A decir verdad nunca antes había pensado en la muerte, lo único que creía era que moriría anciana junto a la persona que amo. Pero al parecer la muerte está pasando justo en frente de mí. El enorme lobo gruñe con odio, como si me lo tuviera. Detrás de él aparecen tres lobos más. La desesperación, miedo, el terror me invade. Moriré, es obvio y seré destazada por cuatro lobos, no hay peor forma de morir que ésta. Aún sigo sentada en el suelo, acorralada. Mi respiración se agita y siento que me falta. -Por favor, no...-murmuré, como si ese lobo me fuera a escuchar.
Él se acerca a paso decidido hasta estar frente a mí. Sus ojos son negros, muy negros y juraría que ya los había visto antes. Pero ¿dónde? Los tres lobos atrás también se acercan gruñendo, quizá deba buscar algo para defenderme, una rama, algo... No les puedo dejar esto tan fácil. El lobo frente a mí camina, rodeándome. Busqué algo con mi mano en el suelo, una estaca o algo y la encuentro. La aferré duro a mí para estar lista. Ni siquiera sé el camino de regreso. Se posiciona frente a mí nuevamente. Me arrastré alejándome de él, eso lo enfurece más y gruñe más fuerte. Me detuve, ahora él viene decidido a hacerme algo. Fuerza, Caro, puedes hacerlo, solo tienes que clavarle la estaca y salir corriendo. Hago caso a mi mente y, en cuánto el lobo se acerca le clavo la estaca en el hombro y salgo corriendo. Pude escuchar como se lamentaba y los demás lobos atrás aullaban. Seguro llamando a más lobos o lamentándose por su amigo. Corrí, corrí y corrí. No sé donde estoy, mis pies duelen y me estoy cansando, no escucho nada siguendome así que me detengo para tomar aire, hay un silencio a mi alrededor, solo mi respiración agotada se escucha. -Ayuda... -balbuceo, sabiendo que nadie escuchara. De pronto unos pasos atrás de mí me ponen en alerta, giro encontrándome a uno de los lobos parado frente a mí, pero éste no viene a hacer lo mismo que hizo el otro, corrió decidido a tirarseme encima pero, al dar el salto, otro lobo negro y mucho más grande lo empujó con fuerza. El otro lobo lloró de dolor y se puso de pié. El lobo negro se posicionó delante de mí como escudo, gruñendole. El otro lobo me dio una última mirada y se fue. Está bien, uno menos, ahora sólo tengo que buscar la manera de huir de éste. El lobo se da la vuelta para mirarme. No puedo creer que se estén peleando por mí, todos quieren comerme. No debo de saber rico. -Por favor... -supliqué. Quizá me entienda, quizá mire mi mirada aterrada y me deje ir. Quizá no sea un lobo carnívoro, quizá sea vegetariano. Qué locuras digo. El lobo se acerca a mí, a mi cara, y limpia una lágrima solitaria que bajaba por mi mejilla. Me está saboreando lo sé. Espero oler mal para que no me quiera comer. Miré sus ojos... Están de un color negro, pero no me provocan miedo como el otro lobo, no, éste me provoca una sensación de estar protegida. Creo. -Déjame ir. -susurré. Mi corazón está latiendo a mil por hora, mi respiración es entrecortada y las lágrimas amenazan con salir. El lobo da la vuelta y se aleja. El alivio me invade. No del todo, tengo que salir de éste bosque. Antes de dar la vuelta el lobo voltea a verme y hace una seña con la cabeza, es como si quisiera que lo siguera. Obviamente no lo haré, no sé si me llevara a su lugar favorito para asesinar o me llevará con su amigos lobos para compartirme o... El lobo gruñe otra vez y hace el mismo ademán con la cabeza. -Está bien... -murmuré, caminando con cautela hacia él y posicionarme a la par suya. Empezamos a caminar, todo esta en silencio. Admito que estoy muerta de miedo y super nerviosa, no hay momento en que no mire al lobo, en cualquier momento se me puede tirar encima. Pero por alguna razón no lo ha hecho, sin embargo, éste lobo me transmite seguridad... Paz. Me siento tranquila al estar con él. Quizá sea mi guardián. Caminamos varios kilómetros hasta que llegamos frente a mi casa. Que alivio. Pero aún no puedo respirar tranquila sabiendo que tengo un lobo a la par mía... Quizá me dio chance de despedirme de mis cosas, de mamá para luego matarme despiadadamente. Caminé con cautela hasta llegar al porche de la casa y me giré para ver al enorme lobo que me mira con... ¿tristeza? Quizá le di lástima y por eso me deja vivir. Él se da la vuelta y empieza a caminar hacia la oscuridad del bosque. -Gracias... -susurré, sabiendo que no escuchará. De alguna forma tengo que agradecerle por salvarme y dejarme vivir. Cuando ya está lo suficiente lejos lo escucho aullar. Un aullido que me llegó al corazón. Como si me hubiera querido decir algo con eso. Me quedé ahí parada, mirando por dónde se fue hasta que me acordé que hay lobos queriendo matarme y me adentré a la casa, cerrando con llave. Cerré las ventanas y las puertas traseras. Subí a mi habitación y me quedé allí, sentada en mi cama, esperando a mamá. Escuché un ruido molesto, me removí en mi cama y aplasté mi cara con la almohada para evitar escucharlo, pero no es suficiente. El maldito ruido proviene de mi alarma así que abrí los ojos despacio y la luz del sol me invadió. ¿Ya es de mañana? Me quedé dormida toda la noche. Por lomenos ya estoy más tranquila por todo lo que pasó ayer. Arrugué la cara al recordar que es viernes y tengo que ir a la escuela. Caminé al baño, me quité la ropa y dejé que el agua recorriera mi cuerpo, pero pegué un grito ahogado al sentirla super helada. -Está helada... -murmuré. La tubería por dónde pasa el agua caliente debió de dañarse. Agarré el jabón y me lo pasé por el cuerpo para después echarme shampoo en mi cabello. Di masajes suaves y luego me enjuagué. Cubrí mi cuerpo con una toalla y salí del baño. Busqué en mi closet algo cómodo para ponerme, escogí unos jeans, una camisa corta que dejaba ver mi ombligo y unas botas de algodón que llegaban casi a mis rodillas. Cogí mi abrigo que llegaba abajo de mis muslos y me lo coloqué. Cepillé mi cabello dejándolo suelto, delineé mis ojos y por último me puse brillo labial. Estaba lista. Cogí mi mochila para después bajar a desayunar. En la cocina no había nadie, luego escuché pasos detrás de mí. -Carolina, ¿ya estás lista? -se acerca mamá, soñolienta. Me siento en la silla y acomodé mis codos en la mesa. -No, así me levanto siempre. -respondí sarcástica. Mamá rodó los ojos y yo reí. A ella casi no le gusta mi modo sarcástico, pero es que aveces hacen preguntas que ni al caso. -¿No vas a ir a trabajar? -pregunté, mirando que todavía andaba en su bata de dormir. -Sí, pero voy en la tarde. Ayer vine muy noche por eso me dieron la mañana de hoy. Asentí. Mamá me dio mi taza de café junto con mis tostadas. Ella se sentó a la par mía y comenzó a desayunar. Tomé un sorbo de café. -Por cierto, ayer conocí a uno de los vecinos. -dijo, mirándome. Casi me atraganto con el café. -¿Vecino? ¿a quién? Sólo espero que no sea a Kayler. -Kayler creo que se llama. -respondió. -Buen chico. Enarqué una ceja por eso último que dijo. Si tan sólo supiera que es un idiota, arrogante, mujeriego. -Sí, claro. -susurré. Ella me dio una mirada interrogativa. -¿Ya lo conoces? -inquirió. Negué con la cabeza como restándole importancia. -Algo. No necesito conocerlo mucho para darme cuenta la clase de persona que es. Odio que sea mi vecino, hubiera preferido a Paige de vecina, solo espero no encontrarlo en el camino hoy. Arrogante. -Ayer en la noche me ayudó con el coche. Si no es por él hubiera caminado hasta aquí, el auto se me quedó parado en medio camino, por suerte él iba pasando y lo revivió. -hizó una mueca de alivio. Fruncí el ceño lo más que pude. ¿Ese es Kayler? ¿en cerio? Porque no lo creo. ¿Y qué hacía tan noche por esos caminos tan solitarios? Ese chico sí que es raro. -Pues... Que suerte, ¿no? -mentí. No quiero que mamá y ese tengan que ver. Y yo intentaré lo más que pueda a no acercarme a él. Kayler significa problemas y es algo que no quiero tener. -Sí, es más, se ofreció llevarte a la escuela hoy. Escupí el café que recién había sorbido, yendo a caer a la cara de mamá. Abrí la boca, divertida. -Lo siento... -cubrí mi boca, intentando no reírme. Ella me fulminó con la mirada. -¡Carolina! -reprendió. -Mira lo que hiciste. Cogió un trapo y se limpió la cara. -Dime que no has aceptado... -pedí, refiriéndome a lo de Kayler. Ella lo meditó un momento. -Sí, acepté. -musitó-. Mira, está llegando. Miró por la ventana. Y luego un ruido de auto me advirtió que, efectivamente, Kayler había llegado. Este día tampoco será lindo.