MARCO PERAL POV:
El informe forense llegó con una velocidad inusual. El trozo de papel encontrado en el estómago del cadáver era, como sospechaba, un formulario de inscripción.
"Fiscal, parece que el asesino obligó a la víctima a tragarse esto", dijo el doctor Hernández, su voz sombría. "Es un mensaje. Una burla."
Qué ingenuo eres, Marco. Los que te rodean te manipulan. Y tú, ciego, no ves la verdad.
Miré el formulario. Una dirección. "¿Qué es esto?", pregunté, la confusión nublando mi mente.
"Es la dirección de una escuela de cocina, Fiscal", respondió el doctor. "Una de esas escuelas especializadas en cocina terapéutica. Para pacientes con enfermedades crónicas."
Mi corazón dio un vuelco. Cocina terapéutica. Las infusiones de Selena. Sus remedios caseros. No, no podía ser.
Fuimos a la escuela. El aroma a hierbas y especias me golpeó al entrar. La directora, una mujer menuda de aspecto amable, se sobresaltó al vernos.
"¿Fiscal Peral? ¿En qué puedo ayudarles?"
Le mostré el formulario. Su rostro se puso blanco. "Sí, esta es nuestra escuela. Y este es un formulario de inscripción. ¿Pero por qué...?"
"¿Alguien se inscribió con este nombre?", le pregunté, mi voz inusualmente suave.
Ella asintió frenéticamente. "Sí, sí. Selena Reig. Se inscribió hace unas semanas. Estaba muy emocionada. Dijo que quería aprender a cocinar para alguien muy especial que tenía problemas de salud."
Mi pecho se apretó. Alguien con problemas de salud. Yo. Por supuesto, yo.
"¿Asistió a alguna clase?", pregunté, mi voz apenas un susurro.
"No, Fiscal", la directora negó con la cabeza, su mirada se llenó de tristeza. "Nunca apareció. La llamamos varias veces, pero no contestó."
Me entregó el horario de clases. Mis ojos se fijaron en los nombres de los cursos: "Cocina para el Reflujo Gástrico", "Recetas Antiinflamatorias", "Alimentos para el Sistema Digestivo Sensible".
Mi mano tembló al tomar el horario. Eran los mismos problemas de salud que yo padecía. Selena... ella lo hizo por mí.
"¿Tienen cámaras de seguridad?", pregunté, mi voz ronca.
"Sí, claro. En la entrada", respondió la directora. "Para la seguridad de los alumnos."
El video se reprodujo en la pantalla. Selena, mi Selena, entraba por la puerta, con una sonrisa tímida, pero decidida. En sus manos, una bolsa con ingredientes frescos. Sus ojos brillaban con ilusión.
Ella hablaba con la directora, gesticulaba. Contaba algo, emocionada. Luego, se despedía, con una reverencia que siempre me había parecido adorable.
La sala quedó en silencio. Todos los policías, el doctor, la directora... todos me miraban.
Sentí un nudo en la garganta. Tragué saliva, mis ojos fijos en la pantalla. La imagen de su sonrisa. Su entusiasmo. Su amor.
"Es ella", dije, mi voz apenas audible. "Es Selena."
La directora confirmó en un susurro. "Sí, Fiscal. Es la señorita Reig."