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La verdad era que tenía bastante hambre y lo que estaba en la bandeja tenía una pinta deliciosa y olía aún mejor. No lo pensé dos veces y empecé a comer, dejé los platos limpios. Un rato después, regresó Chávela, con un vaso grande de jugo y se llevó la bandeja, intenté hablarle, pero ella ni siquiera me miró.
Me tomé el jugo completo, con todo lo que había comido estaba sedienta, no me di cuenta cuando me quedé dormida.
Al despertar, estaba amaneciendo, no supe cuántas horas había dormido, pero de lo que estaba segura era que me habían drogado. Mi cabeza daba vueltas, me sentía terrible. Cuando logré levantarme y encender la luz, me di cuenta que estaba en otra habitación, una totalmente blanca, lo único que había de color, era un radio reloj sobre la cómoda.
Mientras inspeccionaba la habitación, dieron las siete y se prendió la radio, era una estación de noticias, según la fecha que dijo el locutor, habían pasado dos semanas desde que estuve con el doctor Olmos, ahora entendía menos, si es que eso era posible.
Me senté en el piso contra una pared y comencé a llorar, estaba pérdida. ¿Cuándo mi vida cambió tanto? Cada vez estaba peor, ¿qué carajos estaban haciendo conmigo?
Escuché como abrían la puerta, me puse de pie rápidamente, y mientras me limpiaba la cara, veo que entra Chávela con una mujer vestida de enfermera.
Las dos se sorprendieron al verme de pie y con prisa, me tomaron de los brazos para llevarme hacia la cama a rastras. La enfermara me intentaba tranquilizar, hablando suavemente, mientras sentía como me clavaba los dedos. Empecé a insultar a Chávela, su maldito jugo estoy segura de que con eso me drogaron, me solté del agarre y tiré a la enfermera a un lado y le di un puñetazo tan fuerte a Chávela que cayó inconsciente al suelo.
La enfermera inmediatamente se arrastró, supuestamente para auxiliarla, cuando se levantó, intentó inyectarme un tranquilizante, gracias a mis años de entrenamiento en Kraft Maga, pude esquivarla, quitarle la jeringa y clavársela en la pierna, Se durmió al instante. Me apresuré a requisarla. Tomé las llaves, las amarré y amordacé, las arrastré al vestidor que había en la habitación, donde encontré ropa y zapatillas de mi talla, me coloqué todo y salí por la ventana, dejando la puerta cerrada con llave.
Con mucho cuidado me subí a la cornisa y de pronto, escuché la voz de Ken, quién hablaba por teléfono, imagino, ya que no escuchaba la otra voz.
-Está hecho, muy pronto tendré lo necesario para tener todo el poder y el dinero. Absolutamente todo lo que le pertenece a ese maldito será mío -por desgracia no sabía a quién se refería.
En ese momento, lo vi acercarse hacia mí, la ventana contigua estaba abierta, me adentré justo a tiempo para no ser descubierta.
La habitación a la que entré, resulto ser la de Ken. Me di cuenta por su enorme retrato. Revisé lo más rápido que pude las mesas de luz, pero no había nada de nada, al menos hasta que vi un escritorio en el fondo de la habitación.
Había sobres con bastante dinero y al parecer, documentos importantes, no me detuve a leerlos, puesto que en ese momento escuché un gran alboroto, y lo supe. Ya sabían que no estaba en mi habitación. Salí de nuevo por la ventana y logré subir al techo, llevando conmigo el dinero y los documentos, por si acaso, no sabía que eran, pero lo cierto es que yo tampoco sabía porque estaba metida en esto.