Dimitri encendió un cigarrillo de esos que siempre lleva consigo y exhaló lentamente. Sus ojos verdes estaban vigilando cada sombra y cada movimiento. Al parecer este sabía que algo estaba mal; ya que la calma era demasiado forzada. Para alguien como él que vive en ese tipo de mundo, eso no era una buena señal y el mal augurio, era tomado con respeto.
- Están tardando mucho -murmuró con voz grave, girando apenas la cabeza hacia Igor, su hombre de mayor confianza y se pudiera decir que el único.
Igor, más corpulento y leal que cualquiera, revisaba el arma con una seriedad imperturbable. Aquella montaña de hombre era tan o más respetado que él y todo porque su reputación se la había ganado a pulso.
- Puede que el contacto esté nervioso... o puede que nos hayan vendido - dijo en un tono seco, sin adornos he igual de pendiente a todo que su jefe.
Un crujido metálico interrumpió la espera, debido a que del otro lado del contenedor apareció el supuesto comprador: un hombre bajo, de sonrisa torcida, acompañado por dos figuras armadas no esperadas.
- Señor Ivanov... - dijo con un tono de voz que parecía aceitosa - Qué gusto verlo en persona.
Dimitri no sonrió, al ver que aquel hombre no sabía dónde se había metido. Luego le dio una última calada al cigarro y lo aplastó contra el metal a su lado.
- ¿Trajiste el dinero? - preguntó directo al grano como el líder que era. Luego el hombre asintió, pero no se apresuró a mostrarlo.
Este solo levantó un maletín con una lentitud exagerada; habiendo que el hombre que lo veía comenzara a perder la calma.
- Antes de hablar de números y negocios... necesito garantías - dijo el del maletín y Dimitri alzó una ceja, ladeando la cabeza como un lobo que olfatea la trampa.
- No me hables de garantías, sabes perfectamente con quién estás hablando - el aire se tensó luego de eso he Igor dio un paso adelante, la mano en la culata de su pistola delató que no estaba jugando en lo absoluto.
- Muestra el dinero ahora o esto se puede poner feo - dijo quitándole el seguro a la pistola y el comprador soltó una risa seca.
- Sabes, Ivanov, todos hablan de ti como si fueras intocable, pero hasta el lobo más fuerte sangra. No siquiera tu perro de confianza va a poder salvarte de esta...
Las palabras apenas terminaron cuando el primer disparo quebró la noche. El maletín cayó al suelo y las balas comenzaron a chocar contra el metal del contenedor o hacia cualquier dirección en que apuntaran. La trampa estaba en marcha y solo había una manera de salvarse de ella.
- ¡Emboscada! - rugió Igor, empujando a Dimitri hacia la cubierta de otro contenedor.
Los hombres de Ivanov respondieron con fuego de inmediato, el muelle estalló en un caos de gritos y plomo. Donde Dimitri sacó su arma y disparó con una precisión fría, derribando a uno de los traidores que se atrevía a disparar en su contra.
- ¡Lo sabía! - gruñó recargando el arma - ¡Ratas malditas! Esto no se queda así.
El fuego cruzado se intensificaba cada vez más he Igor disparaba sin piedad, protegiendo la espalda de su jefe, mientras otros caían alrededor. La traición era evidente: alguien de los suyos los había vendido. Era casi imposible que los tuvieran acorralados de esa manera.
- ¡Dimitri, tienes que irte! - gritó Igor entre el estruendo.
- ¡No! - dijo Dimitri y le devolvió fuego a un enemigo que intentaba rodearlos - No dejo a ninguno de mis hombres atrás.
Una bala silbó y le rozó la mejilla, apenas con un arañazo. Dimitri apretó los dientes, ya que con todo y el caos desatado, este no tenía intención de huir. Sin embargo, lo que nadie quería ocurrió.
Un disparo certero, invisible en la confusión, impactó contra su costado izquierdo haciéndole una gran herida. El dolor lo atravesó como un hierro candente y tropezó hacia atrás, jadeando. La pistola aún en su mano fue lo único que pudo sostener, pero los músculos debilitándose lo hicieron retroceder.
- ¡Dimitri! - gritó Igor para luego sostenerlo con fuerza, arrastrándolo hacia el auto blindado estacionado cerca de donde estaban.
Dimitri intentó resistirse, con la sangre empapando su camisa oscura, pero al estar herido no pudo hacer mucho.
- ¡No! ¡No los dejaré! - dijo antes de que Igor lo sacudiera con brutalidad, mirándolo directo a los ojos.
-¡Mírame, maldita sea! - dijo con seriedad - Si mueres en este lugar todo se acaba y no pienso permitir que eso pase. Tu vida vale más que esta emboscada y mi trabajo es protegerte a toda cosa.
El mafioso lo fulminó con una mirada verde llena de rabia y su orgullo herido. Igor siempre había sido el más leal desde que eran niños, por lo que dejarlo no estaba en sus planes.
- ¿Y los hombres que siguen luchando por mí? ¿Quieres que cargue con eso? Nuestro código dice nunca dejar a nadie atrás.
- ¡Ya cargas con suficiente! - replicó Igor, disparando a ciegas para cubrirlos - Eres el maldito lobo plateado, Dimitri, pero hasta el lobo más fuerte necesita vivir para seguir cazando.
El eco de las palabras quedó suspendido un segundo en medio del caos. Dimitri apretó los dientes, comprendiendo a la fuerza que Igor tenía razón. Este lo ayudó a subir al vehículo de inmediato, mientras la sangre se filtraba entre sus dedos y su respiración era áspera, además de rota.
- Prométeme que te encargas de ellos y estarás con vida - dijo con voz de superioridad.
Igor cerró la puerta de un golpe y el motor rugió.
- Lo juro por mi vida.
Las luces del muelle se desvanecieron en la distancia cuando Dimitri comenzó a manejar. Aquel dolor en su costado era insoportable, pero tenía que resistir hasta encontrar ayuda.
Esa emboscada lo había cambiado todo, pero él haría que sus enemigos se arrepintieran de lo que hicieron.
Después de conducir por una carretera desierta por lo que pareció ser media hora, el auto se perdió en las afueras de dónde estaban, hasta detenerse frente a un convento aislado, oculto entre los bosques nevados. Ese era el último lugar en el mundo que Dimitri hubiera imaginado encontrar refugio, pero allí, entre muros silenciosos y rezos apagados, el lobo plateado hallaría algo más que refugio. Él hallaría el inicio de su condena.