Mi paz más allá de su arrepentimiento
img img Mi paz más allá de su arrepentimiento img Capítulo 2
2
Capítulo 4 img
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 2

Mi voz era calmada, casi inquietantemente. Era un marcado contraste con la Cecilia a la que él estaba acostumbrado, la que ya estaría llorando, suplicando o gritando. La que se habría aferrado a él, desesperada por cualquier migaja de consuelo. Pero esa Cecilia se había ido. Estaba empacada en una de esas cajas, una reliquia de un pasado que estaba decidida a dejar atrás.

-Tú mismo lo dijiste, Damián -continué, dando un paso más cerca, forzando el contacto visual. Mi mirada era firme, inquebrantable-. Si salías por esa puerta, terminábamos. ¿Recuerdas esa conversación? Justo la semana pasada.

Un destello de algo -culpa, quizás, o simplemente fastidio- cruzó el rostro de Damián. Sus ojos se desviaron por una fracción de segundo antes de volver a los míos, un brillo defensivo apoderándose de ellos.

-Dijiste que era un "viaje estúpido". Dijiste que estaba siendo "dramática" -le recordé, mi voz aún pareja, aunque cada palabra era un martillazo-. Dijiste que era "controladora" y que necesitabas "espacio" de mi "actitud encimosa". -Cité sus palabras exactas, las frases grabadas a fuego en mi memoria-. ¿Recuerdas haber dicho esas cosas, Damián?

-¡Ya basta, Cecilia! -rugió Damián, azotando el bolso de diseñador que Brandon sostenía contra la barra. El costoso bolso de piel se deslizó por la superficie pulida con un raspón áspero, deteniéndose peligrosamente cerca del borde.

Brandon se estremeció, sorprendido por el arrebato repentino. Había dado un paso atrás cuando hablé por primera vez, creando sutilmente distancia, pero ahora retrocedió aún más, un ligero temblor en su mano.

-¿Ves lo que te digo, Damián? -intervino Brandon, su voz aguda e indignada, dirigida a mí-. ¡Está tratando de manipularte! Siempre haciéndose la víctima. Sabe que solo estabas desahogándote con tu mejor amigo, pero tiene que hacerlo todo sobre ella.

Se volvió hacia Damián, bajando la voz en tono de conspiración.

-Solo está ardida porque sabe que me contaste lo mucho que te vuelve loco a veces.

Los observé, el familiar baile de víctima y cómplice. El rostro de Damián era una mezcla de confusión e ira, pero no corrigió a Brandon. Nunca lo hacía. Simplemente absorbía la narrativa conveniente.

Mi estómago se revolvió. Se sentía como una repetición enferma y retorcida de cada discusión que habíamos tenido. La forma en que Brandon siempre se metía, siempre torcía mis palabras, siempre validaba los peores instintos de Damián. Era un círculo vicioso tóxico, y yo estaba tan, tan cansada de estar atrapada en él.

Damián, aparentemente envalentonado por las palabras de Brandon, dio un paso adelante. Buscó mi mano, sus dedos tratando de entrelazarse con los míos.

-Mi amor, vamos. Sabes que no lo dije así. Brandon a veces me prende. Él no entiende nuestra relación. -Sus ojos, usualmente tan seguros, ahora suplicaban, casi desesperados-. Te compré el bolso porque de verdad te extrañé. Quiero arreglar las cosas. Solo hablemos, ¿sí? Podemos olvidar todo esto. Puedes volver a meter tus cajas.

Intentó levantar mi mano, como para colocar el anillo de compromiso imaginario que había mencionado antes. Brandon, mientras tanto, me dedicaba una sonrisa triunfante y cómplice.

-Incluso está hablando de matrimonio, Cecilia. Siempre habla de matrimonio cuando intenta arreglar las cosas. Es lo que quieres, ¿verdad?

Matrimonio. La palabra quedó suspendida en el aire, pesada y frágil, como un viejo cristal a punto de estallar.

Recordé la última vez que Damián había ofrecido el matrimonio como un tratado de paz. Fue después de que lo encontré, no con otra mujer, sino con Brandon, en un bar oscuro, riéndose mientras Brandon imitaba mis ataques de ansiedad.

-Es un dolor de cabeza, güey -había arrastrado las palabras Damián, su voz espesa por el alcohol y el desdén-. Siempre preocupada por algo. Siempre necesitando que la tranquilice. ¿No puede simplemente ser feliz?

Le había exigido una explicación, una línea trazada en la arena.

-Damián, tu mejor amigo se burla de mí. Constantemente nos sabotea. ¿Cómo puedes permitirlo?

Él había puesto los ojos en blanco.

-No seas tan sensible, Cecilia. Es solo cotorreo de hombres. Brandon es mi hermano. Necesitas relajarte.

Me había llamado "controladora" por pedirle que no compartiera detalles íntimos de nuestra vida con Brandon. Me había llamado "egoísta" por querer que priorizara nuestra relación. Me había llamado "loca" por sentirme herida cuando había ignorado mis llamadas durante días, solo para publicar fotos de él de fiesta con Brandon.

Recordé el tono frío y despectivo de su voz cuando finalmente lo localicé, histérica y preocupada.

-Cecilia, ¿por qué siempre eres tan dramática? Estoy bien. Solo divirtiéndome un poco. Tienes que dejar de ser tan encimosa.

Le había suplicado entonces.

-Damián, por favor. Te necesito. Tengo miedo.

-Estás bien -se había burlado-. Solo tómate un calmante. Volveré cuando vuelva. No me esperes despierta.

Esa noche, le di el ultimátum.

-Damián, si sales por esa puerta ahora mismo, si priorizas a Brandon y ese viaje sobre nosotros, entonces realmente terminamos. Esto es todo. No hay vuelta atrás.

Su rostro había sido ilegible entonces, una extraña mezcla de irritación y algo más, algo que no pude descifrar. Pero dudó. Solo por un momento.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022