Mi hermana me robó a mi compañera y se lo permití
img img Mi hermana me robó a mi compañera y se lo permití img Capítulo 5 Capítulo 5 El funeral
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Capítulo 10 Capítulo 10 Una combinación peligrosa img
Capítulo 11 Capítulo 11 Duelo de machos img
Capítulo 12 Capítulo 12 La horrible oscuridad img
Capítulo 13 Capítulo 13 Ya estás a salvo img
Capítulo 14 Capítulo 14 En todos estos años img
Capítulo 15 Capítulo 15 Una enorme montaña rusa img
Capítulo 16 Capítulo 16 Exes o enemigos img
Capítulo 17 Capítulo 17 A miles de kilómetros img
Capítulo 18 Capítulo 18 Compañero de hospital img
Capítulo 19 Capítulo 19 Una planta muerta img
Capítulo 20 Capítulo 20 La ley de la elasticidad img
Capítulo 21 Capítulo 21 Ex celoso img
Capítulo 22 Capítulo 22 Punto de quiebre img
Capítulo 23 Capítulo 23 Lo arruiné todo img
Capítulo 24 Capítulo 24 Tres minutos img
Capítulo 25 Capítulo 25 Promesas rotas img
Capítulo 26 Capítulo 26 Padre fracasado img
Capítulo 27 Capítulo 27 El arrepentimiento img
Capítulo 28 Capítulo 28 Digna de celebrar img
Capítulo 29 Capítulo 29 Desagradable pero encantadora img
Capítulo 30 Capítulo 30 No en mi guardia img
Capítulo 31 Capítulo 31 Aunque la mona se vista de seda img
Capítulo 32 Capítulo 32 Mi Luna img
Capítulo 33 Capítulo 33 Detrás del velo img
Capítulo 34 Capítulo 34 Algo destinado img
Capítulo 35 Capítulo 35 Eso fue fuerza img
Capítulo 36 Capítulo 36 ¡Increíble! img
Capítulo 37 Capítulo 37 Peleando contra un dragón img
Capítulo 38 Capítulo 38 Poder y fuego img
Capítulo 39 Capítulo 39 Envíalo por FedEx img
Capítulo 40 Capítulo 40 Bajo la luna llena img
Capítulo 41 Capítulo 41 Jugando a la Cenicienta img
Capítulo 42 Capítulo 42 Una mujer feroz y luminosa img
Capítulo 43 Capítulo 43 Curitas de Bob Esponja img
Capítulo 44 Capítulo 44 La gota que colmó el vaso img
Capítulo 45 Capítulo 45 ¡No me jodan! img
Capítulo 46 Capítulo 46 Tal para cual img
Capítulo 47 Capítulo 47 La piedra de la verdad img
Capítulo 48 Capítulo 48 Sospechas y dudas img
Capítulo 49 Capítulo 49 Olvídalo img
Capítulo 50 Capítulo 50 Una esperanza frágil img
Capítulo 51 Capítulo 51 Memoria muscular img
Capítulo 52 Capítulo 52 Combinación mortal img
Capítulo 53 Capítulo 53 Toma mi lugar img
Capítulo 54 Capítulo 54 Un puto show img
Capítulo 55 Capítulo 55 Terapia de compras img
Capítulo 56 Capítulo 56 Testosterona y agresión img
Capítulo 57 Capítulo 57 Borrón y cuenta nueva img
Capítulo 58 Capítulo 58 Más brillo que cerebro img
Capítulo 59 Capítulo 59 Mi familia es un asco img
Capítulo 60 Capítulo 60 El desfile de Celeste img
Capítulo 61 Capítulo 61 Opresión azucarada img
Capítulo 62 Capítulo 62 Una emboscada img
Capítulo 63 Capítulo 63 Puro teatro img
Capítulo 64 Capítulo 64 Maquillaje sobre un moretón img
Capítulo 65 Capítulo 65 El beso img
Capítulo 66 Capítulo 66 Un fantasma img
Capítulo 67 Capítulo 67 Carbohidratos y alcohol img
Capítulo 68 Capítulo 68 Primera cita img
Capítulo 69 Capítulo 69 Acosador loco img
Capítulo 70 Capítulo 70 Señal de advertencia img
Capítulo 71 Capítulo 71 La maldita ironía img
Capítulo 72 Capítulo 72 Brillo de lobo img
Capítulo 73 Capítulo 73 Al borde del precipicio img
Capítulo 74 Capítulo 74 Efecto puente colgante img
Capítulo 75 Capítulo 75 Día de Spa img
Capítulo 76 Capítulo 76 Más desconocidas que hermanas img
Capítulo 77 Capítulo 77 A corazón abierto img
Capítulo 78 Capítulo 78 Vacaciones familiares img
Capítulo 79 Capítulo 79 Equipo Lucian img
Capítulo 80 Capítulo 80 Ojos de enamorada img
Capítulo 81 Capítulo 81 Mareada img
Capítulo 82 Capítulo 82 Peligrosas e inútiles img
Capítulo 83 Capítulo 83 Entre el deseo y el desprecio img
Capítulo 84 Capítulo 84 Purgatorio img
Capítulo 85 Capítulo 85 Como una familia img
Capítulo 86 Capítulo 86 Viejos hábitos img
Capítulo 87 Capítulo 87 Ya lo superé img
Capítulo 88 Capítulo 88 Aterrador y abrumador img
Capítulo 89 Capítulo 89 Demasiado lejos img
Capítulo 90 Capítulo 90 Ardiente, desesperado y deseoso img
Capítulo 91 Capítulo 91 Un vacío punzante img
Capítulo 92 Capítulo 92 Una lluvia torrencial img
Capítulo 93 Capítulo 93 Duelo y deber img
Capítulo 94 Capítulo 94 Un monstruo grande y feo img
Capítulo 95 Capítulo 95 No más cortesía img
Capítulo 96 Capítulo 96 Deja de fingir img
Capítulo 97 Capítulo 97 Amada y apreciada img
Capítulo 98 Capítulo 98 La mejor fiesta de la historia img
Capítulo 99 Capítulo 99 Noche de chicas img
Capítulo 100 Capítulo 100 Segunda cita img
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Capítulo 5 Capítulo 5 El funeral

Punto de vista de Seraphina

Otra noche sin conciliar el sueño.

No podía ignorar la ironía: no había compartido una cama con Kieran en años y, aun así, el silencio de lo desconocido en esta nueva casa se sentía más fuerte que cualquier otra ausencia. Cada vez que cerraba los ojos, los fantasmas de lo que pudo haber sido bailaban detrás de mis párpados.

Ya me había escabullido tres veces por el pasillo para ver cómo estaba Daniel. Solo para encontrarlo acurrucado tranquilo bajo su edredón de Star Wars, respirando hondo y calmado. Agradecía a la Luna por estas pequeñas muestras de bondad. Esta modesta casa podía carecer de la imponente seguridad de la mansión Alfa, pero me encargaría de llenar cada centímetro con suficiente amor para compensarlo.

Cuando las luces tenues del amanecer por fin se abrieron paso a través de mis cortinas oscuras, un peso se asentó en mi estómago.

Este día, enterraríamos a mi padre.

Me vestí a paso lento, con cada movimiento cargado de pavor. Aunque no era el dolor lo que me paralizaba; después de todo, nuestra relación había muerto mucho antes de que su corazón dejara de latir. Era la perspectiva de enfrentar las miradas juiciosas de mi familia, de estar frente a un ataúd junto a Kieran mientras nuestros papeles de divorcio todavía tenían la tinta fresca.

"Exesposo". El término arañó mis nervios.

La puerta de Daniel crujió mientras yo la abría. Mi respiración se cortó al verlo. Estaba sentado, ya vestido con el traje negro en miniatura que habíamos elegido juntos mientras manipulaba con destreza su Nintendo Switch con sus pequeños dedos.

-Buenos días, mamá. -Me dedicó una sonrisa que no llegaba a reflejarse en su mirada.

Unas lágrimas se acumularon en mis pestañas. ¿Dónde había quedado mi bebé? El niño que me miraba frente a mí tenía la mandíbula definida de Kieran y su mirada penetrante. Era un recordatorio en carne y hueso de todo lo que había perdido... Y todo lo que había ganado.

-Mírate nada más-susurré, alisando su solapa. -Eres todo un hombrecito.

La tristeza oscureció su rostro, pero se armó de valor y dejó su consola a un lado. -Vámonos -susurró con los hombros firmes y una valentía forzada.

No obstante, poco después cuando la vieja iglesia de piedra apareció imponente frente a nosotros, su coraje flaqueó. Sus nudillos se pusieron blancos alrededor de la manija de la puerta del auto.

-Oye. -Acaricié su hombro tenso-. Dime qué pasa.

Cuando se giró hacia mí, me destrozó ver unas lágrimas acumuladas en sus ojos. -No pudimos... No pudimos despedirnos. ¿Eso quiere decir que el abuelo no sabía que lo amábamos?

La pregunta me golpeó como una daga de plata entre mis costillas. Si bien yo me había acostumbrado a la ausencia de mi padre, Daniel había perdido a su compañero favorito de cuentos, a su distribuidor secreto de galletas.

Presioné mi palma sobre su corazón. -Tu abuelo está justo aquí, mi amor. -Mi voz se quebró-. Y aquí. -Toqué su sien con gentileza-. Mientras lo recordemos, nunca se irá.

Daniel exhaló temblando a medida que parte de la tensión abandonaba su pequeño cuerpo. -Está bien.

-¿Listo?

Verlo asentir me dio toda la fuerza que necesitaba. Salimos juntos del auto.

Las puertas de la iglesia nos sumergieron en un mar de dolientes: miembros de la manada en sus mejores galas negras, aliados de territorios vecinos y un grupo de socios humanos que había hecho negocios con mi padre. El aire zumbaba con las condolencias susurradas y el olor empalagoso de los lirios.

Mi familia estaba hasta el frente, como la realeza. La cabeza de mi madre descansaba contra el hombro de Ethan, mientras que Celeste.

¡Por Dios!

Incluso en medio de su dolor, mi hermana parecía sacada de una revista. La luz del sol a través de los vitrales iluminaba sus perfectas ondas rubias. Su vestido de diseñador se ajustaba a las curvas que siempre habían hecho que mi figura se sintiera infantil en comparación.

-¡Daniel, mi vida! -Mi madre abrió los brazos de par en par mientras nos acercábamos. Aunque no era para mí, nunca había sido para mí, sino para el nieto que llevaba el apellido Blackthorne, el nieto que sí importaba.

Observé adormecida cómo su pequeño cuerpo se perdía en su abrazo contra el encaje negro. Esto dejaba solo un asiento disponible, justo entre Celeste y el final del banco.

Mi hermana me observó de pies a cabeza con sus ojos azules gélidos. Habíamos pasado una década separadas y, aun así, su odio no había disminuido ni un poco. Se alejó con lentitud mientras me sentaba. El sonido de la seda de su vestido contra el banco susurraba como la advertencia de una serpiente.

Intenté apartar mi mente lejos de la familia que no me quería y miré alrededor de la sala. Entonces, mi mirada aterrizó en otra familia que tampoco me quería. Los Blackthorne ocupaban los asientos del lado opuesto del pasillo. Los hombros anchos de Kieran dibujaban una silueta imponente junto a sus padres.

Leona Blackthorne frunció los labios al notar que la miraba. Al igual que mi familia, los Blackthorne se negaban a aceptarme. Para ellos, yo solo era la esposa en papel de Kieran, no su Luna.

Su madre, Leona, todavía ostentaba el título de Luna incluso después de que Kieran había heredado el rango de Alfa. En este momento, me miraba con frialdad. De seguro estaba eufórica por la noticia del divorcio. La oveja negra de su familia por fin se había ido.

De repente, una mano pequeña y cálida se deslizó sobre la mía. Daniel había logrado liberarse de las garras de mi madre y ahora formaba una barrera humana entre Celeste y yo. Apretó mis dedos con los suyos, diciendo un silencioso "Aquí estoy".

Le devolví el apretón, sacando fuerza de este niño extraordinario, que no debería haber sido el que tuviera que mostrar valentía. Entonces, los acordes melancólicos del órgano indicaron el comienzo del servicio. Solo serían unas pocas horas, podía mantener la compostura por ese tiempo... ¿O no?

***

Tenía que darle el crédito por algo a Celeste: sabía muy bien qué momento era el adecuado.

Esperó durante todo el servicio y a que terminara la ceremonia junto a la tumba, mientras cada uno de nosotros esparcía puñados de tierra sobre el ataúd de nuestro padre. Esperó hasta que la multitud por fin se dispersó, dejándonos solo a Daniel y a mí mirando a los sepultureros comenzar su solemne trabajo.

-Qué considerado de tu parte ofrecer ayuda con los arreglos del funeral -Su voz interrumpió mi dolor como una hoja de plata.

Mi cuerpo se tensó, pero no me giré hacia ella. -Lo decía en serio. -El agujero vacío en mi pecho se abrió más. Mi único mensaje de texto ofreciendo ayuda no había tenido respuesta, aunque el silencio de mi madre hablaba por sí solo. Ahora que Celeste había vuelto, yo era menos útil.

Mi hermana se rio con un tono malicioso. -¿Cómo si alguien fuera a aceptar algo de ti?

El viento arrastró su empalagoso perfume de jazmín a medida que se acercaba. -Diez años, hermana -siseó-. Durante diez años, jugaste a la casita con la vida que me correspondía, pero ahora reclamaré lo que es mío: mi familia, mi posición... -Sentí su aliento caliente en mi oído-. Mi Kieran.

Por poco rompí en carcajadas frente a la tumba de mi padre.

¿Lo absurdo? Celeste siempre había sido dueña de todo eso. El amor de nuestra familia, su lealtad, el corazón de Kieran. Nada de eso había sido mío para comenzar.

-Bienvenida a casa -murmuré frente a la tierra recién removida. Este era un día para honrar a mi padre, no para librar batallas que estaba destinada a perder.

Al fin y al cabo, Celeste siempre ganaba.

El crujido de sus pasos sobre la grava anunció su partida. No tuve que mirar para saber que había ido directo a Kieran. Podía imaginar con claridad cómo el rostro de Leona se iluminaba al verla, cómo los brazos de ese hombre se abrían por instinto. Cuando Daniel se movió a un lado mío, lo confirmé de reojo. Celeste ya estaba acurrucada contra el pecho de Kieran, como si perteneciera ahí, sonriendo con soberbia por encima de su hombro.

-¿Mamá? -La pequeña mano de mi hijo se aferró a la mía. Mi valiente niño, de pie a mi lado, me protegía del mundo exterior. -¿Puedo ir a ver a la abuela?

La súplica en su mirada me desarmó. Por más que me rechazaran, Daniel merecía estar con su familia. -Claro, mi amor. -Alargué mi beso en su cabello mientras él se apresuraba.

Al otro lado del campo, vi a Christian levantar a Daniel como solo un abuelo podría y a Leona alisando su traje. Al menos lo amaban a él, la única cosa buena que había resultado de esta farsa de matrimonio.

Ahora estaba sola, así que miré el agujero abierto en la tierra. Un reflejo del agujero abierto en mi vida.

-Adiós, papá -susurré al viento a medida que mis lágrimas caían, no solo por el padre que había perdido, sino por la hija que él nunca había llegado a conocer.

Me di la vuelta. Mis tacones se hundían en la tierra blanda mientras me dirigía a mi auto, mi lugar seguro. Esperaría dentro, sola e invisible, hasta que terminara este miserable asunto.

Iba a la mitad del camino hacia la salida del cementerio cuando, de pronto, el caos se desató.

En un segundo, era una tarde sombría interrumpida solo por los sollozos amortiguados de las personas. Al siguiente segundo, todo era una pesadilla llena de gruñidos y gritos mientras unos lobos renegados salían del límite del bosque como sombras con colmillos.

¡Daniel!

Su nombre salió como una súplica entre mis labios a la vez que me giraba con rapidez, mirando entre el caos. El lobo de mi hermano protegía a nuestra madre mientras sus colmillos goteaban un líquido carmesí. Al otro lado del claro, la figura enorme del lobo marrón dorado de Kieran rodeaba a Celeste, como era de esperar.

Nadie me prestó atención. Ninguna persona recordó a la hija sin loba, a la compañera defectuosa, al blanco fácil.

Aunque los renegados sí me notaron.

Unos ojos amarillos se fijaron en mí mientras unas figuras demacradas se acercaban con sigilo. Sus fosas nasales se dilataban al sentir el olor de mi miedo.

-¡Daniel! -Mi grito desgarró el sonido horrible que producían. ¿Dónde estaba? ¿Con quién...?

Sentí un peso aplastante contra mi espalda y unas garras rasgando mi piel. Caí al suelo de golpe y el mundo se inclinó mientras retrocedía a rastras. Encima de mí, un lobo renegado esquelético me tenía sometida, gruñendo y salpicando su baba rancia en mis mejillas.

Este era el fin. Después de todo lo que había pasado, moriría de rodillas en la tierra.

Miré con desesperación alrededor del campo de batalla. Mi hombro me ardía y un líquido caliente y espeso goteaba por mi espalda, pero solo me importaba Daniel.

Rogué en silencio a cualquier deidad que estuviera escuchando que solo me dejara verlo una última vez...

El renegado se abalanzó sobre mí.

Justo antes de que pudiera morderme la cabeza, un borrón negro lo interceptó en el aire. El crujido aterrador de sus huesos rompiéndose resonó mientras el renegado salía volando a un lado.

Imponente sobre mí, con el pelo erizado y los colmillos al descubierto, se alzaba un lobo negro enorme que nunca había visto.

            
            

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