Capítulo 5 La sorpresa

Punto de vista de Jennie:

Todo me daba vueltas. No miré hacia atrás. Por favor, que no sea él de nuevo...

Caminé por los lugares más transitados y muy rápido, así que llegué a mi pequeño apartamento en cuestión de minutos.

Sentí un gran alivio al oír el familiar clic de la cerradura y empujé la puerta de mi cálido apartamento.

Dejé mi bolso en el pedestal que tenía al lado, me quité las botas y puse el abrigo en el perchero. Me sobresalté cuando alguien me llamó.

"¡Jennie, volviste!", chilló mamá.

"¡Ay, dios mío! Mamá, me asustaste... ¿Por qué aún estás despierta?", le pregunté manteniendo mi mano en mi pecho.

"Bueno, tenía trabajo que hacer", respondió levantando una caja pesada.

"Mamá, cuántas veces te he advertido que no levantes cosas pesadas. No es bueno para tu salud", dije mientras tomaba la caja de sus manos.

"Oh, cariño, ¿no puedo hacer cosas pequeñas? ¿Esperas que me pase todo el día sin hacer nada?", me replicó haciendo un puchero.

"¡Exactamente! Mi mamá es preciada para mí", argumenté y le di un beso en la mejilla.

"¿Comiste? ¿Te tomaste los medicamentos?".

"Sí, querida, tu padre se encargó de todo", comentó y me regaló una amplia sonrisa.

"Buenas noches, ma", dije y le di un abrazo.

"Buenas noches, cariño". Me dio un beso en la frente y se fue a la habitación.

Caminé hacia mi habitación, ansiosa por hundirme en la calidez y la comodidad de la cama después de ese aterrador paseo.

¿Era él o fueron alucinaciones mías? ¿¡Han pasado dos semanas desde que me atacó!? ¿Por qué te importa de todos modos? Olvídalo y sigue adelante en la vida.

A la mañana siguiente

"Jennie... Oh, Jennie... ¡Jennie!", vociferó Lisa desde afuera.

"¡Ya voy bajando! ¡Por favor, no vuelvas a decir mi nombre!", grité mientras bajaba por las escaleras.

Mamá le estaba sirviendo el desayuno a papá y Lisa estaba sentada en un sofá.

"Hola, chica universitaria", enunció Lisa luciendo una sonrisa brillante y perfectamente alineada, mientras se paraba para darme un fuerte abrazo. La abracé, brindándole la misma sonrisa brillante.

"Tía... ¡tengo que pedirte un favor!", inquirió Lisa alegremente.

"Continúa, cariño, te escuchamos...", expresó mamá.

"Bueno, es lo siguiente... Nosotras... tenemos una amiga que nos ofreció quedarnos en su casa, ya que no podemos ir y venir de la universidad a la casa todos los días. Eso sería demasiado agotador, así que quiero que Jennie se mude conmigo", soltó en un suspiro.

"Mamá, no puedo vivir sin todos ustedes", dije haciendo un puchero.

"Oh, vamos, niñita de jardín infantil... no es como si te fueran a comer allí", bromeó Lisa.

"Tía, por favor... convéncela, es por su propio bien", remarcó la muchacha.

"Cariño, creo que Lisa tiene razón... tres horas serían muy agotadoras... en total serían seis para ir y venir. Además, aquí no hay un ambiente adecuado para estudiar... Cariño, creo que es lo mejor", dijo mamá.

"Pero, mamá...".

"Oh, vamos, querida Jennie... estaré aquí con tu madre, no nos pasará nada. Solo queremos que tengas un buen futuro y una vida cómoda", concluyó papá y sonrió. Abracé a mis padres con las lágrimas rodando por los ojos. Lisa estaba secándose las lágrimas en silencio y con cuidado, observando nuestro vínculo familiar. Me separé de ellos y me paré frente a ella.

"Está bien, voy para allá...", dije con una sonrisa brillante en los labios.

"¡Hurra... finalmente!". Me abrazó y empezó a saltar como una niña.

Al día siguiente...

"¡No puedo creer que estés en la universidad! Mi única hija, una estudiante universitaria, viviendo sola. No lo puedo creer", dijo mamá y se secó los ojos llorosos.

"Ma... no llores. Por eso no quiero dejarte". Me quejé.

"No te preocupes por ella, cariño, solo empaca tus cosas", comentó papá y me dio una palmadita en la espalda.

"Todo está bien, cariño. Estoy horneando cupcakes para que te los lleves. ¡Son de chocolate, tu sabor favorito!". Mamá me guiñó un ojo y me reí.

"¡Gracias, mamá, eres la mejor!", dije y besé su mejilla suavemente. Luego mis padres salieron de la habitación y seguí empacando mis cosas.

Después de llenar dos maletas, tres bolsas de viaje pequeñas y mi mochila, bajé por las escaleras. Mis padres me estaban dando una agradable despedida. Fue entonces cuando escuché la bocina de un auto. ¡Debe ser Lisa!

Papá tomó todo el equipaje y lo arrastró hacia el auto. Abracé a mis padres y luego nos dirigimos a la casa de Rosé. Me asombré mucho al ver su casa.

Rosé nos esperaba en la entrada.

"¡Ay, dios mío! ¿¡Esta es tu casa!? ¿En serio?", inquirió Lisa boquiabierta.

"No es mucho... Ja, ja. Mejor vamos adentro, amigas", dijo Rosé alegremente.

"Veamos, no quiero vivir sola en esta casa tan grande. Le dije a papá que comprara algo sencillo, pero él me compró esta casa. Tampoco quería incomodar en la casa de mi primo, porque él tiene novia, así que decidí vivir aquí", comentó alegremente.

"Mmm... Entonces, ¿dónde está nuestra habitación?", dijo Lisa emocionada.

"No es compartida, cada una tiene su propia habitación". Rosé rio al ver nuestra expresión.

"Por eso es que te amo", chilló Lisa abrazando a Rosé y saltando. Puse los ojos en blanco por su comportamiento. ¡Estas son dos niñas, literalmente!

Al fin, llegué a la habitación en la que iba a vivir. Era tres veces más grande que mi habitación anterior.

"¿Entonces, te gusta?", inquirió Rosé levantando las cejas.

"¿Si me gusta? ¡Me encanta, Rosé, gracias!", respondí y la abracé.

"¡Oh, no es nada, me alegra que hayas aceptado quedarte aquí! Estoy tan feliz", dijo ella y me abrazó con fuerza.

"¿Puedo descansar un rato? Estoy algo cansada", comenté e hice un puchero.

"Seguro... ¡La habitación es toda tuya!". Rosé me hizo una reverencia y salió de la habitación. Me acosté en la cama completamente exhausta, pero echaba de menos mi casa. Todo era perfecto aquí, sin embargo, extrañaba a mis padres. Nunca antes había vivido sola. ¿¡Habré tomado la decisión correcta al venir aquí!?

Después de unos minutos me refresqué, me puse el pijama y empecé a desempacar las maletas, donde la ropa estaba cuidadosamente doblada y guardada. Empecé a arreglar todo.

De repente, Rosé gritó: "Jennie... baja y mira quien está aquí. Ven, que quiero presentarte a los demás".

¿¡Presentarme!? Debe ser a su primo y quizás a su novia...

Bajé corriendo por las escaleras. Había mucha gente, alrededor de cinco o seis personas, pero solo Xavier estaba frente a mí. Rosé me atrajo hacia ella y gritó: "Miren quién está aquí".

La atención de todos estaba ahora centrada en mí. Me quedé helada. ¡Dios mío! Eran ellos... era él... ¡Era el tipo que me atacó en el café!

Mis rodillas se debilitaron, pero Rosé me sostenía con fuerza, como si me fuera a evaporar. Lo vi... al maníaco.

"¡Eres mía! Y te tendré pronto... ¡Muy pronto!'.

Mi respiración se atascó en mi garganta y mi corazón comenzó a acelerarse. Él me estaba mirando fijamente.