Me arrepentí de haber usado mis poderes para el mal cuando a la distancia escuché el grito dolorido de la mujer. No esperaba que su padre pasara a recogerlo, ni que mis celos pudieran llegar a tanto. Y no podía culparlo por dejarme plantada, pues era yo quien lo iba a dejar plantada a él.
Si hay algo en lo que confío, es en mis instintos, esos impulsos de tomar un camino diferente. Esa noche al verlo salir de la empresa, en lugar de caminar hasta él, me oculté, incapaz de entender por qué no tenía la fuerza de enfrentarlo, hasta que lo seguí en mi propio auto. Lo seguí al aeropuerto, a Egipto, al motel, y finalmente aquí, al templo en donde terminé de descubrir mis capacidades, en el lugar que me dio todo y también me lo quitó.
Soy sacerdotisa de la Diosa Isis desde que vine a Egipto, no solo por admirarla, sino porque mis padres me trajeron aquí con esa intención, además de expandir el conocimiento de mis poderes. Suelo venir una vez al año, en su fecha festiva, y me uno a otras sacerdotisas que también la adoran. En mi apartamento tengo mi propio altar, al cual le pido todas las noches que me llene de sabiduría, porque estoy aterrada.
Desde aquella última noche en que mis padres y yo vivimos aquí, no he dejado de buscar a otras sacerdotisas que sean brujas por naturaleza, rehusándome a creer que yo soy la bruja destinada de la profecía.
-Hola grandote, hace mucho que no te veía, ¿estás bien? -dice Adriel, el hermano de Leander, acariciando al lobo de Leander para intentar calmarlo.
No sabía por qué tenía tanto interés en Leander, hasta ahora. La diosa Isis me ha llevado con él porque es el hombre destinado a protegerme, si es que realmente soy la bruja elegida.
Todo comienza a marearme, llenarme de nervios. Mientras más quiero alejarme de lo que considero una tragedia, el destino se encarga de ponerlo justo a mis ojos. Lo ocurrido hace años aquí mismo, mi marca de nacimiento, mis poderes inusuales, y Leander...
Suspiro con pesadez. Sigo interesada en él, pero debo alejarme, porque no puedo permitir que él descubra quién soy.
-No lo estoy -responde el lobo, y mi cuerpo entero se eriza-. Hay algo que no está bien aquí.
Pese a que estoy aterrada por la situación, me gustaría tocar a su lobo. Estoy encantada con el color de su pelaje, sus ojos, su grandeza, y ahora su voz.
¿Pero por qué lo entiendo?
Mi corazón se remueve al recordar que no era capaz de entender a la familia de lobos con los que conviví hace años ya que solía escuchar un gruñido típico de animal; sin embargo, puedo entender a este lobo como si fuera otro humano.
-Near, concéntrate. Dale el poder a Leander. Necesitamos terminar de explicarles lo que sucederá a continuación -pide su padre.
Suspiro, porque me gusta su nombre, Near, se siente como algo en lo que puedo confiar. Sin embargo, no puedo dejarme cautivar, tengo que salir de aquí. No puedo permitir que Leander u otro lobo me encuentre. Yo no soy la bruja elegida, no puedo serlo, mi corazón no es puro, no merezco ser quien salve a la humanidad.
Como he utilizado un hechizo que me mantiene invisible ante ellos, simplemente me doy la vuelta para irme, pero entonces mi estómago cosquillea con una extraña fuerza tirando de mí, haciéndome girar.
-Near, por Dios, ¿qué haces? -cuestiona su hermano.
Me encuentro con el lobo de Leander, Near, frente a mí, olfateando y mirándome fijamente aunque él no lo sabe. Puedo ver en sus ojos que está confundido y desesperado, y quisiera apaciguar su sentimiento, pero prefiero correr.
No sé por qué tengo el presentimiento de que Leander y su lobo pueden olerme incluso si oculto mi olor.
-¡Huelo algo!
Ante el gruñido que suelta ante su familia, el lobo dorado comienza a seguirme. Todos mis sentidos se disparan por todas las cosas que podrían salir mal de esto, así que murmuro un hechizo para hacer de él y su familia también invisibles ante los pocos turistas que hay en el templo, mientras sigo huyendo de él.
No puede atraparme. Si lo hace, aunque no lo sepa al ver mis ojos porque están protegidos, sabrá que soy una bruja por mis acciones. Y es que la forma de saber quiénes somos siempre está en nuestros ojos, así fue como supe quién era el.
Escucho los gritos de su padre y su hermano corriendo detrás del lobo, angustiados por pensar que los pocos turistas lo están viendo.
Corro por todo el templo dándole la vuelta, escondiéndome en una sala que descubrí hace años y pocos frecuentan; pero Near me sigue hasta aquí, y no puedo creerlo, vuelvo a correr, pero el lobo me sigue como si pudiera verme.
Mis pies arden y casi se me corta la respiración, cuando consigo esconderme detrás de la estatua de mi diosa Isis, murmurando una oración para que me ayude con esto.
-No voy a darte el control, Leander. Sé que algo pasa, la siento cerca, ¿tú no?
Mi corazón se acelera. No puedo creer que sea tan importante para él, me llena de ilusión como una estúpida que se ha cautivado por él desde que lo vio, pero al mismo tiempo me llena de terror porque eso significa que me será difícil huir de ambos.
-Por favor, por favor... -suplico, para que se aleje, pero entonces tengo la sensación de que el lobo está en peligro, por lo que, echando un vistazo alrededor, me doy cuenta de que un gran trozo de piedra del techo está por caerle encima.
Angustiada porque Near y Leander puedan salir lastimados, detengo la piedra en el aire justo antes de que caiga.
El lobo ve la piedra con un brillo confuso en sus ojos, y entonces la convierto en polvo que cae sobre su cabeza.
-¡Qué demonios fue eso! -grita su hermano menor viendo desde la distancia hacia donde estaba la piedra.
Entonces su padre mira a todos lados y luego saca de su bolsillo un artefacto antiguo que me llena de angustia.
Antes de que pueda correr, siento cómo me quitan un millón de capaz de encima, haciéndome arquear la espalda para luego hacerme caer de rodillas al suelo, inmóvil.
Mi corazón se acelera y mis lágrimas salen por ser descubierta justo ahora, mientras puedo sentir a Near rodearme hasta pararse frente a mí, aullando de una forma tan profunda que me eriza la piel. Y como por obra de la diosa, el lobo dorado se transforma en un desnudo Leander que se arrodilla, impresionado, y me mira con un brillo que jamás he visto en mi vida.
-Compañera... -murmura, haciendo que mi corazón explote de emoción, y terror.