de terapia y sus diarios a su exnovia, sabiendo que serán retorcidos, editados y usados como armas contra ella?
Me incliné hacia el micrófono, mi voz temblando con una mezcla de rabia y dolor puro.
-Él no solo abrió viejas heridas, Valeria. ¡Las desgarró aún más y luego dejó que tú les echaras sal para el consumo público! ¡Filtró mi privacidad médica! ¡Manipuló mi historia! ¡Traicionó mi confianza! Cada sesión confidencial, cada entrada de diario, cada lágrima que derramé creyendo que me estaba ayudando a sanar... ¡lo usó todo!
Mis ojos ardían sobre Erick. Él se estaba encogiendo visiblemente, su rostro ahora de un gris enfermizo.
-¿Tienes miedo, Erick? ¿Finalmente tienes miedo? -Mi voz era un susurro irregular, pero cortó el silencio como una navaja. Era un grito desde las profundidades de mi alma, mezclado con sangre y lágrimas.
El teatro estaba completamente inmóvil, el aire denso con acusaciones no dichas. Erick no podía encontrar mi mirada. Miraba sus zapatos, con los hombros caídos. La audiencia, una vez cautivada, ahora parecía desconcertada, muchos mirando con horror naciente a Erick.
Él murmuró, su voz apenas audible.
-Yo... pensé que te ayudaría. Terapia de exposición. Ayudar a Valeria... a sacar la verdad.
Repetí sus palabras, un eco burlón.
-¿Ayudarme? ¿Terapia de exposición? -Otra risa amarga se me escapó, sonando más como un sollozo-. ¿Pintándome como una mentirosa? ¿Haciendo que mis secuestradores parezcan jóvenes inocentes a los que seduje por dinero y atención? ¿Esa es tu idea de "ayudar"?
Di otro paso más cerca, mi mano aún agarrando el micrófono, obligándolo a mirarme.
-¡Mírame, Erick! Mírame a los ojos y dime, de verdad, ¿fue esto por mi bien? ¿O fue todo por Valeria? ¿Por su podcast? ¿Por su carrera? ¿Por tu ego?
Mi acusación, aunque no dicha explícitamente, colgaba pesada en el aire. Todo fue por ella, ¿verdad? Tu novia de la universidad. La que nunca superaste realmente. Me sacrificaste a mí, tu prometida, por su éxito. El pensamiento era una serpiente venenosa, retorciéndose en mis entrañas.