Entraron al ascensor y tuvo apretarse contra la pared, aquella maldita cosa era pequeña en comparación con su gran tamaño. No le importaba estar en el mismo lugar que su pareja, a su lobo le encantaba pero olía la incomodidad de ella. Después de tantos años buscando su pareja, su bestia no la dejaría tan fácilmente incluso si la parte humana de él no se sintiera de la misma manera. Las puertas del elevador se detuvieron último piso y fueron a la única puerta en el pasillo.
Alisha le dio sus llaves y le tomó algunos segundos recordar cuál era su trabajo, tenía que enfriar su mente. Revisó todo el apartamento, sin que se le escapara ningún lugar donde pudiera esconderse alguien, de paso aprovechó para pasar su mano por algunos lugares dejando impregnado su olor, una necesidad de hacerlo lo dominaba. Sintió a Alisha soltar el bolso sobre el gran sofá de la sala y dirigirse a la cocina una vez que el dio el ok a la habitación, por lo visto era una rutina con todos los anteriores guardaespaldas, la revisión de su hogar, y eso la hacía estar tranquila.
Se tomó un minuto para deleitarse con el pintoresco apartamento, la paredes estaban pintadas en color marfil que contrataba con las grandes y gruesas cortinas de color rojo vino. Los muebles negros eran amplios, pero a diferencia del otro lugar aquí había alfombras de complejo tejido sobre el suelo o en la pared a modo de tapiz, el contraste era raro pero se encontró admirándolo.
-Mañana ven a recogerme a las 5: 30, quiero organizar algunos papeles antes de ir a la reunión- la voz de ella lo hizo girarse.
Alisha se había quitado la chaqueta quedando solo en la simple camisa blanca de mangas largas, al no tener puesto sus altos tacones tuvo que bajar más la mirada. Sin esa prenda adicional de ropa pudo apreciar mejor su cuerpo. Su cintura estrecha, seguro que la podía rodear solo con la mitad de su brazo. Las caderas aunque no tan voluminosas se equilibraban con el resto de su anatomía, pero con el tamaño perfecto para complacerlo a él.
Asintió con un leve movimiento de la cabeza.
Girándose volvió a meterse en la cocina. Mujer de pocas palabras. Cris supo que la conversación había terminado, pero su lobo no quería irse. Tuvo que emplear más fuerza que la que pretendía para poder moverse, a ella no le gustaba la familiaridad y menos con los empleados. Si quería a su compañera a su lado iba a ser una tarea difícil.
Se subió al auto y notó que su respiración se entrecortaba a causa del esfuerzo. Apretó el timón tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos. Su cuerpo comenzó a doler de la excitación y la sangre golpeó en sus oídos. Nunca imagino que dejar a su pareja atrás podría ser tan difícil y aun no se habían acoplado. Necesitaba una ducha fría, ahora.
Manejo lo más rápido que pudo hacia su casa ignorando alguna que otra señal de tránsito, , la urgencia quemaba su cuerpo. El viaje que normalmente duraba cerca de 20 minutos, desde la muy pequeña ¨ciudad¨, hasta la propiedad donde vivía, lo hizo en la mitad de tiempo.
Entró por la puerta de un tirón llamando la atención de los presentes y sin hacer mucho caso corrió hacia su cuarto directo a la ducha dejando en su camino parte de su ropa hecha jirones. El agua helada lo golpeó casi quitándole el aliento pero alivio una décima su dolor. Apoyó las manos en la pared y dejo que esta fluyera por cada poro de su piel. No se dio cuenta que gemía hasta que sintió su boca seca.
Oyó un golpe en la puerta del baño que había dejado abierta, ya sabía quién era.
-La has encontrado- la madera del marco de la puerta rugió bajo su peso cuando éste se recostó.
-¿Cómo sabías que era mi pareja?- rugió con sus colmillos sobresaliendo de su labio superior y los ojos de un dorado encendido
-No creas que solo me siento en mi escritorio a leer papeles y a mandarlos a ustedes- Serguei apenas se inmutó por su tono
-¿Estas bien?, por como entraste parece que te habían picado el trasero- y ahora el que faltaba
- Cállate Dylan- Cris soltó otro gruñido al guardián, que se quedó detrás del hombro de su alfa. Aunque no le tenía miedo, no quería lidiar con un beta descontrolado.
-Dylan- oyó a su alfa llamarlo- pídele a Louva que suba.
El lobo tomó la posición de soldado aceptando una misión y desapareció en unos segundos escalera abajo.
Serguei observaba a su amigo y aunque estaba feliz, le tuvo envidia. No por el hecho de que ahora estuviera en una deliciosa agonía sino porque había encontrado a su compañera. Él era 100 años mayor que él y aunque podrían vivir cerca de los 1500 años, no tenía la certeza de encontrar su alma gemela.
Otro gruñido de su beta le llamó la atención. Todos los cincelados músculos de su cuerpo se marcaban dolorosamente sobre la piel. Su cabello largo y rubio caía en una cascada desenfrenada y furiosa sobre su espalda y rostro. Gotas de sangre salieron de las pequeñas heridas auto provocadas en su labio. La boca abierta soltando hasta el último gramo de aliento y los ojos cerrados duramente inquietó al alfa.
Louva llegó en ese momento y entró al baño con cautela. Asintió con la cabeza a su líder y caminó lentamente hasta el sufrido hombre. Dijo su nombre pausadamente. En estos momentos no era bueno alarmarlo. El lobo estaba al mando y era más peligros que cualquier cosa. Antes de poder tocar su hombro vio como la piel de este se comenzó a cubrir de tupido pelaje castaño. Su larga melena se fundía, sus manos parecían más garras que se incrustaban en el mármol arañándolo. Su rostro se había desfigurado hasta formar una combinación que no era de hombre ni lobo.
Louva se acercó más confiado y tocó la espalda y dejando su palma sobre la bestia tranquilizándolo, era el más viejo de todos ellos con sus 610 años y conocía la naturaleza salvaje de su especie y como tratarla. Sacó una pequeña jeringa de su bolsillo y lo insertó lentamente entre el cuello y hombro descubierto. El pelaje debajo de su mano fue cediendo hasta desparecer bajo la piel ligeramente bronceada del cuerpo ya totalmente humano de Cristian.
-¿Estás mejor?- Serguei entró por fin al baño, sabía que si lo hubiera hecho antes, su figura de más de dos metros podría hacer sentir agredido al lobo de su compañero.
-¿Me veo mejor?- Cristian pregunto irónicamente aun aguantándose de la pared dejando caer la cabeza agotado y algo humillado por su falta de control.
-No te sientas así colega- El lobo albino le palmeó el antebrazo como leyendo su pensamiento- es un comportamiento que los machos no podemos evitar, forma parte de nuestra naturaleza, es la forma que tiene tu lobo de soltar la ansiedad por haber conocido a su pareja y de separarse de ella.
-Ansiedad- se rió escéptico- no tienes idea de lo que se siente que apena puedas respirar, en serio prefiero que me degollen el cuerpo entero a volver a pasar por ello.
-No volverá a pasar, solo ocurre una vez, es la prueba de que encontraste a tu verdadera pareja, además te puse un calmante que mantendrá a tu lobo tranquilo por algunas horas, así que aprovecha y duerme sino más tarde tu cuerpo será el que te pase factura.
-Hablando de factura, el arreglo del baño va por tu cuenta- Serguei soltó serio pero con un toque de broma al final de la oración.
Los otros dos miraron la losa agrietada bajo sus manos. Cristian no tenía ni fuerzas para reír-
-Tacaño-
-Louva salgamos, nosotros ya terminamos pero él tiene aún un asunto que atender-
-A que te refieres- el lobo mayor levanto una ceja blanquecida curioso.
Serguei señaló con su rostro a la entrepierna de Cristian.
-Tienes razón, no creo que en eso seamos se ayuda, por hoy yo termina mi trabajo-
Cristian seguía excitado y la evidencia marcada en sus boxes era bastante reveladora. No tenía ganas de moverse pero en esa situación no le quedaba otra opción. Suspiró sonoramente apartando el pelo del rostro.
-Bueno colega te dejamos en la intimidad, tú y tu amiguito, si necesitas ayuda en otra cosa nos llamas- Serguie dejo una toalla cerca de él.
-Ya pueden perderse - pero sus palabras se desvanecieron en el aire pues este había salido cerrando la puerta tras de sí.
Enfocándose en el tema, le sería más fácil si tuviera a alguien que le hiciera la labor, su compañera le vino a la mente y se endureció más todavía, soltó un gemido temblando ligeramente. Solo de recordarla activaba cada fibra de su cuerpo. Bajo una mano acariciando sus marcados abdominales hasta llegar a la tela la cual desgarró. Se acarició de arriba abajo recordando cada detalle de ella, la forma en que caminaba, el olor de su piel.
-Demonios- las palabras apenas las pudo articular, aumento la presión y la velocidad buscando la gloriosa liberación que segundos más tarde sacudió cada parte de su cuerpo. Le tomó más de lo que esperaba enfocar nuevamente las baldosas ante él y recuperar el aliento, había sido el orgasmo más fuerte que había tenido en toda su vida. Si eso era solo con su imaginación, tal vez moriría cuando fuera de verdad. Una sonrisa curvo sus labios y protestó ante la pulsada de dolor por su magullado labio.
Terminando el baño, se secó lo mejor que pudo y se tiró desnudo sobre su enorme cama dejando que sus cansados y sofocados miembros descansaran. La imagen de su pareja volvió a su mente y su cuerpo volvió a calentarse intuitivamente. Pero ya no podía moverse más. Esa iba a ser una difícil pero deliciosa siesta.